Vas por la vida, qué otra cosa vas a hacer, qué otra te queda. Vas por la vida, se mueve la cinta transportadora. Es una situación ajena a tu voluntad, por decirlo de algún modo.
Vas y te mostrás, lo que sos, tus pequeños logros. Tu hijo o tu auto, las zapatillas que te pudiste comprar, el matrimonio que pudiste sostener. Creés que tu trabajo o tu esposa o tu perro Fox Terrier pelo duro, las fotos de tu último viaje a Buzios, ese cursito de fotografía, bueno. Eso es lo que sos, lo que tenés para mostrar de vos. Cada uno con sus particularidades y estilos.
Pero no. Está mal. No es así, y ése es justamente el corsé que te aprieta. Es el problema. Porque lo que te define es todo lo que no sos. Estás hecho de todo lo que no te salió, los sueños rotos, los colectivos que no pudiste alcanzar, los whiskys que no tomaste, los abrazos que no te dieron.
Si pudieras presentarte desde ahí, desde todo lo que quisiste y no pudiste, desde todo lo que te hubiera gustado y no sucedió, ahí sí, quizás todavía podrías ser interesante. Al menos para mí.