9.12.08

Fenómenos inexplicables

Lo que hay que hacer es muy sencillo. Hay que pararse en una esquina, en una esquina concurrida de una gran urbe, en una esquina a punto de explotar de tránsito y gente y vendedores ambulantes y ladrones y smog y ruido y celulares y tu hermana también. En Buenos Aires, que es donde habito, esa esquina podría perfectamente ser la esquina de Florida y Corrientes.
Se para uno entonces en la esquina, vista al frente, espalda derecha, brazos al costado del cuerpo, preparado para cruzar la avenida Corrientes. Pero aquí está la trampa. Uno debe esperar que el semáforo esté en contra, que se ponga verde para los autos, así comienza la cosa. Al ratito, ya se habrá acumulado una buena cantidad de peatones a ambos lados de la avenida. Y entonces, cuando uno cree que falta un minuto todavía para que cambie el semáforo, o mejor aún treinta segundos, uno debe bajar el cordón de la vereda, uno debe arrancar y dar un paso adelante, con la más absoluta convicción, luego otro paso, el segundo paso, enérgico, decidido, y luego, cuando es el turno del tercer paso, aquí está la clave de la maniobra, uno debe frenar. En seco. Es un movimiento ensayado, uno dos, y tres (frenar).
Si usted da dos pasos, como he descripto, usted todavía está a salvo. Usted todavía no está a merced de los automóviles que vienen por Corrientes y que, como dije, tienen semáforo a favor.
Lo interesante es que como usted se ha lanzado, cientos de personas de ambos lados de la avenida han comenzado a cruzar, movidas tan sólo por un acto reflejo, por un desesperado anhelo de un grupo de pertenencia, por falta de personalidad, por imbecilidad, porque así son.
Pero usted ya frenó, usted ha frenado, e incluso, lentamente, haciéndose el distraído, ha vuelto a dar un paso atrás. Mientras ha dado ese paso atrás, es probable que logre ver cómo una o varias personas son atropelladas, oirá gritos, bocinazos, frenadas, un caos general.
Los científicos se preguntan, los encargados de estudiar el comportamiento de los animales se preguntan, por ejemplo, no consiguen hallar explicación a fenómenos tan extraordinarios como el suicidio de las ballenas.
Yo creo que se trata de una ballena que tiene ganas de hinchar las pelotas, una ballena que hace más o menos lo mismo que acabo de contar. Las demás siguen, las demás van.

7 comentarios:

Yoni Bigud dijo...

Mientras leía pensaba, no en el comportamiento de las ballenas sino en el de los ñus que en cada migración tienen que cruzar el río repleto de cocodrilos.

El primero, el que moja la patita y olfatea el aire, después se vuelve. Siempre son otros los que se lanzan a las fauces de los lagartos.

Hijo de puta.

Un saludo.

El Caballero de la Luna dijo...

Nuestras decisiones políticas serán hijas del mismo hábito? Pregunta retórica, porque la respuesta es sí, claro.

J. Hundred dijo...

*yoni bigud! una quirúrgica observación de su parte. he visto el video de los ñus en varias oportunidades, y no había prestado atención a lo que usted menciona. un saludo.

*caballero de la luna! a usted no se le escapa que quien hace preguntas retóricas, es porque tiene en la más alta estima sus propias respuestas. un saludo.

Roedor dijo...

Muy cierto.

Desde el punto de vista del automovilista también se aplica. Más de una vez he avanzado unos cm en espera de la luz verde, y he visto cómo algún auto a mi par ha puesto primera firme y ha arrancado. Nunca vi que se hayan llevado puesto a nadie pero sí a un par de peatones putearlos con justa razón.

Very observador, che.

J. Hundred dijo...

*roedor! ahora no sé si no lo puedo evitar o no lo quiero evitar. un saludo.

Alelí dijo...

Tu propuesta la siento un tanto extrema (eso me asusta y me entusiasma al mismo tiempo).
Ahora, te pregunto algo si tomo tu propuesta de experimentar, ¿no estaría haciendo lo mismo que esa masa de gentes en florida y corrientes?
Te dejo unos besos!

Unknown dijo...

más que interesante