30.6.08

Otra mudanza

Los muchachos del camión de mudanzas terminaron de cargar. Trabajaron toda la mañana, y hacía calor. Estaban exhaustos y fastidiosos. Demasiado atrás en el tiempo habían quedado las gaseosas y las medialunas que les compré para que desayunaran. Ya ni siquiera hacían esos incomprensibles chistes que consistían en empujarse con un cajón cargado de objetos, o lanzar un gemido gutural en un idioma todavía no inventado. Se limitaban a transpirar.
En el camión estaba todo, la heladera y los libros, la cama y los trajes, los platos, los cubiertos, la foto que nos sacamos con ella en Las Toninas y en donde parece que lo bueno puede durar para siempre, el conejito de goma que me vino en una lata de Nesquik, ya de grande, y que representa tal vez dónde quedan los sueños infantiles, la computadora indiferente, como si no supiera que guarda todo lo que pude exprimir de mi corazón y de mi mente, la reproducción del único Bacon que vi una vez en el Reina Sofía, la silla donde me senté a llorar y a reír, el vaso donde me serví ese whisky.
–Bueno, ¿cuál es la dirección? –Me dijo el que dirigía el operativo, el que no se había sacado la camisa, el que conducía el camión, el que fumaba.
Lo miré. Lo miré como si fuera un extraterrestre con cabeza de huevo y manos de tres dedos. Lo miré como si fuera un animal peligroso y famélico recién escapado del zoológico.
–La dirección, flaco –dio la última pitada y tiró la colilla contra el pavimento, con dos dedos, como en las películas. Hubo un fuego artificial en miniatura de un segundo de duración, hecho de chispitas naranjas– ¿Dónde vamos?
Me quedé mirándolo sin contestar, porque no sabía, porque yo sólo quería irme de ahí, ser otra persona, porque estaba tan cansado de ser yo mismo, porque no daba más.

27.6.08

Acerca de la escultura

El escultor utiliza su cincel, y es una maravilla. El escultor golpea, aquí y allá, y otra vez aquí, va quitando un velo hecho de la piedra más dura, ve algo hermoso, una forma que nadie más ve. El escultor se abre camino en la piedra, a fuerza de martillo, y la herramienta es tosca, pero el resultado sutil, y es justamente ahí donde reside la magia de su poder. Después de la rusticidad del golpe, aflora la más delicada de las obras.
Eso ocurre, así sucede, en las níveas alturas del arte. Para lograr resultados parecidos, en la fétida realidad, se utiliza dinero.

24.6.08

ay

Esta muela que me duele se parece a vos. Duele, para, deja un recuerdo de baja intensidad, vuelve a doler. Uno se acostumbra, se resigna, aprende a deambular ese vaivén. Es sencilla una cura, porque la medicina sabe administrar el olvido con agujas y frascos repletos de pastillas del más rutilante color.
Y esta muela que me duele se parece a vos, no hay manera de explicárselo a ningún doctor.

21.6.08

Testimonio

Son las nueve y veinte de la mañana, y el tránsito en la ciudad es el círculo que Dante no alcanzó a detallar, porque le tocaron bocina. A veces soy gracioso, no lo puedo evitar.
Hay ruido de caucho contra pavimento, hay odio de metal contra metal, hay gritos de gente que muere o cree que tiene derecho a avanzar, o las dos cosas al mismo tiempo, hay una fina llovizna que transforma el fastidio en una pasta que se adhiere y no se va nunca más, hay millones de almas presas y esperando que algún semáforo de la vida los guíe sobre adónde, sobre cómo, sobre a qué velocidad.
Y estamos todos juntos, apilados, llenos de espanto y de ganas de zafar, pero no hay cómo salir del tráfico, no hay cómo avanzar. Sólo se puede apretar el volante como aquellos cowboys de las pelis que mordían una lonja de cuero mientras algún colega les extirpaba una bala del cuerpo, a whisky y cuchillo y nada más.
El hombre del Fiat blanco, a mi derecha, abre la puerta, baja del auto, deja la puerta abierta apenas, avanza un paso o dos, mira hacia delante, haciendo visera con una mano, mientras, sin odio, sin violencia, cubierto por una sombrilla de resignación, se baja los pantalones, y se baja los calzoncillos. O no, lo estoy contando mal. Primero se ha subido de un salto, al capó de su automóvil, y desde allí, como desde una carabela, ha mirado tan adelante como ha podido, para luego, sí, bajarse los pantalones y los calzoncillos.
Se pone, entonces, en cuclillas, sobre el capó del auto. Y se pone, el hombre, con gesto reconcentrado, y el flequillo cayéndole sobre la frente, a cagar.
La maniobra no ha llevado en sí demasiado tiempo, un par de minutos, no creo que más. Y uno a uno, todos los conductores, los pasajeros de los colectivos, las mujeres en las esquinas, un Fox Terrier pelo duro encadenado a un poste de luz, no pueden dejar de mirar.
El hombre caga, y mientras caga opina, elabora su sinfonía más lograda, siente, tal vez, que ha logrado por fin encontrar el adecuado canal de expresión.
Completada la maniobra, el hombre da un salto y aterriza sobre el fatigado pavimento, enciende un cigarrillo, se sube los pantalones, y parte a paso vigoroso.

18.6.08

Entre nosotros

El perro viene hacia mí. Es una bola negra lanzada en velocidad. Chorrea baba hacia los costados, suficiente para llenar un balde. Muestra, en su enloquecida carrera, los dientes. Son demasiados dientes, amarillentos, cada uno del grosor de un dedo anular. El perro debe pesar sus buenos cincuenta kilos, o más, y se ha soltado, y corre, hacia mí. Alguien grita, alguien se aparta, alguien se toma la cabeza con ambas manos. Alguien sabe lo que va a ocurrir.
Mi cerebro, que suele funcionar a una velocidad respetable, no emite ninguna instrucción, ninguna señal. Me quedo quieto, de pie, sobre la vereda, esperando el impacto, la mordida, lo que sea que vaya a suceder.
El animal corre, más rápido, un poco más. Llega hasta mí. Y se detiene. En seco. Le cuesta frenar. Me mira, la baba se mezcla con el sudor. Se acuesta, y se cubre los ojos con sus patas delanteras, como quien solicita clemencia, alguna suerte de absolución, ser relevado de su castigo, o lisa y llana piedad por parte de un animal mucho más tremendo y feroz.

15.6.08

Canción de amor

El cantante escribe una canción que cuenta que lo dejaste. Es una triste, dulce, y hermosa canción. Una canción que nos acaricia el alma y nos recuerda que todos fuimos dejados, alguna vez. Una canción que nos transmite, atenuado por el poético filtro de la experiencia ajena, lo que se siente.
La canción, cosas que suceden, como la lluvia o el amor, es un éxito. La canción es genial, a todos les gusta la canción.
La canción hace que quieras volver con el cantante, que no puedas evitarlo, que adviertas que al irte estabas confundida, cometiste un error.
Así que escuchás la canción una vez más y decidís llamar al cantante, muy emocionada, y decirle que te equivocaste, al irte, que querés volver.
Ahora el cantante debe elegir entre la mujer que lo inspiró y la canción, entre el amor y el arte. El cantante duda si volver con la mujer, o escribir otra canción. El cantante se atormenta, el cantante no sabe qué hacer. El cantante, finalmente, elige suicidarse.
Mientras entierran al cantante la gente vuelve a escuchar la canción. Le encuentran, a la canción, nuevos significados. Les parece, la canción, todavía mejor. Vos estás mal, pensás hacer un viaje o un curso. Sin el cantante, tu vida no parece gran cosa, no se le ve magia ni color.
La pizza es napolitana, con ajo, y está buenísima. Me sirvo otra porción.

12.6.08

Esa cosa

Cuando se está enfermo, en un hospital, cuando se viaja, en avión, uno se ve transformado, por ningún arte de ninguna magia, en mercancía.
Esta situación no me ofende ni me intimida: el cuerpo, por circunstancias que no hacen a la cuestión, debe ser reparado, transportado, y eso lo despoja de cualquier atributo humano. Se ingresa en el gélido mundo de la ingeniería, de la medicina, de sus rigores. Es preciso entonces abandonar cualquier conducta emparentada con lo volitivo, y recostarse, en el mejor de los casos, en la suerte. Los paquetes, las cajas, suelen tener al menos la leyenda de ‘frágil’.

9.6.08

Boludos

Estos son los últimos que vi. Los últimos que me crucé. Y si bien aquello de ‘los boludos son como las hormigas’, se aplica, me parece útil agregar cierto trabajo estructurado, cierto rigor científico, cierta tipificación que pueda resultar de alguna ayuda, a pesar de encontrarme siempre limitado a la hora de combatir la toxicidad, los nocivos efectos.
*Está el boludo setter irlandés. Es el boludo eléctrico, el boludo epileptoide, el boludo agitado, con la lengua afuera, el boludo que mueve la cabeza en todas direcciones, como si en alguna parte estuviera sucediendo algo de relevancia. Patología muy femenina, también, muy de boluda.
*Está el boludo ketchup o boludo mostaza. Es un boludo que mancha, un boludo torpe, un boludo al que se le caen las cosas. Un boludo que te da la mano y uno percibe que en alguna parte de esa palma hay moco, o miel, o dw40.
*Está el boludo fluorescente. Es un boludo que brilla, que encandila un poco, al principio, un boludo que puede incluso usar un pañuelo en el bolsillo superior del saco, o el pelo prolijamente cepillado. Es un boludo que por lo general usa gel. Es un boludo que cree que un tatuaje, o un piercing, lograrán atenuar su boludez. En la versión femenina es la boluda que cree que un corte de pelo diferente la vuelve distinta, que tal vez peinándose de otra forma se diluya aunque sea por un ratito su tremenda carga bolúdica.
*Está el boludo críptico. También conocido como boludo crucigrama, o boludo sudoku (ex boludo cubo mágico). Es un boludo que se hace el profundo, que habla complicado, que para pedir que le alcances la sal te puede recitar una estrofa de un tema de Spinetta, o una frase atribuida a Jenofonte.
*Está el boludo a cuerda. Es el boludo al que le cuesta arrancar con su boludez. Es un boludo que necesita un voto de confianza previo. Es un boludo que precisa que alguien, la novia o un vendedor de camisas, le diga ‘dale’. Es un boludo que necesita que lo empujen, que lo animen.
*Está el boludo dolby. Es un boludo de lo más común, sin notas de color en exceso distintivas, pero habla muy fuerte. Sobre todo en lugares públicos. Sobre todo en bares y medios de transporte.
*Está el boludo espasmódico. Es un boludo que lucha, que no se decide. Es un boludo que es boludo por completo, hace una boludez, dice una boludez, y para. Piensa. Y vuelve a empezar, para invariablemente hacer o decir otra boludez, a la cual le ha pegado un par de vueltas. Y así.
*Está el boludo light o boludo bajas calorías. Es un boludo descafeinado, un boludo actimel, un boludo que va por la vida descubriendo nuevos yogures que lo hagan cagar como una avispa, es un boludo que come un queso port salut que parece una aleación plástico gomosa, es un boludo que toma bebidas de colores chillones, y deja una botellita al lado de la cama porque cuando cogés perdés muchas sales. A decir verdad, es más que nada una boluda.
*Está el boludo Ferrari o boludo con alerón. Es un boludo apurado, un boludo entusiasta. Es un boludo que va rápido. Es un boludo con personalidad, con iniciativa. Un boludo dispuesto a no frenar en las curvas de la vida. Es un boludo que se ríe mucho, un boludo que utiliza su carcajada estentórea como un cortinado detrás del cual esconderse.
*Está el boludo espejado. Es un boludo al que no le importa en lo más mínimo lo que te pase, es un boludo al que no le interesa para nada lo que le digas. Es un boludo esperando su oportunidad, y la oportunidad siempre llega, para hablar de él mismo, porque no hay nada más interesante para él, que él, sobre la faz de la tierra.
*Está el boludo épico. Es el boludo, la boluda, que cree que haber comprado medio kilo de queso cuartirolo, o haber pagado una factura de gas vencida, debe ser encuadrado bajo la categoría de epopeya. ‘¿Sabés lo que me pasó hoy? Cuando quería bajar del colectivo, llovía. ¡Y tuve que dar un saltito!’.

Acepten entonces este módico aporte para la categorización entomológica que, mucho me temo, no termina nunca.

6.6.08

Jugo de naranja, jugo de pomelo

Debo confesar, debo instruir, que cuando dos personas se juntan y formalizan, por decirlo de algún modo, aquello que ha sido denominado ‘una pareja’, no existe, bajo ningún aspecto, un plan conjunto, un plan de esa nueva entidad. Lo que sucede, a partir de un momento cero que nunca puede ser precisado con exactitud, lo que acontece, entonces, es un plan personal que se impone, de manera violenta o consentida, por sobre otro plan personal. A veces un plan personal es vencido por la sencilla prepotencia del otro plan personal, a veces un plan personal consiente porque ha perdido su identidad, su rumbo, lo que equivale a decir que ha perdido su plan personal, y al no tener plan, su plan es descansar en el plan personal del otro, hasta recuperarse, tomar aire, y recordar cuál era el propio plan para poder seguir.
Es precisamente esta pugna lo que da naturaleza al vínculo, lo que lo sostiene, primero, y lo aniquila, no mucho tiempo después, aunque en este caso la temporalidad no deba ser entendida de manera taxativa.
No se trata, entonces, de mezclar jugo de naranja con jugo de pomelo, para descubrir, con refrescante alegría, que ha nacido un nuevo y magnífico jugo. Se impondrá la naranja, o se impondrá el pomelo. Pero no hay que confundirse ante una aparente linealidad de roles. Si triunfa la naranja, es claro que el pomelo de alguna forma sufre, se pregunta qué hace allí. Pero la naranja, una vez impuesta su voluntad, también advierte que tras haberse impuesto, superada la satisfacción primera, se incomoda. Para seguir siendo naranja, si de eso se trataba, ¿entonces cuál fue la función del pomelo? Si era naranja desde el principio, y observa, ahora, que es naranja al fin, entonces se ha equivocado, cree la naranja, a la hora de elegir el jugo compañero de mezcla.
La voluntad que se impone, en resumen, y la voluntad vencida, quedan presas de un extenuante fastidio.
Y descubren que lo interesante ha sido imaginar el jugo, buscar la fruta que nos mejore, aunque eso implique tomar un cuchillo, cortar al medio, apretar, en definitiva, destruir.

3.6.08

Sin recreo

en el subte
los muertos caminan.
eternamente pobres.
llevando sus propias lápidas
bajo el brazo,
en busca de un futuro imperfecto
que sólo existe en sus imaginaciones
post mortem.

sin embargo, y contra todo pronóstico,
puede observarse cómo algunos luchan
por un asiento.
temo que sea verdad. que todo canse.