29.7.06

Paréntesis pornográfico

Te voy a rociar con whisky, Johnnie Walker, etiqueta negra.
Te voy a encender con un par de fósforos.
Te voy a coger flambeada.

*El autor se disculpa por los excesos verbales, pero esto fue lo que dijo, esto fue lo que le surgió, esto fue lo que vino a su mente, en medio, bueno, en medio de situaciones donde cuesta dominar algunos impulsos, cómo no las palabras.

Tus tetas

Le hablé.
Le hablé y le hablé y le hablé. Y mientras hablaba me di cuenta que ella estaba fascinada con mis palabras, como sólo puede estarlo alguien que desea con todas sus fuerzas ser discípulo/a, sin importar de qué. Se lo dije, incluso, arriesgué la invención de un verbo. Le dije que lo que ella quería, y tal vez lo que necesitaba, era ‘discipulear’. Para luego, en un año como mucho, descubrir que el maestro, el objeto de adoración, tampoco sabe nada, o casi nada. También está perplejo. Y si no está perplejo, entonces peor, mucho peor. Porque el que no está perplejo de vez en cuando es un imbécil rematado.
Ella asentía. Sonreía. Mitad aburrida, mitad fascinada.
Entonces le dije que era todo mentira. Que todo lo que yo había dicho la última hora era falso. Le dije que yo era un mentiroso, un farsante, un impostor.
Le dije que lo único que me apetecía en el momento era agarrarle esas exquisitas tetas y tenerlas en mis manos un rato largo, quince minutos, tal vez, media hora. Tocar esas tetas, apretar esas tetas con la intensidad con que un chico apretaría su chocolate preferido, plagado de maravillosos futuros, de infinitas posibilidades.
Agarrar esas tetas antes que dejaran de ser tetas, antes que un maldito simio con visera y chaleco hiciera chasquear su reloj y ¡plop!, las tetas mutaran en glándulas mamarias.
Y ella se puso a llorar, por sus tetas. Lloró como se llora por la pérdida de un familiar, de alguien muy querido. Lloró como se llora cuando la mala suerte te da un cachetazo que te hace picar la cara.
Entonces se hizo un silencio y no supe si yo debía pedirle perdón; si ella debía darme las gracias.

26.7.06

Cura para obsesivos

Saber que se está a un cromosoma de distancia de un salame, o un mono, debiera bastar para comenzar a tener fe en la casualidad.

Augurios

Para la Navidad, para el año nuevo, la gente suele imbuirse de un benigno sopor, de una beata somnolencia. La gente se abraza, la gente sonríe, la gente se desea lo mejor de manera indiscriminada.
Si mi capacidad de percepción no me falla, y estamos en presencia de los mismos energúmenos con los que me ha tocado lidiar durante el tan tedioso como pretérito año, entonces debieran suceder acontecimientos algo diferentes.
Debieran, por ejemplo, como decía, recibir a Papá Noel y molerlo a palos, entre todos, golpearlo en el piso, y robarle las botas, y fornicar con alguno de los renos, para luego comerlo con guarnición de papas a la provenzal, y quemarle a Papá Noel la barba con un cigarrillo, y amenazar con fracturarle los dedos de la mano, uno a uno, uno por día, si alguien, no sé, la hermana, Mamá Noelia, no paga el rescate.
Perdón. Ya lo sé; me excedí. ¡Ya pedí perdón! No fue mi intención ser blasfemo.
Es por comentarios como éste, imagino, ahora que lo pienso, ahora que reflexiono, que desde hace un tiempo, no mucho, treinta años, tal vez, más o menos, que paso las fiestas solo. Muy solo. Tremenda y deliciosamente solo.

22.7.06

Capitalismo, nota a pie de página

Y en el repetitivo acto de comprar, creen que existen.

Houellebecq dixit

El autor, para referirse, entiendo, a la importancia de la cópula, de la fornicación, del clásico ñaka ñaka, dice, o no dice, mejor aún, escribe: ‘la evidencia geométrica’.
Me pongo de pie. Aplaudo.

19.7.06

Más gordo

Mi vecino me encuentra en el ascensor. De manera tan subrepticia como impensada, me apoya una palma sobre el abdomen.
–Estás más gordo –dice, y sonríe, como sólo puede sonreír alguien que ya no espera nada de la vida propia; alguien cuya mayor actividad es limitarse a saborear el fracaso ajeno.
La situación me toma desprevenido, indefenso. Me sorprende.
Posibles respuestas, ya que probabilísticamente hablando, la situación puede volver a ocurrir.
1- Sí, pero se me para.
2- Tal vez usted no advierte que con sólo mirarlo fijo, puedo provocarle glaucoma.
3- Le pido por favor que no me hable. Usted me repugna.
4- No es panza; es esperma que acumulo por si se da la ocasión apropiada.
5- No es panza; son mis huevos.
6- No es panza; es la joroba, que se me cayó.
7- Usted no tiene la culpa. Cuando alguien sólo tiene para mencionar defectos en otro, es sólo frustración y más frustración. Es triste, pero no tiene remedio. No pasa nada.
8- Le pido por favor que no me salpique usted con su fracaso.
9- (Mirando hacia arriba, unos 5 centímetros por sobre su cabeza) Perdónalos, señor, porque no saben lo que hacen.
10- Yo no tengo la culpa de todo lo que le salió mal.

Fin de las respuestas.
Pero debo estar algo viejo, falto de ingenio, porque me quedé mirando su mano, sin decir nada.

Matemáticas para chicos con inquietudes

Las paralelas no se tocan, pero son lesbianas.

15.7.06

Para viajar en avión

Cuando se viaja en avión, es buen momento para comprender la fragilidad de los piolines que sostienen una vida.
Con la predisposición adecuada, entonces, puede uno entender que no fue tan grave que la chica de la primaria, Andrea, la de las dos colitas y sonrisa como un sol, te dijera que no, que de ninguna manera, que bajo ningún concepto estaría dispuesta a caminar una cuadra de la mano con vos.
Con el debido temple, se asimila que la mermelada de durazno olvidada en la heladera pueda estar vencida. O no. Y que lo mejor que se puede hacer al respecto es confiar en la suerte.
Con el reposo de espíritu que sólo da mirar por la ventanilla desde cinco mil metros de altura, se entiende que la camisa comprada para una ocasión especial ya no te entra.
Lo importante cuando se viaja en avión, es adquirir ese estado reflexivo y sereno.
Porque la ley de gravedad siente particular satisfacción en sorprender a los precavidos, a los previsores.

Análisis malintencionado de dichos populares

Alguien me dice: ‘el que calla, otorga’. Tal vez ignora que, para quien esto escribe, existen oportunidades en las cuales otorgar resulta infinitamente más barato que seguir escuchando.

12.7.06

Aclaración

Ya sé, ya sé, están esos fanáticos de la nada dispuestos a jurar que uno es lo que come. En cuyo caso, mi corazón es de fugazzetta.
Y están los maratonistas de la vida que juran que uno es lo que hace. Entonces, yo soy un hombre en un bar, un hombre que observa sin demasiado interés, a través de una ventana.
Y están aquellos amantes de la radioactividad, que sostienen eso de ‘dime con quién andas, y te diré quién eres’. De ser así, soy un imbécil sin excusas, el 97% de mi tiempo.
Aclaremos el maldito tema de una vez. El hombre no es lo que come, ni lo que hace, ni con quien anda. El hombre es lo que desea.
¿Estamos?

En una clase de historia, en una escuela primaria

Un alumno afirma, con la seriedad del caso y una más que rigurosa raya al costado en su peinado, que la antigua región del Alto Perú estaba donde en la actualidad se encuentra el Shopping Alto Palermo.
Le doy una amistosa palmada en el hombro, y le digo al muchacho que está muy bien, que puede sentarse, que ha aprobado.
Por la ventana del aula se ve el patio, donde brotan las glicinas. De manera por completo inesperada viene a mi mente el rostro de mi padre. Veo sus facciones con absoluta claridad. Tengo deseos de encender mi pipa. Me siento, y apoyo las piernas sobre el escritorio.

8.7.06

Verde, rojo

El señor Bill Bixby, en una emblemática serie de la televisión, solía decir la frase ‘no soy yo cuando me disgusto’, para luego, de inmediato, ponerse verde, inflamarse hasta transformarse en el también recordado Lou Ferrigno. El increíble Hulk.
En lo personal, yo también uso, de tanto en tanto, la frase ‘no soy yo cuando me disgusto’. La diferencia, creo, es que me pongo rojo, no verde.
Comento estos pensamientos a la chica que me acompaña. Intento dilucidar sobre la conveniencia de ponerse verde o rojo, llegada la situación. Es importante determinar el color apropiado, dada la calidad expresiva de la frase.
–Mirá, por mí podés ponerte amarillo patito –me dice–; mientras pagues la cena...

Outsider

La gente que se hace un tatuaje, creo, no se hace un tatuaje. La gente que toma cocaína, me parece, no toma cocaína. La gente que se recibe de abogado, y se va a vivir a un barrio de abogados, y se casan con abogados, bueno, no hacen en verdad ninguna de las tres cosas.
La gente que jura que siente fascinación por el helado de pistacho, estoy seguro, no siente adoración por el helado de pistacho.
La gente que va a ver a los Stones, muchos, no van a ver a los Stones.
Es suficiente. No hacen falta más ejemplos. Ya es suficiente.
Pobres Cristos mendicantes de un mísero grupo de pertenencia.
Por no animarse a hacerse un tatuaje, a tomar cocaína, a ser abogado, a fascinarse por el helado de pistacho, a ver a los Stones, así, como yo.
Porque se me canta.

5.7.06

Yo creo

Quiero dejar en claro que no creo en el esfuerzo; creo en el talento. Quiero dejar en claro que no creo en la relación causa-efecto; creo en la casualidad. Quiero dejar en claro que no creo en la planificación, ni en la organización, ni en los procesos, ni mucho menos en los métodos; creo en la magia.
Creo en un mundo donde los conejos duermen en ignotas galeras y aparecen cuando quieren; un mundo donde las máquinas expendedoras de gaseosas son atendidas por enanitos atareados que viven en un refugio oculto bajo el pavimento; un mundo donde la contemplación de un pezón apropiado puede curar el glaucoma. O el asma.
Quiero dejar en claro que creo en un mundo mucho más entretenido. Caso contrario, prefiero no creer en nada.

Vos también tenés razón

Últimamente, he notado que todo el mundo tiene una excusa, o peor aún, tiene razón. Todo el mundo puede explicar porqué hizo lo que hizo. No hay más que dejar hablar cinco minutos a la persona, y ésta desplegará un catálogo prolijamente encuadernado.
Si se me permite la petulancia de un consejo, yo diría que no, que no es necesario, que no lo hagan.
Prefiero asegurar que las consecuencias de mis actos son ajenas a mí; animales con patas propias, huidizos e indiferentes como una ardilla sorprendida con una nuez entre sus manos.

2.7.06

Lejos

aquel que casi
ya no soy
todavía recuerda
las promesas
que
nunca
hiciste.

*domingo, poesía, domingo.

1.7.06

¡Es una promoción! ¡Es gratis!

Cuando intentan darme algo gratis, un producto, un servicio, lo tomo como una profunda ofensa personal, un insulto a mi inteligencia. En el pleno ejercicio de las facultades capitalistas, quien da algo gratis no puede estar haciendo otra cosa que restarme, de alguna u otra manera.
Así que ya lo saben: la próxima vez que alguien intente darles algo gratis, reaccionen como ante cualquier otro intento de robo.

La comprensión

Alguien menciona ser comprensivo/a como una característica virtuosa de su personalidad. Me lo/la imagino comprendiendo un fenómeno climático.