Tenés los cien dólares, entonces. Vas a una vinería, una casa donde venden, específicamente, alcohol. Hay dos o tres cadenas muy conocidas, tienen varios locales en todos los barrios de la ciudad. Están en los shoppings, también. Aunque sería conveniente que elijas un local a la calle.
Vas, más o menos bien vestido, entrás al local. Y pedís asesoramiento, siempre hay algún empleado que esté algo hinchado las pelotas pero más o menos bien predispuesto. Decís que querés un vino, y decís -esto es importante- el monto de dinero que pensás gastar. Es una suma de dinero importante para un vino, eso va a predisponer al vendedor aún más, de inmediato. Va a sonreír, el vendedor, se va a esmerar.
Luego de explicarte tal o cual atributo de la sugerencia, va a elegir el vino, el vendedor, vos decís ‘sí’, o ‘bueno’. Decís que estás de acuerdo.
Aquí se abren dos posibilidades. Podés pedirle, al vendedor, que ya te ha cobrado y se prepara para poner la botella en una simpática y a la vez resistente bolsa de papel, que lo abra. El vino, sí, claro. Se va a sorprender un poco, es inusual. Puede pensar que tenés un brindis en la oficina y no tienen sacacorchos, alguien cumple años, un ascenso, algo para festejar. Querés abrir el vino entonces, y volverlo a tapar. Es raro para un vino de semejante calidad.
También podés comprar el sacacorchos y abrir el vino vos.
Lo importante es abrir el vino, queda claro.
Entonces sostenés la botella como si estuvieras leyendo algo de la etiqueta. Das unos pocos pasos y salís, con el vino en la mano, del local.
Ahora sí, sin dudarlo ni por un instante, levantás el vino bien alto y das vuelta la botella. Dejás caer el líquido, te vaciás la botella, su totalidad, en la cabeza.El proceso puede demorar cinco segundos, en ningún caso más de nueve.
Eso es lo que hacés.
Te van a estar mirando un par de curiosos que pasaban justo por la calle, alguien puede intentar sacarte una foto con su telefonito celular de última generación que aún no ha terminado de pagar. El vendedor va a salir del local, asustado y confundido a la vez.
–¿Pero qué hacés? –te va a decir, con cierto temor a acercarse demasiado– ¿Te pasa algo?
Pero vos no decís nada. Lo importante es entender que todas las cosas se terminan. Lo bueno se acaba y nada más.
*hace no mucho escribí un texto parecido, la imagen, con una botella de gaseosa. ya sé, sí, te dije que ya sé. puede ser que haya quienes se repiten, eso le pasa otra gente. en mi caso, bueno, no puedo parar de mejorar.