30.11.19

La película


Mirá, la verdad que la película no era buena. La película no me pareció gran cosa. Actúa ese tipo que es el galán del momento, no, ese no, pará, no me sale el nombre. Uno que actúa en esa película donde hace de chofer, el tipo es un piloto profesional y trabaja en sus ratos libres para distintas bandas de ladrones. Él maneja, nada más. Y después, el resto de los días trabaja en un taller, sigue con su vida normal. Habla poco, pone carita de estar pensando, aunque quizás no está pensando nada, pero tiene esa carita de ser lindo pero profundo a la vez. Las minas se pishan encima cuando lo ven.
Pero acá no. Acá el tipo es el jefe de una banda que asalta bancos. Debe ser que ya se hicieron demasiadas películas de asaltos de bancos. El tema está como exprimido.
Planean el asalto al banco, con otros cuatro, no, cinco, y algo sale mal. Viste que siempre hay algo que sale mal. Porque uno de los tipos se cogía a la mujer de otro de los tipos y ese otro lo sabe, es el más débil de la banda pero lo sabe. Lo sabe y se la tiene que bancar porque tiene mil quilombos de guita, además de los quilombos con su mujer.
Entonces planean ese asalto. Y hay un comisario local que conoce a uno de la cárcel y lo ve en un bar tomado café. Desayunando. Y el comisario local sabe que si el tipo está ahí es porque se están por afanar un banco aunque el tipo ponga carita de estar de vuelta de todo, de no querer más problemas. Ha vuelto al pueblo a ver a su hija, su única hija que vive con su ex mujer y nada más.
Así que llega el día del asalto, y como te dije algo sale mal. Y todo indica que fue por una viveza del comisario del pueblo pero no, hay una escena y en realidad todo te hace pensar que el comisario mató a uno, no al galán. Pero después te muestran que lo mató el débil, que aprovecha la situación para matar al tipo que se cogía a su mujer. Prefiere vengarse antes que levantar un bolso y escapar con el resto del botín. Después el comisario, herido y todo, chorreando sangre de la panza sale y sigue tirando mientras dos de los cinco escapan y se pierden en la ruta. El más débil prefirió ser atrapado pero vengarse del que se estaba cogiendo a su mujer.
Pero la película no es buena. Le falta verosimilitud para poder convertirse en un drama humano. Y le falta un mejor cierre para ser una película de ladrones de bancos. Se queda a mitad de camino, como si el director no terminara de decidirse. No va.
–Pero qué decís –Romina termina su jugo de naranja, vuelve a dejar, con cuidado, el alto vaso sobre la mesa–. Si la película es una película iraní. De un pueblito donde no hay agua. Los sacrificios de la madre para conseguir agua para sus hijos. La escena donde la madre se ofrece al policía para poder llenar su balde con agua. Y el hombre le vuelve a subir el chador o como se diga. Ahí lloré de verdad.
–Pero.
–Te quedaste dormido, Juan –se ríe, Romina–. Te quedaste dormido desde la propaganda de celulares. La gente te chistó en un momento pero vos nada. No parabas de roncar.
–Bueno, puede ser –dije–. Mis sueños últimamente también son poco entretenidos. Igual que cuando estoy despierto, no te voy a mentir, mi vida es de una bajísima calidad.

20.11.19

Nadar y flotar


Bajo a la calle. No son, todavía, ni las nueve de la mañana. Tengo tiempo para tomar un café, tengo que ir a trabajar.
No es tan grave, desde ya, ir a trabajar. Algo hay que hacer. La gente no sabe, la gente fantasea con lo maravillosas que serían sus vidas si tan solo pudieran dejar de ir a trabajar. Como quien fantasea lo genial que sería tener el pelo lacio o rulos, o veinte centímetros más de altura o de poronga. No saben, desde ya no pueden saber, que existe un espacio en la mente para las preocupaciones. Si uno logra vaciar ese espacio de las preocupaciones sólo será para que el espacio sea llenado por preocupaciones mayores, son leyes de la física. Quiero decir, doy un ejemplo por si tenés alguna clase de retardo, si tu principal preocupación suele ser el dinero y de pronto consiguieras dinero, entonces te preocuparás por el colesterol o por saber si existe la vida después de la muerte. El jueguito cambia de pantalla, qué sería del hámster sin la ruedita.
Se trata de hacerse amigo de las preocupaciones, las angustias, los miedos. No es conveniente luchar, si lograras erradicar una preocupación lo que le sigue es una mayor preocupación. Lo que sigue es peor. Podés nadar un poco, por supuesto, ya que estás vivo, ya que viniste. Pero la principal actividad de la vida consiste en flotar.
Bajé a la calle, entonces decía. El portero me dijo ‘estás más gordo, forro’. Caminé una cuadra, el conductor de un automóvil detenido por el semáforo se asomó por la ventanilla y dijo ‘sos horrible, loco, nunca escribiste un cuento decente’. Pedí un café, la moza me trajo el café, y acercándose a mi oído murmuró ‘no te quiere, tu novia, está claro que no te quiere. Tampoco te quiso la anterior. Sos inquerible’.
Salí a la calle. Me crucé con un perro. Una especie de Collie, sin correa, mugriento, bigotudo. ‘No te salió nada, loco’, dijo el perro, ‘tu vida no tiene ningún sentido.
Alto. Un momento. Los perros no hablan, de eso estoy seguro. Ahí me di cuenta que nadie me estaba diciendo nada.
Era yo. Era mi opinión.

10.11.19

El tema de la muerte


El tema de la muerte es un tema jodido. Sólo hay dos cosas seguras, la muerte y los impuestos, dicen los americanos. Esto es Argentina así que los impuestos no sé, vale piquete de ojos, vale patada voladora, lo vamos viendo. Pero la muerte camina.
Los que saben del asunto, los que han estudiado, superado el inicial horror, la materia, dicen que, justamente el susto, el cagazo padre, la connotación peyorativa por excelencia de la muerte, no tiene más de doscientos años.
Es cosa de occidentales, el miedo a la muerte, de occidentales civilizados, por decirlo de algún modo. Con guita.
Se ve que vos vas progresando, vas logrando cosas, no sé, te compraste un departamentito en Pinamar, aprendiste a poner fotos en Instagram y ahí, justo ahí, charán. Te dicen que te queda poco tiempo, no importa cuánto tiempo siempre es poco tiempo. Te avisan que te vas a morir, o te enterás y aparece el susto, el terror, como un gusano.
Vas a los hospitales y la gente que está en la sala de espera, mientras esperan, lloran, porque alguien está por morir. Vas a los velatorios y la gente está triste porque alguien se murió. Justo ahora. Qué le costaba esperar veintisiete años más.
El asunto es que nos perdemos todos en el camino, corriendo como un hámster en la ruedita detrás de alguna boludez que nos convencieron era importante. Y después te notificás que viene la muerte, que no vas a estar más, que alguien se va a quedar con tu colección de de capítulos de Breaking Bad o se va a sentar en shorcito sobre la butaca de cuero de tu precioso Audi A4 y no podés procesar esa información. Salís corriendo a buscar el antídoto que te haga vivir mil años.
Si miraras las tribus antiguas, los indios wichis o los esquimales, te darías cuenta que entendían la muerte de una manera completamente diferente. Algo que es natural y parte del proceso. Algo que viene con el combo y no genera mayores contratiempos.
O si querés podés mirar a un animal. Si alguna vez viste por casualidad morir a un animal, a un perro o a un gato, a un caballo quizás. Se queda de costado, echado. Hay algo ahí en sus ojos que te muestra que lo que le está sucediendo no es tan malo. No hay temor.
Ahora, por más que me sigas masajeando no veo manera de arrancar. Te puse un buen polvo, yo diría que trabajado, y vos no estás muy buena que digamos. Así que no insistas, la pija está muerta.