28.7.07

Sensaciones únicas, irrepetibles

Dicen los que saben que saltar en paracaídas provoca una sensación única, irrepetible. El caer desde tres mil metros de altura, caer y caer, sin nada que te sostenga, caer hacia la nada por un instante que está construido de la más pura de las eternidades.
Lo mismo me ha sucedido a mí, al abrir la puerta del pequeño placard, y descubrir que se me ha terminado el whisky.

Presurosa

Sentada sobre la cama, con bombacha pero sin corpiño, algo despeinada y con la mirada perdida en algún punto de la pared, en el espacio entre la televisión y la puerta, espacio hecho de sucesivas capas de mugre y por lo tanto sin atractivo ni posibilidad de develar misterio alguno. Ella, decía, habló, dijo que estaba atravesando el difícil período de la depresión posparto.
Entonces, con pausa, con delicadeza, sin ánimo de aventurarme a rebatir una patología tan íntima, me permití sugerirle que tal vez su estimación era algo apresurada.
Ni siquiera habíamos cogido.

25.7.07

A las escondidas

Esta mañana me desperté con la firme certeza de ser otro. Una persona diferente, con atributos y cualidades que yo desconocía. No creo que exista cosa más asombrosa; como mirarse al espejo y no reconocerse.
Pero lo sé, lo intuyo, lo adivino, todo esto tiene una explicación. Lo hago para poder, esta noche, soñar con parecerme a mí.

21.7.07

Jabalí

Si se tiene la paradójica oportunidad de ser invitado a presenciar la caza de un jabalí, se descubrirá casi de inmediato y sin ser un idóneo en la materia, que algunos participantes de la actividad están acometiendo una práctica con ribetes lúdicos, mientras otros deben participar de la misma desde el peculiar costado de la supervivencia.
Lo que aflora para el sorprendido observador, lo que emerge, es que quien lucha por la supervivencia, el jabalí en este caso, no podrá divertirse por lo que dure el suceso.
Si bien toda extrapolación peca de desafortunada, yo me atrevería a jurar que lo mismo ocurre en el ámbito laboral.

Tan lejos del Ganges

Después de fornicar, todos los atributos de aquella mujer, que habían llamado mi atención, se habían esfumado. Sólo quedaba una cáscara repleta de rencor y frases hechas.
Lejos de fastidiarme, se me ocurrió pensar que tal vez me aproximaba a ese recóndito conocimiento hindú, en lo que se refiere al tercer ojo.

18.7.07

Pesada carga

Me cruzo con un hombre que lleva media res sobre sus hombros. Acaban de sacar, con ayuda de otro hombre, la media res de un camión. El hombre debe caminar treinta o cincuenta pasos, hasta la carnicería donde entregará la mercancía. Va vestido de un blanco sanguinolento. Suda copiosamente.
Yo llevo mi birome en el bolsillo, y mis pensamientos.
Tengo intenciones de manifestar algo que me redima, de explicarle al hombre que yo también sostengo una pesada carga.
–Cuidado, gil –dice y sigue de largo.
Las tristes lecciones de contundencia de lo fáctico.

14.7.07

Laboratorio

Cuando veo a alguien pedaleando una bicicleta fija, o corriendo en una cinta, me sorprendo lo indecible. Mi estupor alcanza ápices de paroxismo.
Los hámsters que acceden a realizar prácticas similares, lo hacen bajo la más severa de las coacciones.

Maestro Po

La mujer que me acompaña quiere saber qué somos. Así me lo ha preguntado. Quiere saber qué ribetes de formalidad alcanza la precariedad de nuestro vínculo. Quiere saber, como si se tratara de un electrodoméstico, la durabilidad del mismo, cuál es su resistencia ante golpes y caídas, si funcionaría de la misma manera en distintos climas, cuánto dura la garantía.
Lo que yo quiero saber es qué llevaba kung fu en el bolsito, para lucir siempre, ante los acontecimientos más adversos, ante las circunstancias más extrañas, tan tranquilo.

11.7.07

Inflamaciones

Yo creo que debería cobrar por respirar.
Yo creo que la gente debería hacer interminables filas, acampar incluso varios días bajo la lluvia, soportar el más absurdo de los fríos, sólo para oírme pedir un café, murmurar una interjección, balbucir una oración unimembre.
Yo creo que mi esperma, mis uñas, mi saliva, debieran ser comercializados bajo el rubro de ‘artículos suntuarios’, o rematados en Sotheby’s, o envasados como el más exótico de los perfumes, u ofrecidos sólo en clínicas secretas y especializadas, como pócimas capaces de curar las más difíciles dolencias.
Son dos o tres minutos por año, no más. Ya se me pasa.

7.7.07

Moralejas, zapatillas

Compré un par de zapatillas, alguna vez, y las guardé. Ya tenía zapatillas en ese momento. Pero las compré porque me gustaron; eran lindas, de verdad. Y las guardé, eso ya lo dije, a la espera de una ocasión especial, del momento apropiado para comenzar a utilizarlas.
Como todo en esta vida, el momento llegó. Me puse las zapatillas y fui a hacer lo que tenía que hacer.
Estaba reunido con un grupo de personas, tomando cerveza, después de una caminata, sentado, al sol, y el pegamento de las zapatillas cedió, y por lo tanto la suela cedió, y yo quedé, de manera tan literal como taxativa, descalzo.
Si yo fuera Esopo esta historia tendría una moraleja del tamaño de un árbol.
Pero como no soy Esopo, me limitaré a decir que tal vez no exista aquello que yo mismo he dado en llamar la ocasión especial, el momento apropiado.

De camping

–¿Oís el ‘cri cri’? Debe ser un grillo. Pero no lo veo.
–También puede ser que te estén crujiendo las meninges. ¿Hace cuánto que no intentabas pensar en algo?

4.7.07

Poema para confundidas

no confundas melones con guirnaldas
no confundas ternera con ternura
no confundas paciencia con espalda
no confundas un camión con tu premura.

no confundas caviar con un soplete
no confundas lo triste con lo abyecto
no confundas piolín con barrilete
no confundas tetas con proyectos.

no confundas viajes con vivencias
no confundas un reloj con tus dolencias.
que te muerda un Fox Terrier no es la muerte.

no confundas amor con alfajores
no confundas momentos con mascotas.
y por favor, no rompas las pelotas.