26.10.04

Qué ganas de seguir viviendo

El avión había tenido un desperfecto severo. Se había anunciado un aterrizaje de emergencia, y por un momento habíamos caído en picada; situación más que favorable para recordar lo efímero de la existencia, y la fragilidad de los piolines que sostienen una vida.
Finalmente, tocamos tierra. La gente recuperó la compostura. Algunos gritaban; otros abrazaban a sus seres queridos; otros reían. Brotó un sentido aplauso. Era el agradecimiento a quien correspondiera por dejarnos permanecer en esta vida.
En medio de la confusión reinante, detecté una pata de pollo, tal vez en exceso recalentada, sobre el asiento a mi derecha. Con un certero movimiento, me la guardé en un bolsillo de mi camisa.

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