31.12.04

Maldiciones bíblicas en general

Cualquier actividad humana está plagada de sentidos. O, seamos menos ambiciosos, posee al menos más de uno. Excepto trabajar, donde la única finalidad es ganar dinero. Tal vez a eso se deba que trabajar, al tiempo que resuelve una amplia cantidad de nuestras necesidades, nos seca el alma.

26.12.04

La mitad

El ser humano del sexo masculino en edad adulta, suele cuestionarse si ha llegado a la mitad de su vida. Los cuestionamientos en tal sentido suelen aflorar a los cuarenta años, por poner un número. Las dudas pueden tener lugar cinco años antes, o cinco años después, según el caso.
El tema suele generar algunos síntomas de depresión; debates respecto al avance de la medicina y su más que directo impacto sobre las expectativas de vida; tristeza general tanto por cosas que se han hecho como por las cosas que no se han hecho. Susto. Esperanza. Resignación. Duda.
Con el único ánimo de aportar al debate, deseo remarcar que cuando surgen las mencionadas cuestiones respecto a la mitad de la vida, es precisamente y en todos los casos, sin excepción, cuando la mejor mitad ya pasó.

24.12.04

Juguemos, juguemos

En una oficina del planeta tierra, por motivos tan triviales como la cercanía de fin de año, soy convocado para participar de un juego, por todos conocido, denominado 'el amigo invisible'.
Ante el requerimiento, digo: 'preferiría tal vez, seguir como siempre, jugando al enemigo visible'.
Mi comentario, al parecer, no es bien visto por mis compañeros de trabajo, que se alejan de mi persona, en un reprobatorio silencio.

18.12.04

Conversaciones con Paul Maker

Después de analizar con sumo cuidado grupos de gente con dinero, de distintas nacionalidades, edades y religiones, llegamos a la conclusión que los ricos y los pobres son diferentes.

11.12.04

Para vivir en sociedad

Nunca he tenido un problema de resistencia a la autoridad. Excepto cuando me piden que haga algo que no quiero. O que no me gusta.

4.12.04

El canon

Cuando se finaliza la lectura de alguno de los denominados ‘clásicos’ de la literatura universal, el afortunado lector experimenta variadas sensaciones.
En primer lugar, beatitud. En segundo lugar, admiración por esos magos capaces de transformar al mero acto de escribir en algo equiparable con la capacidad de un Dios. En tercer lugar, y quizás no en ese orden, una mezcla de perplejidad y gratitud por haber podido participar de tan fascinante viaje.
En mi caso personal, deseo agregar a estas sensaciones un profundo hambre. Ganas de comer. De morfar, si se me permite el término.