Entonces arranqué el domingo, pero casi al mediodía, hecho pelota. Me dolía la nuca, sentía la nuca a diez o quince centímetros de la nuca, me latía. Y había vomitado, cuando me levanté. Tomé café y salí, no daba más.
Me quise apurar, ahí estuvo el tema. Pisé el pedal, venía a ciento sesenta, te imaginás, a ciento sesenta no doblás ni frenás. Eso fue lo que pasó, apareció un carro en medio de la ruta, así como escuchás, un carro tirado por un caballo, y no pude hacer ninguna de las dos cosas.
Seguí de largo, me la di contra un árbol. Perdí el conocimiento, la conciencia, llamalo como quieras. Me morí.
Y mientras estaba muerto, fue curioso. Porque la gente no sabe, cuando estás muerto, estás muerto y te ves. Tratá de pensarte muerto y vas a ver que no podés, porque ves la escena, porque te ves, y eso implica que eso que sos no muere, hay algo más.
Estuve muerto, te decía. Y no, no vi un túnel ni luces, no había ángeles ni una musiquita en particular. Estaba muerto y estaba desayunando, con vos. Estábamos en la cocina, así como ahora, y tomábamos mate, y vos te quejabas de algo, de cualquier cosa, y a mí se me hacía tarde para ir a trabajar.
Me recriminabas algo, algo que yo no había hecho o que había hecho mal, y se me caía una galletita con mermelada, al piso, y vos te ponías peor. Porque la galletita caía dada vuelta, o sea con la cara pintada de mermelada, al piso. Y vos decías que si yo te quisiera, bueno, la galletita hubiera caído del derecho, y no del revés. Si yo te quisiera la galletita hubiera caído de la forma que hiciera menos enchastre, eso era una señal. Que siempre lo mismo, que eras una bestia de carga, que no parabas de limpiar.
Se ve que alguien, un auto, pasó, y llamó por celular. Andaba una ambulancia cerca, me lograron salvar. Decí que los tipos tenían el desfibrilador y todo, lograron llevarme al hospital.
La experiencia fue traumática, por cierto, me rompí una pierna en tres pedazos, una clavícula, y me quedó un feo hematoma en la frente. Al principio tenía que hacer todo en cámara lenta, me costaba coordinar.
Después, más o menos, la vida se acomoda. Pero lo que me quedó claro, de la experiencia, es que vivir con vos es la muerte. Sobre todo el desayuno.