30.12.08

Viva la patria

Camino por Florida, desde Rivadavia hasta Córdoba, un lunes a las cinco de la tarde. Para aquellos que pudieran estar leyendo estas líneas, y tengan la peculiaridad de no ser argentinos, creo pertinente aclarar que Florida es una calle. La calle con mayor densidad poblacional de la República Argentina, tal vez.
Es difícil caminar, entonces, y uno debe acostumbrarse a dejar que el ritmo del desplazamiento lo fije la multitud, como si se tratara de un atasco de tráfico, sólo que sin vehículos.
Tengo tiempo de observar el fenómeno que se ha dado en llamar ‘artistas callejeros’, mientras el calor nos devora la epidermis y uno siente que es transportado por una suerte de escalera mecánica plana e infinitamente lenta que conduce a estar cada vez con más y más gente.
Hay un hombre todo pintado de blanco, disfrazado de estatua. Hay un hombre disfrazado de Michael Jackson, esperando y esperando que alguien ponga una moneda en su taza, para entonces levantar una mano enguantada y lanzar un tibio saludito de lentejuelas. Hay un hombre todo pintado de un dorado tirando a marrón, supongo que estatua también, porque no se mueve, o sea que es estatua de bronce (olvidé mencionar que tiene alas, desconozco el significado y/o la utilidad de las mismas). Hay un hombre y una mujer vestidos con pilotos y abrigo, y paraguas y bufandas, en pose, como congelados en medio de una tempestad.
Para resumir, la cantidad de gente que parece haber elegido como disciplina artística el no hacer absolutamente nada, el quedarse quieto, me pasma. Si estuvieran en el Tíbet serían monjes, tal vez, si estuvieran en territorio europeo se verían obligados al menos a aprender a soplar un saxofón. Pero aquí, en mi amado país, se limitan a quedarse quietos. Y esperan a cambio dinero y aplausos, como si fuera la cosa más natural del mundo.

27.12.08

Primeros pasos

Cuando era un adolescente, cuando estaba en la edad en que uno desea pura y exclusivamente fornicar como un conejo de angora, descubrí que tenía un inconveniente, un problema.
Ah, sí, el problema. Cómo explicarlo con claridad y al mismo tiempo ser sutil, cómo no derrapar en la grosería. El problema eran las hormonas a todo vapor, el deseo desatado, el descubrimiento de una magia absolutamente nueva. No, no se entendió aún, no fui lo suficientemente claro todavía. El problema era que el primer pistoletazo, la primera eyaculación capaz de partir un azulejo, sobrevenía con inusitada rapidez. El deseo llenaba por completo el recipiente de mi ser y desbordaba en oleadas de la más pura alegría. Imposible contenerse, imposible de manejar.
Lo hablé con un amigo, con mi mejor amigo de aquellos años, que era un par de años mayor que yo (y curiosamente lo sigue siendo) y un entendido en cuestiones que tuvieran que ver con mujeres. Mi amigo Urko.
Nos tomamos una cerveza en Villa Gesell, así lo recuerdo, sentados en la vereda, pasándonos la botella mientras se hacía de noche y uno sólo podía imaginar un exquisito abanico que se desplegaba ante nosotros, ante nuestra juventud, repleto de posibilidades.
El Urko me dijo que el problema no era problema, que era algo perfectamente normal, que yo era sencillamente un toro de diecisiete años, pura potencia. La cosa tenía solución.
–Tenés que pensar en algo feo –me dijo el Urko–. Pensá en algo terrible, y entonces vas a durar más.
La idea me pareció absolutamente brillante, jamás se me hubiera ocurrido. Se trataba, en pleno bombeo, cuando uno casi podía percibir que estaba a dos o tres matracazos de distancia de perderse, de pasar del otro lado del amor, de saltar y no poder evitarlo, se trataba, entonces, de pensar en gente muerta, en terremotos, en catástrofes aéreas, en lentas procesiones hacia un entierro.
Sin embargo, por más que pensaba y repensaba lo peor, en gente mordida por cocodrilos, en olor a hospital, en féretros, yo seguía eyaculando como un babuino enloquecido.
Fue entonces cuando comprendí muchas cosas. Comprendí que la pasión tiene la fuerza, está dotada de las herramientas para vencer a la tristeza. Comprendí que cuando se tienen ganas de coger, te importa un carajo el hambre en Etiopía.

24.12.08

Plano inclinado

Cada vez que se publica en un diario, o se recita en un noticiero de la televisión, que un guardicárcel contrae matrimonio con una reclusa, o que un preso se casa con una mujer perteneciente al servicio penitenciario, la historia es contada con un sorpresivo barniz de esperanza, de fe, de posibilidad de vivir una vida mejor, de encontrar el amor, de cambiar.
Pero a mí no me parece. La situación descripta es de una asimetría tan exasperante, que me pongo mal. Si la reclusa no estuviera reclusa, si el guardiacárcel no fuera guardiacárcel, esa pareja no se hubiera formado jamás.
Bueno, casi como cualquier otra pareja, claro, prácticamente como todas las demás.

21.12.08

Mil perdones

Lo que solicita la religión, si no he entendido mal, es el arrepentimiento. El arrepentimiento actúa como la lavandina, permitiendo, por decirlo de alguna forma, pero de alguna forma hay que decirlo, permitiendo entonces, decía, quitar las manchas que enlodan al pecador.
Se produce el pecado, tal vez inevitable, y luego el arrepentimiento, aquí surge lo volitivo de la ensalada, y es como si el pecador consiguiera una ficha más para seguir jugando.
Yo, que de niño fui inculcado acerca de las virtudes del ahorro, llevo tiempo arrepintiéndome de cosas que todavía no he hecho, barbaridades que cometeré cualquier día de estos.
Tengo crédito para hacer lo que se me canten las pelotas, te lo quería avisar.

18.12.08

Cartonero del amor

yo revuelvo la basura
lo que tiran los demás
feas, rengas, gordas, viudas
las emperno, les doy paz.

no me fijo en tus verrugas
tu halitosis me da igual
tus axilas repeludas
o tu herpes genital.

porque yo soy
(coros) un cartonero del amor
y para mí
(coros) nada es mejor ni peor.
(bis)

dieta de los etiopíes
mi alimento es lo que hay
yo sufrí tanto de pibe
ay! no me hagas acordar.

nunca pude elegir nada
vengo del fondo del mar
cuando todos te rechacen
conmigo podés contar.

porque yo soy
(coros) un cartonero del amor
y para mí
(coros) tu cola es un alfajor.
(bis)

*fui visitado por las musas ayer, de madrugada, en circunstancias que preferiría no detallar. vaya entonces mi modesto homenaje a ese noble género musical, la cumbia villera, y al teclado del beethoven argentino, el señor pablo lescano.

15.12.08

Boludo light

En la televisión entrevistan a una autoridad en dietas, en gordos, en métodos para adelgazar. El hombre se ha vuelto una suerte de celebridad, y habla como sólo un pastor o un chamán podría hacerlo, alguien que está seguro de poseer conocimientos que al resto de los mortales les han sido negados.
Su particular método, el método que le ha dado fama y fortuna, consiste en contar las calorías, en obligar a sus pacientes a comer, por ejemplo, mil doscientas calorías por día, o mil cien. Trata a sus pacientes como adictos, explica lo de siempre, que una aceituna engorda lo mismo que un churrasco, que las harinas son el Hitler de la alimentación, que quien de un mordisco a un chocolate es un enfermo sin alma.
Son estos sujetos, la linealidad de sus pensamientos, la certeza que los sostiene amparada en las cuatro operaciones matemáticas básicas, quienes me repugnan de una manera que me cuesta definir. Estos pontífices del yogurt, estos sabios bajas calorías, que afirman y castigan hasta que los sorprende un cáncer o un piano en la cabeza. Estos pelotudos impiadosos que se regodean en sancionar todo lo bueno que pueda tener la vida. Me dan mucho odio. Y me dan hambre, también.

12.12.08

Paso y quiero

Sos mala.
Sos tan mala que si te picara una víbora, la propia víbora iría, arrastrándose, de qué otra forma, hasta la guardia del hospital más cercano, a pedir un antibiótico.
Sos tan mala que un cocodrilo, frente a vos, movería la cabeza de un lado a otro, apretando los dientes como sólo un cocodrilo sabe hacerlo, negándose a abrir la boca.
Sos tan mala que un tiburón pasaría a tu lado nadando de costado, con una simpática gorra de baño en la cabeza, tarareando una dulce tonada, intentando imitar a Rita Hayworth.
Sos muy linda, pero sos mala.

9.12.08

Fenómenos inexplicables

Lo que hay que hacer es muy sencillo. Hay que pararse en una esquina, en una esquina concurrida de una gran urbe, en una esquina a punto de explotar de tránsito y gente y vendedores ambulantes y ladrones y smog y ruido y celulares y tu hermana también. En Buenos Aires, que es donde habito, esa esquina podría perfectamente ser la esquina de Florida y Corrientes.
Se para uno entonces en la esquina, vista al frente, espalda derecha, brazos al costado del cuerpo, preparado para cruzar la avenida Corrientes. Pero aquí está la trampa. Uno debe esperar que el semáforo esté en contra, que se ponga verde para los autos, así comienza la cosa. Al ratito, ya se habrá acumulado una buena cantidad de peatones a ambos lados de la avenida. Y entonces, cuando uno cree que falta un minuto todavía para que cambie el semáforo, o mejor aún treinta segundos, uno debe bajar el cordón de la vereda, uno debe arrancar y dar un paso adelante, con la más absoluta convicción, luego otro paso, el segundo paso, enérgico, decidido, y luego, cuando es el turno del tercer paso, aquí está la clave de la maniobra, uno debe frenar. En seco. Es un movimiento ensayado, uno dos, y tres (frenar).
Si usted da dos pasos, como he descripto, usted todavía está a salvo. Usted todavía no está a merced de los automóviles que vienen por Corrientes y que, como dije, tienen semáforo a favor.
Lo interesante es que como usted se ha lanzado, cientos de personas de ambos lados de la avenida han comenzado a cruzar, movidas tan sólo por un acto reflejo, por un desesperado anhelo de un grupo de pertenencia, por falta de personalidad, por imbecilidad, porque así son.
Pero usted ya frenó, usted ha frenado, e incluso, lentamente, haciéndose el distraído, ha vuelto a dar un paso atrás. Mientras ha dado ese paso atrás, es probable que logre ver cómo una o varias personas son atropelladas, oirá gritos, bocinazos, frenadas, un caos general.
Los científicos se preguntan, los encargados de estudiar el comportamiento de los animales se preguntan, por ejemplo, no consiguen hallar explicación a fenómenos tan extraordinarios como el suicidio de las ballenas.
Yo creo que se trata de una ballena que tiene ganas de hinchar las pelotas, una ballena que hace más o menos lo mismo que acabo de contar. Las demás siguen, las demás van.

6.12.08

Lo mejor del alma humana

A la hora de consumir prostitución, en caso de tener la necesidad o la inquietud, recomiendo e instruyo la más absoluta generosidad anticipada. Como la naturaleza de la transacción implica convenir una tarifa y el pago de la misma antes (a diferencia, por ejemplo, de la consulta con un profesional de la psicología) de recibir la contraprestación, el servicio, entonces debe uno mostrarse predispuesto a entregar un plus, una bonificación, en el preciso momento del pago.
Cualquier salame puede prometer que si la conducta es adecuada, si el comportamiento es satisfactorio, existirá una recompensa al final. Del cristianismo para acá, de eso se ha tratado la cuestión, siempre o casi siempre.
Lo que yo digo, lo que yo hago, es entregar la bonificación, el premio, desmesurado, excesivo, antes que la conducta merecedora del mismo haya tenido lugar.
Es un salto de fe. Es apostar a lo mejor del alma humana. Es creer ciegamente que aún en circunstancias de carácter abyecto puede surgir un halo redentor. Y son también unas tremendas ganas de coger. Tratame bien, che.

3.12.08

Autor

en la calle
su novio la saluda,
hace un modesto pase de magia
y surge una flor
tan exacta como para matar
un ejército de explicaciones

y ella no sabe,
acaso puede saber,
que yo soñé la escena
ayer a la noche

pero entiende perfectamente
y agradece
porque
mientras abraza a su novio
sonríe para mí.