22.3.06

Mover montañas

De los actos de fe, deseo hacer hincapié en uno que ha llamado mi atención. Uno que merece mi consideración y respeto. No son las procesiones, no. Ni los ayunos, de ninguna manera. No me conmueve la gente que camina descalza, cientos de kilómetros, en pos de un milagro. Ni siento particular interés por las penitencias en cualquiera de sus formas.
El acto de fe más importante, y tal vez el más tremendo que me ha tocado presenciar, es alguien, dentro de un taxi, en un día de lluvia, desempañando una ventana con el dorso de una mano.
La fe, la más pura fe de creer que del otro lado del cristal, pasados unos pocos minutos, pueda ser todo diferente.

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