7.12.05

Lejano Oriente

Abandono el café y paso a la ingesta de té por las mañanas. En lo personal el té, si bien no alcanza niveles de repugnancia, me resulta insípido y anodino en grado sumo. Sin embargo, cuando he tenido la oportunidad de observar a un oriental, la angustia y desesperación clásicas se manifiestan en él, por decirlo de alguna forma, de un modo más reposado. El oriental sufre de un modo diferente; más calmo y más elegante. Y yo presumo que es por el consumo de té. Tampoco puedo operarme los ojos.

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