5.8.06

Darwin revisited

Fui al zoológico. Fui a la jaula de los monos. De los chimpancés, para ser más exacto. Tras un ínfimo soborno al guardia, se me permitió traspasar un absurdo vallado. Pegué mi cara a los barrotes de la jaula. Uno de los chimpancés, en apariencia llamado ‘Facundo’, o ‘Facundito’, me miró con algo de curiosidad. Se hallaba sentado sobre un pedazo de tronco de árbol; el pedazo de tronco de árbol estaba podrido.
Viendo que yo permanecía aferrado a los barrotes, con la cara prácticamente metida dentro de la jaula, ‘Facundo’ o ‘Facundito’ terminó de comer su banana; luego se rascó la nariz; luego se rascó el culo; luego se olió los dedos. Espantó unas moscas dándose una palmada en la espalda. Se puso de pie. Avanzó unos pasos con ese particular bamboleo. Se acercó hasta mí. Quedamos cara a cara.
Entendí que era la oportunidad que había ido a buscar.
–Escucháme –dije–; quiero saber el secreto de la evolución de las especies. Si el hombre desciende del mono. Cómo fue el proceso evolutivo. Decíme algo, lo que puedas. Tampoco pido que me cuentes todo.
‘Facundo’ o ‘Facundito’ imitó mi postura. Se tomó de los barrotes, también, los brazos bien en alto. Puso su cara a la altura de mi cara.
Me miró. Nos miramos.
–Gil –dijo, y sonrió con una sonrisa que ha sido retratada y utilizada en pósters hasta el cansancio.
Juro que lo dijo, pero el guardia fumaba, mirando hacia otro lado.

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