Se acuesta al paciente a tratar sobre una camilla algo más ancha que las camillas tradicionales, boca arriba, completamente desnudo, los brazos al costado del cuerpo, palmas hacia arriba, ojos cerrados, respiración pausada, mente en blanco, silencio, luz tenue. No debe usarse música de fondo, ni incienso de ninguna especie.
Entonces se aplican pizzas sobre el cuerpo de la persona. Con dos pizzas grandes de muzzarella se cubre una pierna, una sobre el muslo, una de la rodilla hacia abajo. Con leves movimientos de presión, se amolda la pizza a la parte del cuerpo. Lo mismo se hace con la otra pierna.
Luego los brazos. También dos pizzas grandes por brazo. Una para el antebrazo, una para la parte del brazo entre el codo y el hombro.
Luego el torso. También son dos pizzas, una sobre el vientre, la otra sobre el pecho. Aquí hay profesionales que prefieren utilizar cuatro pizzas chicas, se trata de una corriente renovadora, yo prefiero seguir el tratamiento tradicional. Si el paciente pertenece al sexo femenino, entonces se pueden utilizar tres pizzas, ya que en la posición descripta, las glándulas mamarias, a excepción de las muy pequeñas, suelen derramarse un poco hacia los lados. En cualquier caso los pezones deben ser cubiertos.
Para los genitales se utiliza una pizza chica de fugazzetta, con mucha cebolla y aceitunas negras.
Para el rostro se utiliza otra pizza chica, y aquí, de acuerdo a la particular patología que aqueje al paciente, se puede elegir el sabor. Por lo general, yo recomiendo que sea una pizza chica calabresa, con rodajas de longaniza, o una pizza napolitana con mucho ajo.
Terminado lo que podríamos denominar el período de ‘aplique’, se deja al paciente reposar por un espacio de once a quince minutos. Luego se retiran las pizzas, lentamente, y el paciente va a las duchas.
Y ya está. Al poco tiempo el paciente vuelve a reír, recupera olvidadas inquietudes, vuelve a sentir deseos de fornicar, de viajar, de beber, por más que piense y repiense le cuesta recordar con exactitud los núcleos basales de su pretérita tristeza, le cuesta poder asirse a la génesis de su angustia.
He presentado este tratamiento en el simposio anual de psiquiatría en Leipzig, año 2003, pero la comunidad científica no estaba todavía preparada para entender la complejidad del mismo.
Tuve que cruzar a pie la frontera y esconderme en Suiza con otra identidad hasta que las cosas se calmaran un poco. Después pude regresar a la Argentina, pero ya no se me permitió ejercer más la psiquiatría. Intenté vender el tratamiento a clínicas de belleza y hoteles 5 estrellas, pero no prendió, ya estaban con el barro, masajes con piedras, todas boludeces sin fundamento científico. Tengo un local de venta de empanadas, con mi cuñada Alicia y otro socio que fue a la escuela primaria conmigo, es una buena persona, lo considero un amigo.