7.7.07

Moralejas, zapatillas

Compré un par de zapatillas, alguna vez, y las guardé. Ya tenía zapatillas en ese momento. Pero las compré porque me gustaron; eran lindas, de verdad. Y las guardé, eso ya lo dije, a la espera de una ocasión especial, del momento apropiado para comenzar a utilizarlas.
Como todo en esta vida, el momento llegó. Me puse las zapatillas y fui a hacer lo que tenía que hacer.
Estaba reunido con un grupo de personas, tomando cerveza, después de una caminata, sentado, al sol, y el pegamento de las zapatillas cedió, y por lo tanto la suela cedió, y yo quedé, de manera tan literal como taxativa, descalzo.
Si yo fuera Esopo esta historia tendría una moraleja del tamaño de un árbol.
Pero como no soy Esopo, me limitaré a decir que tal vez no exista aquello que yo mismo he dado en llamar la ocasión especial, el momento apropiado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si yo contara anécdotas similares a la suya, también en espera del momento apropiado, Esopo tiraría por el aire todas sus moralejas y diría ¡Me rindo!

Saludos!

PD: La ocasión especial es simplemente eso... especial, inesperada. La planificación o la espectativa son sus más fervientes enemigas.