30.4.19

Acto reflejo


Lo que tenés que hacer es bien sencillo. Llegás a una esquina, cualquier esquina, si es una esquina bien concurrida, con mucha gente que pasa, mejor.
Llegás, a la esquina, para cruzar. Y el semáforo está en rojo, en rojo para los autos, lo que equivale a decir que está, el semáforo, en verde. Para vos.
Pero no cruzás. Llegaste a la esquina, venías caminando y podés cruzar. Pero no cruzás. Te parás, y mirás, hacia arriba pero apenas. Mirás al frente, al horizonte aunque no haya el más mínimo horizonte para ver ni para vos ni para nadie. Estamos en medio de la ciudad.
Y vas a ver que al toque nomás, casi de inmediato, otras personas se detienen. Otras personas que iban a cruzar, que venían caminando e iban a cruzar, al ver que vos no cruzás, miran el semáforo y el semáforo dice que pueden cruzar pero vos no cruzás. Las personas se detienen junto a vos y te miran, esperando un gesto aunque sea, algo que les indique si se puede cruzar, o por qué vos no cruzás. No saben qué hacer.
Lo mismo podés hacer, por ejemplo, en el subte. Vas para el centro, ves que viene el subte. Te acercás a uno o dos pasos del borde del andén. Llega el subterráneo, se abren las puertas. Y entonces. Das un ínfimo medio paso hacia atrás, cuando lo que debías hacer para subir al subterráneo, era justamente dar un paso hacia delante.
Das ese medio paso hacia atrás como si hubieras visto que adentro del vagón están degollando un cabrito, o hay un tipo en cuclillas, desnudo, defecando. Pero nada de eso, lo que hay es gente, gente viajando en subte para llegar a su trabajo, la infinita tristeza, el horror de estar vivos.
Te quedás quieto, muy quieto mirando hacia la nada misma, y vas a ver que un par de personas más deciden no subir, al subterráneo, esperar el próximo subte, esperar con vos.
Podés encontrar, de seguro, dos o tres situaciones parecidas que te permitan replicar la conducta, el comportamiento que te acabo de relatar. Tenías que hacer algo, tenías que avanzar, y no lo hacés. Agarraste el pote de mendicrim, lo sostenés un segundo a la altura de tu pecho y lo volvés a dejar donde estaba.
Vas a poder corroborar entonces que hay tantísima gente en el planeta tierra que no tienen la más pálida idea de por qué hacen lo que hacen, ni para qué. Van copiando lo que ven.

*me vino a la mente que me repito, que no hago otra cosa que repetirme, lo único que hago es repetirme. y encontré que sí, que vuelvo sobre los mismos temas que me visitan. no es tan grave (diciembre 2008, ‘fenómenos inexplicables’).

20.4.19

Por culpa del ajedrez


A veces estoy desayunando en un bar, a la mañana bien temprano, y veo una parejita, abrazados o tomados de la mano. Me levanto, me acerco a la mesa y le digo al muchacho ‘Cogela, cogela mucho ahora, y por el orto. Acabale en la cara, decile que te encanta verla sonreír con la cara llena de leche. En poco tiempo, cuando se vayan a vivir juntos, te va a esperar indignada a que llegues del trabajo para contarte que el marido de la vecina sacó pasajes para Buzios, y vos encima te olvidaste de comprar queso rallado. No servís para nada’.
​O voy caminando por la calle y veo a un pibe estacionando su flamante autito. Me acerco a la ventanilla, se asusta por un momento pensando que lo venían a robar. Pero sonrío, niego con la cabeza (con qué te gustaría que niegue) y le digo 'Sí, no lo podés creer, te parece que sos un campeón. Esperá a que te lo rayen y el seguro te diga que no lo cubre. En menos de dos años vas a estar yendo para Necochea, primer quincena de Febrero, y te vas a dar cuenta que seguís siendo el mismo pelotudo de siempre. Pero podés parar en la ruta a tomar un café con leche, y podés comprar medialunas para llevar, eso sí’.
​Podría seguir con los ejemplos, claro. No hace falta, claro también.
​Y las personas se fastidian mucho, es una mezcla de enojo y sorpresa, como si no pudieran alcanzar a comprender lo que les estoy diciendo. Y a mí me sigue dando ternura descubrir que todavía exista gente que no sepa que todo termina mal.

10.4.19

Compleja maquinaria


Terminamos de coger. Ella habló.
–Estuvo bueno, la verdad –se acomodó un almohadón detrás de la espalda para quedar algo más erguida, quería fumar–. Viste que cuando uno conoce a alguien, bueno. Las primeras veces, las cosas no tienen por qué funcionar del todo bien. Una ya trae su mochila de vivencias, no somos adolescentes.
–Es verdad –dije. Dudé en levantarme para ir a servirme un whisky. Me pareció sentir un pinchazo en la cintura que se fue extendiendo hacia abajo, si intentaba levantarme iba a quedar cuadripléjico de por vida. Seguro había hecho un movimiento brusco, mejor quedarme quieto, respirar un poco. Respirar puede ser una actividad de lo más satisfactoria. Necesaria y suficiente.
–Y no me puse arriba, digo, con lo que a mí me gusta coger estando arriba –encendió el cigarrillo, pitó–. No me subí porque me pareció que a vos te gusta dominar, por cómo me agarrabas, por cómo me apretabas el pelo. Se nota que te gusta controlar la situación.
–Sí, puede ser –dije.
–Tampoco me dijiste nada cuando estabas por acabar –se sacó el pelo de la cara–. Pensé que te ibas a sacar el forro y me ibas a pedir que te la chupe. Si bien es muy de película porno, la verdad que tiene sentido. A mí no me molesta para nada, eh. Digo, hacerte acabar, que termines, con la boca.
–Está muy bueno también. Pero se ve que venía embalado, no hizo falta.
–Cuando me tenías en cuatro patas me pareció que me ibas a hacer la cola. Por cómo me agarrabas la cintura, los cachetes, y sentí un dedo. Ahí pensé que me ibas a hacer la cola. Porque viste que hay mujeres a las que no les gusta, les da asco o les duele, no sé. Pero a mí sí me gusta, que me hagan la cola. No te digo siempre, no te digo que es lo prioritario. Pero a veces, bueno, es como si me lo pidiera el cuerpo. No el cuerpo, la cola –se rió, una risa corta–. Así que ya sabés, no tengo problemas.
–Suma mucho, eso, ahora que lo decís –me moví, apenas, para ver si sentía las piernas, si iba a poder levantarme–. La clave está en usar un buen lubricante.
Sonó un celular, desde el comedor. Podía ser el mío, podía ser el de ella.
–Me va coger en un lugar raro –dijo–. Si te gusta coger en la terraza o parar el auto a un costado de la ruta. No me molesta disfrazarme, hay tipos a los que les calienta. De colegiala, de enfermera. Una vez me compré un traje de la mujer maravilla.
–Sí, a veces está bueno hacer cosas diferentes –dije.
–Así que ya sabés –dijo, se rascó debajo de una teta, muy suave, con un meñique–. Yo no soy de esas minas para las que coger es un fastidio. Me gusta que la persona que está conmigo la pase bien, que disfrute. Que me diga lo que quiere.
–Mirá –dije–. No te lo puedo asegurar, pero creo que desde hace un tiempo lo que más me gusta es que no me rompan mucho las pelotas.