El termómetro
Cuando hace frío, la gente que me cruzo por la calle, sufre el frío. Cuando hace calor, la gente que me cruzo por la calle, sufre el calor. En lo que respecta a mi sufrimiento personal, el clima es anécdota.
*Obra inédita de Juan Hundred
Cuando hace frío, la gente que me cruzo por la calle, sufre el frío. Cuando hace calor, la gente que me cruzo por la calle, sufre el calor. En lo que respecta a mi sufrimiento personal, el clima es anécdota.
Otra vez. En un bar. Una mujer me explica que puede vivir perfectamente bien sin mí. Se regodea en su explicación. Parece disfrutar al herirme, así que decide explayarse.
En el Museo de Ciencias Naturales los visitantes se esfuerzan por imaginar un mundo con dinosaurios vivos.
El concepto de ‘iceberg’ suele ser más que útil a la hora de comprender la mayoría de los problemas que suelen aquejar al hombre moderno. El problema en el plano real, lo que se ve, es infinitamente más pequeño que lo que no se ve, y que sucede precisamente en el plano imaginario, bajo la superficie.
De los actos de fe, deseo hacer hincapié en uno que ha llamado mi atención. Uno que merece mi consideración y respeto. No son las procesiones, no. Ni los ayunos, de ninguna manera. No me conmueve la gente que camina descalza, cientos de kilómetros, en pos de un milagro. Ni siento particular interés por las penitencias en cualquiera de sus formas.
Cuando alguien explica hasta el hartazgo el porqué de sus actos, me aburro de manera invariable. Prefiero la gente que hace lo que hace porque sí. Y que luego no se queja.
Por algún motivo que no alcanzo a comprender, la gente parece querer reunirse con sus compañeros de la escuela primaria, treinta años después, o con los compañeros de la secundaria, veinticinco años después, o variaciones por el estilo.
La enfermedad, cualquiera, genera en el portador el deseo de resistencia, de lucha, de victoria contra el agresor de turno.
Según cuentan los cronistas de la época, la Señora Eva Perón, más conocida como ‘Evita’, recibía a los pobres, a los más humildes, vestida con las prendas más caras, más lujosas. Pieles, joyas, vestidos con exquisitos brocados.
Emprendo mi habitual via crucis con un curioso buen humor. Me aboco a mis cotidianos e insípidos menesteres con alegría, casi feliz. Siento que cosas maravillosas pueden suceder a cada paso, modificando el gris preestablecido.
La versión del tema ‘porque yo te amo’, cantada por Leonardo Favio, es infinitamente mejor que la versión cantada por Sandro. Sin embargo, es el segundo quien goza de un éxito y reconocimiento por lejos superior al primero.
Detallo el problema, a continuación, con fines descriptivos.
Cuando reflexiono sobre una cuestión específica, no intento establecer juicios valorativos, como sostienen buena parte de mis seguidores. Tampoco intento que mis ponencias, más allá de la línea argumental que desarrollan, se transformen en hechos estéticos en sí mismas, como piensan un grupo no menor de quienes me leen.
Proceda a realizar el siguiente experimento:
En la pizzería, la chica me cuenta lo feliz que será cuando viva en New York. Lo feliz que será cuando sea la cantante de una banda de jazz compuesta en su totalidad por músicos negros. Lo feliz que será cuando consiga dejar su trabajo actual para hacer lo que le gusta; cuando se reconozca su esfuerzo, su arte; cuando triunfe.
La facultad de mover objetos con la mente se denomina telequinesia. Si en lugar de objetos, lo que se pretende es mover seres vivos, más precisamente humanos, debe recurrirse, casi sin excepción, al dinero.
El anuncio de un caso de doping en un deportista argentino, por televisión, me deja pensando. En lo personal, considero que en la competencia de alto rendimiento, no debiera existir control alguno. Que cada uno consuma lo que quiera. Que se inyecten oxígeno en los huevos. Que coman ranas crudas. Que se corten las orejas. Que se implanten en los pies un pulgar de gorila en reemplazo de cada dedo.
Cada vez que conduzco un vehículo y observo que el vehículo que marcha delante pone la luz de giro, jamás se me da por pensar que tiene en sus planes doblar.