Renuncio
La capacidad de prescindir es un arma tan poderosa, que no concibo cómo alguna vez tuve la inquietud de poseer algo.
*Obra inédita de Juan Hundred
La capacidad de prescindir es un arma tan poderosa, que no concibo cómo alguna vez tuve la inquietud de poseer algo.
Las oportunidades en las cuales he tenido que adquirir cualquier objeto, he podido observar que el vendedor se coloca de inmediato un peldaño por encima de mi necesidad. El sujeto exhibe una clara sensación de superioridad. El mensaje implícito sería más o menos así: ‘yo tengo lo que vos querés comprar’.
En el cielo las estrellas
El intento por comprender al otro no sólo es inútil, sino que termina por arruinar en el orden de un noventa por ciento las relaciones humanas. En una oportunidad tuve una novia a la que comprendí con sorprendente exactitud en un instante del tiempo. Fue en una noche en que dormíamos juntos. Me miró después de tocarme el hombro, y me dijo: ‘¿Podés cerrar la ventana? Tengo frío’. Debo admitir, tal cual dije, que mi comprensión fue total. Me di vuelta, entonces, y seguí durmiendo.
El psicoanálisis genera una patología tan desagradable como difícil de corregir. El solazarse en la narración de problemas tan personales como nimios, mientras alguien, en este caso el doctor, nos presta una desmedida atención, termina por originar en el paciente un egoísmo extremo, rayano con la megalomanía. El paciente sale de la consulta sin haber solucionado nada; tapa la cuestión de fondo el hinchado ego que lo hace sentirse centro, sino del universo, al menos de algo.
Me encuentro a desayunar con mi amigo J.C., que vuelve al país tras haber finalizado un doctorado en economía en Maryland. Le pregunto, ahora que ha terminado sus estudios, a qué piensa dedicarse. Me cuenta que piensa hacer un doctorado en matemáticas, becado, como la vez anterior. En esta oportunidad, sus estudios tendrán lugar en Holanda. Lo felicito por cortesía, y le consulto cuándo se le ha despertado la pasión por las matemáticas. Me responde que no tiene pasión alguna por las ciencias que ha estudiado, ni por las que estudiará en el futuro. ‘Sucede que no existe en el mundo nada que me parezca peor que trabajar’, dice.
El psicoanálisis es una maniobra distractiva. Tras unas pocas sesiones uno deja de cuestionarse el problema específico que lo atormenta, y pasa a cuestionarse toda su vida. De esta forma, el problema que lo condujo a uno al diván no es solucionado en absoluto, sino que debe patear y morder para pelear su lugar en la fila de problemas descubiertos. Es entonces cuando existe la posibilidad que el problema en cuestión, viéndose desplazado de su protagónico pedestal, se ofenda, se canse, y tal vez se vaya.
Las matemáticas son muy simples. Cuando asisto a una fiesta, la comida debe superar en calidad a la charla.
La chica me comentaba su nutrida vida social como un síntoma de distinción.