Habíamos ido a ver al gurú. Estaba todo el mundo, desde
hacía unos años, con eso de respirar. Alguien se había dado cuenta que en el
occidente capitalista civilizado se vivía para el reculo, la gente estaba
angustiada, triste, trastornada en general. Alguien había dicho que la solución
estaba en respirar, en volver a respirar. Las actividades espirituales, como
cualquier otra, están sujetas a las modas. En el fondo es siempre lo mismo, el
repackageo de cosas descubiertas o inventadas hace más de tres mil años. Todos
necesitamos creer en algo, no damos más.
El asunto es que fuimos a ver al gurú, porque el gurú venía
de visita a la Argentina y daba una serie de charlas en La Rural. Me invitó mi
amiga Belén, que había hecho el curso y decía que el curso le había cambiado la
vida. Antes del curso, con Belén, cogíamos una vez por semana. Después de hacer el curso, Belén no había querido coger más conmigo. Así que supongo que el curso me
había cambiado la vida a mí también.
Belén tenía entradas y me invitó. Fuimos el viernes a las nueve
de la mañana. Calculo que debía haber como siete mil personas, una cosa
descomunal.
Entró, el gurú, parecía un Cristo chiquitito, un Cristo
tamaño small, la gente aplaudía a rabiar. Habló, dijo un par de incoherencias,
con una vocecita similar al graznido de un ave. Dijo que somos puntitos de
conciencia y que Dios es amor. Después dijo algo sobre tomar menos Coca Cola y
no comer carne. Dijo que si comés carne te entra al cuerpo la tristeza que tuvo
el animal antes de morir. Después pasaron un video donde había gente
respirando, haciendo los ejercicios de respiración en una prisión en Sri Lanka.
Los presos, entrevistados después del curso, decían que se habían vuelto
buenos. Que no tenían ganas de violar, ni de drogarse. No, tampoco tenían ganas
de volver a matar, ni de trabajar.
Había buena energía. La gente se miraba y se sonreía sin
motivo. Yo recordaba haber ido, hacía muchos años, a un recital de Attaque 77,
y la gente no había resultado ni la mitad de amable. Alguien había tirado en
esa oportunidad un botellazo, alguien, mientras saltábamos y cantábamos alguna
absurda canción, me había querido robar la billetera.
Para terminar, dijo la presentadora, mientras el gurú miraba
hacia los costados como si tuviera ganas de salir corriendo, como si estuviera
apurado por irse a defecar. Para terminar, dijo la presentadora, el gurú,
traductor mediante, iba a contestar algunas pocas preguntas. Era tradición en
la India, que el gurú accediera a contestar a quienes lo visitaran sobre los
temas más diversos. En eso consistía un ‘Satsang’.
El asunto es que se me había dormido un pie, por estar
sentado con las piernas cruzadas, no había sillas ni nada que se le parezca, y
justo me paré. Para estirar las piernas, me puse de pie, y entonces se me
acercó una chica y me pasó un micrófono.
Raro, se sorprendieron todos, porque había discípulos
sentados en las primeras filas, y ya debía estar más o menos arreglado quiénes
iban a preguntar. Incluso debían estar arregladas las preguntas, los temas
sobre los cuales el gurú, para beneficio de la mayoría, deseaba explayarse,
contestar.
Pero me paré y no sé por qué la piba, que estaba yendo hacia
delante, se detuvo y me pasó el micrófono. La traductora no tuvo más remedio
que asentir, y aguardar mi pregunta.
–Quiero saber si el swami puede hablarnos del chakra oculto
–dije. Se hizo un silencio, la gente se dio vuelta para mirarme. La traductora
tradujo, el gurú me observó con cierta inquietud.
–Hay un chakra –proseguí–, un chakra que no está en la
coronilla ni en el plexo solar. Un chakra del cual poco se sabe, porque no se
lo menciona en los libros. Se ubica en un muslo, puede ser el izquierdo o el
derecho, en el lateral externo del muslo. Empieza a manifestarse como una
picazón apenas, una sensación, un ronroneo. Arranca como un punto pero crece,
va creciendo, se manifiesta. Y pasa a ser cuadrado, el chakra, de hasta diez
centímetros de lado, aunque por lo general es rectangular.
Se escucharon algunas toses. La traductora traducía, el gurú
escuchaba con su máxima atención.
–Es un chakra que una vez detectado –dije–, rige la
totalidad de nuestro ser, guía nuestro camino. Es el chakra que nos lleva a la
iluminación, otorga sentido a nuestras precarias existencias. Amor, paz.
–Es el chakra del bolsillo, de la guita –dije–. Si no tenés
guita, qué carajo importa cómo respirás.