9.8.06

Una voz

A veces una voz, sí, tan solo una voz que llega de un teléfono perdido junto al mar, por ridículo que parezca, ya lo dije, apenas una voz, es suficiente para demoler nuestras más íntimas convicciones cinceladas por años y años de picar esa piedra hecha de fracaso. De dolor.
Una voz capaz de hacernos dudar de la rotación y la traslación. Una voz que decide violar la ley de gravedad.
Así como llueve, de vez en cuando. Así como un perro nos mira en la calle y asiente (y es un ‘tenés razón, te juro que tenés razón’). Así como crece una flor.
Así sucede, a veces, lo juro. Lo juro sobre una empanada fría de cebolla y queso.
Me arrodillo junto al teléfono, preguntándome si lo correcto sería decir una plegaria; ofrecerle un café; cantar, muy bajito, aquella canción.

1 comentario:

Anónimo dijo...

solo se pueden escribir esas cosas extremadamente lindas si se ha sentido eso. ¿no?

Mariel