31.5.06

Actitud, estilo

me quemo.
y mientras me quemo
me prendo fuego
para estar seguro.
y mientras estoy seguro
llamo a un médico

no para que me cure, por favor;
sólo quiero que me confirme
la gravedad del daño.
y mientras me confirman la gravedad del daño
pido más fuego

enciendo un cigarrillo
y digo que ya sé.


*no soy de andar mostrando mi vena poética. me parece, no sé, que es como andar mostrando las várices. pero hoy tuve ganas. y yo todavía creo en las ganas (gánico, diría Federico Peralta Ramos, y yo me pondría de pie).

Perverso y cruel

Los juegos de azar han sido diseñados para que las probabilidades jueguen en contra, siempre en contra del iluso participante.
Esto, lejos de ser casual, contribuye a la esencia misma del juego. El sujeto sabe que va a perder; el sujeto decide recostarse en la suerte en cualquiera de sus manifestaciones.
Lo descripto deja en evidencia la perversa naturaleza de los juegos de azar.
Lo interesante es que la vida, sin tantas precisiones de carácter estadístico, suele ser mucho más cruel.

Nociones elementales de la física

El desconocimiento de leyes básicas de disciplinas tradicionales, por ejemplo las matemáticas o la física, puede resultar un severo condicionante a la hora de interactuar con otras personas.
No quiero con esto decir que uno deba ir por la vida repasando conocimientos tan abstrusos como los relacionados con la dinámica de los fluidos, a la hora de tomar un café. Un mundo así sería en extremo dificultoso, árido, frío.
Pero sí creo que uno debiera conocer, por ejemplo, los rudimentos de la ley de gravedad.
Debería usted entonces, tal vez, aprovechar estos conocimientos elementales para abandonar esa inconcebible dosis de soberbia con la cual se dirige a mi persona.
Lo que quiero decir es que se le han caído a usted las tetas de una manera más que evidente.

27.5.06

La gota en la piedra

Hablo con una mujer; me dice que una de las pocas cosas en las que cree es en el esfuerzo. ‘Creo en el esfuerzo’, me dice.
Me cuenta que la hace feliz salir el fin de semana con un grupo de amigos. Pedalean sus bicicletas entre seis y ocho horas por día. Cruzan ríos peligrosos, desconozco el cómo. Duermen al aire libre, a merced de las serpientes y de los osos. Se alimentan de lo que pueda proveerles la naturaleza.
Suele volver, cansada y feliz, dispuesta a insistir, la próxima vez, con un esfuerzo mayor.
Extrapolar la lógica del esfuerzo a otros ámbitos, puede ser el afectivo, puede ser el arte, es una de las cosas más tristes que se me ocurren en este momento. En un mundo donde todo pudiera ser resuelto por la voluntad, ¿qué triste rincón quedaría para el talento?

Giros copernicanos

Cuando suena mi teléfono celular, me maravillo ante el progreso tecnológico. No puedo menos que reverenciar el milagro de la comunicación. Alguien desea transmitir un mensaje a alguien, a una distancia inconcebible, y existe un adminículo que lo permite.
La inteligencia en estado puro, aplicada a resolver una necesidad. Y de pronto algo inesperado, algo que antes no podía hacerse, puede hacerse. Un giro copernicano.
Por lo general, los llamados que recibo son para comunicarme idioteces de diverso tenor. Esa situación poco feliz no debiera invalidar nada de lo expuesto.

24.5.06

No lo que usted pensaba

La periódica repetición de un acto, con relativa frecuencia, le quita toda, o casi toda, la gracia. El dominio del acto en cuestión gracias a las sucesivas repeticiones, permite ejecutarlo de una manera casi displicente, perdiéndose de esta forma la emoción y atención primigenia.
Existen, como todo en esta vida, algunas excepciones que sirven para confirmar la regla expuesta.
Meterse el dedo en la nariz, for example.

Publíquese, archívese

A mayor cantidad de alimentos consumidos que han sido cocinados en un microondas, menor capacidad neuronal del sujeto en cuestión.

20.5.06

Dejá, yo te lo caliento

Cuando conozco a alguien que ingiere alimentos cocinados en un microondas, siento una honda pena.
Por los alimentos, no por la persona.
Los alimentos, sometidos a ese curioso proceso, quedan transformados en un extraño material, de compleja definición; en cualquier caso se trata de algo no apto para el consumo humano.
La persona en cuestión, la imbecilidad que exuda, viene de un pretérito difícil de precisar. No es justo asignarle toda la responsabilidad a un diabólico electrodoméstico.

Manchas

Busco trabajo. Consigo trabajo. Dentro de las formalidades previas, debo sacarme sangre, llevar una muestra de orina, pasar un examen psicológico.
Concentrémonos en el análisis psicológico. El análisis de orina parece un procedimiento mucho más específico, menos difuso.
Concurro al análisis psicológico. Me recibe una mujer. Hablamos de trivialidades. Me siento. Al revés, al revés: primero me siento, luego hablamos de trivialidades.
Me dice que me va a hacer un test de manchas. El test consiste en que me muestran cartones con manchas diversas. Yo debo decir qué veo en cada cartón. Libremente. Ante mis comentarios sobre cada mancha, ella hace algunas preguntas, y algunas anotaciones.
Pasadas algunas manchas, vuelve a mostrarme el primer cartón, con la primer mancha. Es la mancha donde he visto un monstruo, un insecto, un murciélago.
Reproduzco el diálogo que tuvo lugar:

Ella: ¿qué ve?
Yo: Un monstruo.
Ella: ¿Qué más ve?
Yo: Un insecto, un murciélago, un bicho.
Ella: Ajá (anota algo, suspira, piensa). ¿Qué más?
Yo: Sí. Veo una hamburguesa con jamón, queso, tomate y huevo. También veo mayonesa. No; no es mayonesa. Es mostaza. Una generosa dosis de mostaza.
Ella: (No dice nada. En su rostro veo algo de estupor, de duda. Veo que lamenta estar tan lejos de la puerta. Veo que está calculando sus posibilidades de llegar a la puerta sin que yo la atrape. Está intentando recordar si hay gente en la sala contigua. Está pensando si alcanzará con gritar; si un buen grito será suficiente).
Yo: Es que es algo tarde, y no almorcé. Disculpe.

17.5.06

Módico homenaje a los Guns & Roses

Compro un ramo de flores. Rosas. Rojas. Y camino una buena media hora por el microcentro de la Ciudad de Buenos Aires, Capital de la República Argentina.
Soy observado, con mayor inquietud y resquemor que si caminara con una ametralladora.
No sé si se entiende lo que quiero decir.

Mejorando

Al acostarme sobre el pasto, soy picado por una hormiga. Reprimo mi instinto de zanjar la cuestión de la manera más inmediata posible. No la mato.
La coloco sobre la yema del índice de mi mano derecha, y me paso unos buenos quince minutos preguntándole el porqué de su accionar.
Conozco algunas chicas que me dirían que sí, que hice bien, que voy mejorando.

13.5.06

Frío, calor

En verano, por lo general, tengo calor. En invierno, la mayoría de las veces, tengo frío.
Existen un montón de situaciones en las cuales es menester patear y morder para modificar la realidad. Y otras donde lo único necesario es limitarse a un curioso ejercicio de aceptación.
Si uno se empeña en modificar lo que debiera aceptar, y en aceptar lo que debiera modificar, su vida será un completo desastre.
Si no se comete tan primitivo error, la vida será un desastre. También. Pero existen altas chances de estar un poco más cómodo, no me atrevería a utilizar el término ‘relajado’.

Un café

Cuando llega el calor, concurro a un parque, los domingos por la mañana, con el único objetivo de observar a las chicas que andan en bicicleta. Veo dientes apretados, empeño, dedicación, exigencia del propio cuerpo más allá de cualquier criterio de racionalidad, sudor.
Me gusta verlas; es la energía, la alegría, las ganas.
No puedo evitar pensar que si a cualquiera de estas amazonas se les solicitara, por ejemplo, que preparen un café, en el marco de una escena doméstica más o menos tradicional, se fastidiarían lo indecible.
La energía mal canalizada, la energía fuera de foco, es una de las cosas que pueden hacerme llorar.

10.5.06

Frutos secos

He estado comiendo frutos secos todas las mañanas, en el desayuno. Nueces, almendras, bellotas, avellanas, y hasta maníes. Me han dicho que los frutos secos tienen un alto contenido en fósforo. Y el fósforo es de vital importancia para la actividad cerebral.
Pasado un mes, mi actividad cerebral continúa con su embotamiento acostumbrado. No consigo percibir cambios sustantivos en mi caudal de ideas. Sin embargo, mis erecciones han mejorado de manera sensible, tanto en calidad como en cantidad. La potencia de mi eyaculación se ha vuelto inusitada.
No dejo que el estado actual de situación me sorprenda ni me intimide.
Uno se pasa la vida buscando algunas cosas. Y hallando otras.

Métodos no tradicionales para detener a un elefante adulto lanzado en velocidad

Bajo a correr al parque, con el objetivo de moverme. Cuando uno tiene dudas sobre su propia existencia, una de las cosas más recomendables es moverse.
En el parque hay puestos, donde algunos individuos se dedican a vender chucherías sin importancia, muñequitos de plástico, zapatos usados, ceniceros, candelabros, collares, esas cosas.
A mi paso, un sujeto se dedica a acomodar su puesto, bajo la atenta mirada de otro sujeto. De alguna forma, son socios. Uno acomoda y vuelve a acomodar artículos sin importancia, para lograr una mejor exhibición de los mismos, mientras el otro toma mate.
Es entonces cuando tiene lugar el diálogo que detallo a continuación.
El sujeto que acomoda las cosas, en adelante, es el sujeto 1. El sujeto que toma mate, es el sujeto 2.

Sujeto 1: Ya está. Listo. Terminé.
Sujeto 2: No. Todavía no terminaste.
Sujeto 1, algo desconcertado: ¿Cómo que no? ¿Qué falta?
Sujeto 2: Todavía no acomodaste tu dolor.

Quien esto escribe, en adelante ‘yo’, se detuvo. Dejó de correr.

7.5.06

Curso de oratoria

Desde que no tengo nada para decir, empleo un tono mucho más solemne.

La frase

En las películas de cowboys nunca ganan los indios.
No consigo recordar si la frase es de mi autoría, si la decía un personaje en una película, o si la escuché hace algunos años en medio de una conversación.
Sé que la frase me parece importante, aunque desconozco su utilidad específica.

6.5.06

Llorar

Dice la frase, tanto en lengua inglesa como castiza, que no se debe llorar sobre la leche derramada.
Pero yo me pregunto porqué no. Que limpie otro.

Deportes

El deporte denominado ‘fútbol’, consiste, para resumir y no extenderme en las explicaciones, en once jugadores por bando. Hay dos arcos, uno en cada extremo longitudinal del campo. Hay una pelota, un balón. El objetivo del juego consiste, para cada equipo, en introducir el balón en el arco contrario. La tarea, que exige importantes dosis de coordinación y energía, debe ser llevada a cabo, principalmente, con los pies. Dicho de otra forma, no se puede transportar la pelota con la mano. Se puede emplear los pies, principalmente como dije, y la cabeza. Pero no las manos.
Hay una función específica que cumple un jugador de cada equipo, denominado ‘arquero’, y que consiste más que el resto de sus compañeros en defender, custodiar, el arco propio. Ese jugador puede usar las manos, y los ya mencionados pies, con los citados fines de proteger su valla, su arco.
Cuando un equipo logra introducir la pelota en el arco contrario por el procedimiento descripto, tal evento se denomina ‘gol’, y es un punto, un tanto.
Cuando el juego termina, por lo general al cabo de noventa minutos divididos en dos tiempos de cuarenta y cinco, el equipo que ha marcado más tantos es el que resulta vencedor.

Comer un sándwich de mortadela requiere por lo general de una bocha de mortadela de cuatrocientos gramos, ésa es su unidad de medida. Deben cortarse rebanadas de mortadela más bien gruesas (un centímetro de espesor). Hacen falta dos rebanadas de pan negro por cada sándwich. El pan debe ser untado, en una de sus caras, con una generosa dosis de manteca. Se coloca entonces las rodajas de mortadela sobre la capa del pan untado con manteca. Se usa la otra rebanada de pan para cubrir la mortadela.
Para comer el sándwich, se deben utilizar ambas manos.

Lo que se desea dejar en evidencia, es que uno puede hallar virtudes, destrezas y alto contenido lúdico en las más diversas prácticas.

3.5.06

Arte de magia, o una clase de magia, o magia

Los turistas, en su amplia mayoría, suelen mostrarse, por decirlo de alguna forma, en un estado de ánimo ‘expansivo’. Se los oye gritar, se los oye reír. Usan gorros, usan prendas de vestir multicolores. Todo parece generar en ellos una sorpresa grata, una sana alegría.
Una vez devueltos a su lugar de origen, todas y cada una de las cualidades mencionadas desaparecen de inmediato, casi como por arte de magia.
El sujeto en cuestión vuelve a ser lo que es, recupera su acostumbrado, y porqué no anodino, gris.
‘Quedan las fotos’, dirá cualquiera de ellos, ‘quedan las fotos que prueban lo que vi, lo que hice’.
‘Quedan las fotos’, digo yo también. Y no diré nada más.

10%

Escribo un poema por año, durante diez años. Y creo, sin pecar de soberbio, que hay algo bueno en mí. Pongamos un diez por ciento. De esta forma, al cabo de diez años, podríamos estar casi seguros que habré escrito un poema digno.
Dichoso con lo creado, decido insistir, decido repetir el procedimiento, por otros diez años más. Y obtengo otro poema. Ahora son dos poemas.
Con la mezcla de lucidez y reflexividad que suele otorgar la edad adulta, y tal vez los prolegómenos de la vejez, vuelvo a practicar. Diez años más. Un poema más.
Mientras vos vivías tu vida, yo he escrito tres poemas. Son para vos; te los dejo arriba de la mesa.