30.7.21

Escritor frustrado


Cogíamos los jueves, con Vanesa. A veces llegaba yo de traje, gastado por todo un día de reuniones, gritando por el teléfono celular. ‘¡Antes que abra Japón pónganse a comprar todo lo que puedan!’, o ‘Mirá, viajamos el martes, cerramos el trato en Dubai y nos volvemos’. Ella había preparado algo de comer y yo devoraba mi plato en dos bocados después de cogerla contra una puerta, medio vestida. Otras veces caía con lentes oscuros aunque fuera de noche, pantalón ajustado, remerita. Le decía ‘no sabés, parece que al final vamos a ser teloneros de los parcels, vienen en junio’. Me tomaba una raya de una cocaína buenísima y la hacía chuparme la pija en la terraza muy despacio, bajo una fina llovizna. O caía con ropa deportiva, transpirado, y le decía ‘no puedo más, nos están haciendo entrenar en doble turno. Se desmayó uno en medio del partido’. Me iba a dormir sin tocarla hasta el día siguiente de lo fundido que estaba.
Un día Vanesa, ni bien pasé la puerta, se animó a preguntarme.
–Mirá Juan, a mí me divierte el acting que hacés. Cuando te hacés el rockero o el ejecutivo, hasta venís con un casco de moto a veces, pero después te veo por el balcón que te vas caminando a tomar un taxi con el casco en la mano. Por qué no venís como sos, no sé, no inventes nada. Tranquilo.
–Lo que pasa es que lo que me divierte es imaginar que soy otro –dije–. Si me acuerdo que soy yo, venir a coger con vos me parecería la cosa más aburrida del mundo. La verdad, ni te hablaría.

20.7.21

Creo que es por eso


Se suele decir, es una frase, aquello de ‘cuanto más hacés más hacés’. Pero no, no es verdad, no funciona así. Por el sencillo hecho que cuanto más tenés que hacer, más tenés que hacer, o si querés, más deberías hacer. Podríamos decir, por decirlo de algún modo, que lo que hacés crece de manera aritmética y entonces, lo que deberías hacer se multiplica, al mismo tiempo, de geométrica manera. Lo que hacés es lineal, lo que deberías hacer es exponencial.
Una manera más simpática de verlo sería con lo que tenés. Cuanto más tenés más querés tener. De ningún modo resulta que cuanto más tenés más tenés. Porque cuando tenés más querés muchísimo más. El río de lo que te falta no se detiene nunca.
Y después pasa algo que es muchísimo peor. Porque vos vas y anhelás algo, llegar a algo, una situación, un lugar. Y cuando llegás, después de anhelar, después de hacer todo lo que hacía falta, pensás que bueno, ahora que llegaste te vas a querer quedar. Ahí, con esa persona, con ese auto, en esa playa. Pero no funciona, no puede funcionar porque lo que no te explicaron es que para estar vivo el jueguito tiene que cambiar de pantalla. Si no te secás, te apagás, te morís. Así que llegaste adonde no creías que ibas a poder llegar nunca, y te vas a tener que mover.
Acercarse y nunca llegar, decía la canción. No, no tengo la solución, nadie tiene la solución porque el problema no tiene solución. Por eso vinimos a coger.

10.7.21

Primer acto


Mañanas donde me emociona hasta las lágrimas ver un perro que mueve la cola, tan feliz como sólo un perro podría estarlo. Mañanas donde me emociona ver a una madre en una esquina, pasando los dedos por entre los cabellos de su hijo que se dirige al colegio aún sin saber si está dormido o despierto. Mañanas donde me emociona ver que un auto se detiene para permitir que un anciano de bastón termine de cruzar la avenida sobre la que se ha lanzado ignorando las mínimas normas de tránsito.
En minutos nomás, el perro morderá al niño en el rostro deformándolo para siempre, el taxi atropellará al anciano y la sangre de su cráneo burbujeará en ocre por lo que dura un instante sobre la senda peatonal, la madre del niño lanzará un aullido infinito hasta que un rayo o la policía consiga que se calle pero que de ningún modo entienda qué fue lo que pasó.
Es como si la realidad te sugiriera que mejor vayas a laburar, que hagas algo, que ni se te ocurra andar por ahí emocionándote.