Los domingos, donde vivo, hay un perro que ladra. Es un corto, agudo y desesperado ladrido. Cada treinta y tres segundos. Lo he cronometrado. Desde las diez de la mañana, hasta las diez de la noche.
El perro ladra, porque lo han dejado solo. Es una queja, es un grito, es la desesperación hecha ladrido. Al perro lo han dejado solo, y es algo que no consigue entender. Si yo tuviera que definir la angustia, si tuviera que ponerle un sonido, sería ese ladrido.
Conozco a ese perro.
Lo he visto un martes o un jueves, mientras es paseado por su dueño. Es de un beige claro, el perro, con el hocico rosado, los ojos exoftálmicos y la barbilla blanquecina. Tiene los ojos legañosos y luce preocupado. Tal vez porque sabe, día más, día menos, que lo aguarda un próximo domingo. Es la perruna preocupación que lo atormenta.
Camina con dificultad, con las patas arqueadas. Está algo gordo. Es un perro pequeño.
La gente del edificio, los domingos, a la hora de la siesta, le gritan que se calle. Le dicen perro de mierda. Le tiran cosas, porque el perro está en un patio, en el primer piso.
Me arrodillo sobre la vereda, y con una mano lo obligo a levantar la trompa. Nos miramos. Y lanzo un corto ladrido, no tan agudo, tal vez. Desesperado.
El perro ladra, porque lo han dejado solo. Es una queja, es un grito, es la desesperación hecha ladrido. Al perro lo han dejado solo, y es algo que no consigue entender. Si yo tuviera que definir la angustia, si tuviera que ponerle un sonido, sería ese ladrido.
Conozco a ese perro.
Lo he visto un martes o un jueves, mientras es paseado por su dueño. Es de un beige claro, el perro, con el hocico rosado, los ojos exoftálmicos y la barbilla blanquecina. Tiene los ojos legañosos y luce preocupado. Tal vez porque sabe, día más, día menos, que lo aguarda un próximo domingo. Es la perruna preocupación que lo atormenta.
Camina con dificultad, con las patas arqueadas. Está algo gordo. Es un perro pequeño.
La gente del edificio, los domingos, a la hora de la siesta, le gritan que se calle. Le dicen perro de mierda. Le tiran cosas, porque el perro está en un patio, en el primer piso.
Me arrodillo sobre la vereda, y con una mano lo obligo a levantar la trompa. Nos miramos. Y lanzo un corto ladrido, no tan agudo, tal vez. Desesperado.
6 comentarios:
Después de leer este post y el anterior me pregunto porqué le despiertan más compasión los perros que las personas. Triste vida
Es que Beto no ladró ni 30 segundos...qué va'sé
Se ve que los perros tambien sufren la depresion dominguera. Desolador.
Saludos!
¿Y a usté qué le tiraron cuando ladró, mi viejo?
*.
*condesa! debe ser usted prácticamente la única que no escuchó al señor Cerati cantar:
beto ladró
en medio de una terraza
y yo desperté
queriendo enfiestarla..
*geoffrey firmin! desolador es una palabra de lo más apropiada.
*roedor! a mí me dijeron ‘pelotudo’ y si uno hojea el diccionario de la real academia española, una de las acepciones es ‘dicho de una cosa: de gran tamaño’.
sería tan sencillo modificar un número de IP para evitarme los asteripuntitos.
Sin embargo he aprendido a estimar estas migajas comunicativas como si fueran grandes discursos epistemológicos.
Mis sinceros respetos y mis felicitaciones, como siempre por su blog *.*.
Publicar un comentario