–Beto.
–Sí.
–Beto, te estoy hablando. Prestame atención.
–Sí, decime.
–No te quiero más.
–Bueno.
–¿Me escuchaste?
–Sí, te escuché.
–¿Y no me decís nada?
–No.
–Te voy a dejar. Ya está, ya te lo dije. Te lo quería decir desde hace tres meses, pero no me animaba.
–Bueno, ya te animaste.
–¡Te voy a dejar, Beto!
–Sí, lo entiendo.
–Conocí a otra persona. Me estoy viendo con otra persona.
–Es normal.
–¡Es un amigo tuyo, Beto!
–Ajá.
–¿No querés saber quién es? ¿No me vas a preguntar quién es?
–No.
–Es Gerardo, Beto.
–Gerardo, mirá vos.
–Nos empezamos a ver después de la fiesta de Verónica, que vos no me quisiste acompañar. Y yo estaba sola y me quería divertir. Y nosotros ya andábamos mal. Porque nosotros andamos mal desde hace mucho, Beto.
–Todo el mundo anda mal.
–Gerardo me quiere. Me dijo que me quiere. Gerardo me cuida. Me dijo que me quiere cuidar.
–Puede ser cierto.
–Me dijo que nunca le había pasado algo así. Las ganas de verme, las ganas de estar conmigo.
–Gerardo está muy solo.
–Me dijo que no puede vivir sin mí. Que estas cosas pasan una vez en la vida. Que no perdamos esta exquisita oportunidad.
–¿Dijo ‘exquisita’?
–¿Qué?
–Si dijo ‘exquisita’, si usó la palabra ‘exquisita’.
–No, creo que no. ¿Qué importancia tiene?
–Me sonaba raro, no es una palabra de él.
–¡Me quiere, Beto!
–Puede pasar.
–Me costó mucho dar el salto, Beto. No me animaba, pensé que no iba a poder saltar.
–Ya saltaste.
–Si Ana no me hubiera apoyado, no hubiera podido. Sola no hubiera podido.
–¿Quién es Ana?
–Mi terapeuta, Beto. Estuve yendo tres veces por semana durante los últimos seis meses.
–¿Seis meses?
–Sí, seis meses. Sin el apoyo de Ana, no hubiera podido decírtelo.
–Raro. El cumpleaños de Verónica fue hace dos meses.
–¡No importa, Beto! ¡Eso no importa! ¡Lo importante es que ya no te quiero! ¡Lo importante es que tengo una oportunidad de ser feliz! ¡Y yo quiero ser feliz!
–Todos queremos ser felices. Con Gerardo, me dijiste.
–Sí, con Gerardo. Nos vamos a vivir juntos. Bah, me voy a vivir a su casa, por ahora. Pero nos vamos la semana que viene a pasar unos días a la costa. Para estar juntos, tranquilos. Y nos queremos casar.
–Te felicito.
–Ya está, ya te lo dije. Todavía estoy temblando, pero me siento más aliviada. Pensé que no iba a poder decírtelo nunca, y eso era algo que me carcomía por dentro.
–Bueno, ya está.
–Yo no soy una mala persona, Beto.
–No.
–Y vos tampoco, Beto. Al principio estábamos bien. ¿No estábamos bien?
–Sí, estábamos bien.
–Pero después no. ¡Después no! ¿Qué nos pasó, Beto? Te juro que me lo pregunto y doy vueltas y más vueltas y no encuentro explicación. ¿Qué nos pasó?
–Las cosas cambian. A veces mejoran, por lo general se arruinan. No sé.
–Me voy, Beto.
–Chau.
–Me voy a lo de Gerardo. Mañana vengo a buscar mis cosas, cuando vos no estás, y te dejo la llave.
–Dale.
–No sé qué más decirte.
–Está bien así.
–¿Necesitás algo? ¿Me querés decir algo? ¿Querés que haga algo antes de irme?
–No, dejá.
–Sí.
–Beto, te estoy hablando. Prestame atención.
–Sí, decime.
–No te quiero más.
–Bueno.
–¿Me escuchaste?
–Sí, te escuché.
–¿Y no me decís nada?
–No.
–Te voy a dejar. Ya está, ya te lo dije. Te lo quería decir desde hace tres meses, pero no me animaba.
–Bueno, ya te animaste.
–¡Te voy a dejar, Beto!
–Sí, lo entiendo.
–Conocí a otra persona. Me estoy viendo con otra persona.
–Es normal.
–¡Es un amigo tuyo, Beto!
–Ajá.
–¿No querés saber quién es? ¿No me vas a preguntar quién es?
–No.
–Es Gerardo, Beto.
–Gerardo, mirá vos.
–Nos empezamos a ver después de la fiesta de Verónica, que vos no me quisiste acompañar. Y yo estaba sola y me quería divertir. Y nosotros ya andábamos mal. Porque nosotros andamos mal desde hace mucho, Beto.
–Todo el mundo anda mal.
–Gerardo me quiere. Me dijo que me quiere. Gerardo me cuida. Me dijo que me quiere cuidar.
–Puede ser cierto.
–Me dijo que nunca le había pasado algo así. Las ganas de verme, las ganas de estar conmigo.
–Gerardo está muy solo.
–Me dijo que no puede vivir sin mí. Que estas cosas pasan una vez en la vida. Que no perdamos esta exquisita oportunidad.
–¿Dijo ‘exquisita’?
–¿Qué?
–Si dijo ‘exquisita’, si usó la palabra ‘exquisita’.
–No, creo que no. ¿Qué importancia tiene?
–Me sonaba raro, no es una palabra de él.
–¡Me quiere, Beto!
–Puede pasar.
–Me costó mucho dar el salto, Beto. No me animaba, pensé que no iba a poder saltar.
–Ya saltaste.
–Si Ana no me hubiera apoyado, no hubiera podido. Sola no hubiera podido.
–¿Quién es Ana?
–Mi terapeuta, Beto. Estuve yendo tres veces por semana durante los últimos seis meses.
–¿Seis meses?
–Sí, seis meses. Sin el apoyo de Ana, no hubiera podido decírtelo.
–Raro. El cumpleaños de Verónica fue hace dos meses.
–¡No importa, Beto! ¡Eso no importa! ¡Lo importante es que ya no te quiero! ¡Lo importante es que tengo una oportunidad de ser feliz! ¡Y yo quiero ser feliz!
–Todos queremos ser felices. Con Gerardo, me dijiste.
–Sí, con Gerardo. Nos vamos a vivir juntos. Bah, me voy a vivir a su casa, por ahora. Pero nos vamos la semana que viene a pasar unos días a la costa. Para estar juntos, tranquilos. Y nos queremos casar.
–Te felicito.
–Ya está, ya te lo dije. Todavía estoy temblando, pero me siento más aliviada. Pensé que no iba a poder decírtelo nunca, y eso era algo que me carcomía por dentro.
–Bueno, ya está.
–Yo no soy una mala persona, Beto.
–No.
–Y vos tampoco, Beto. Al principio estábamos bien. ¿No estábamos bien?
–Sí, estábamos bien.
–Pero después no. ¡Después no! ¿Qué nos pasó, Beto? Te juro que me lo pregunto y doy vueltas y más vueltas y no encuentro explicación. ¿Qué nos pasó?
–Las cosas cambian. A veces mejoran, por lo general se arruinan. No sé.
–Me voy, Beto.
–Chau.
–Me voy a lo de Gerardo. Mañana vengo a buscar mis cosas, cuando vos no estás, y te dejo la llave.
–Dale.
–No sé qué más decirte.
–Está bien así.
–¿Necesitás algo? ¿Me querés decir algo? ¿Querés que haga algo antes de irme?
–No, dejá.
11 comentarios:
–¿Necesitás algo? ¿Me querés decir algo? ¿Querés que haga algo antes de irme?
–No, dejá
((¡¡dejaaaaaameeeeeee!!! si después de todo, hace rato que yo te dejé nena...))
Nadie valora la capacidad de comprensión de este tipo???
No es solo capacidad de comprension. Es tambien la elegancia del tal Beto, que probablemente estuviera sufriendo. Pero de ningun modo iba a incomodar a nadie con su dolor. Cuando te dejan, lo mejor es no atormentar a nadie. Ni con reproches ni con pedidos de revision de la medida ni con promesas de cambio. Saludar, desear felicidades y desaparecer sin escandalo.
Abrazo cordial.
O uds. son unos románticos o yo soy una cínica sin remedio.
Lo imagino a Beto, mirando televisión y contestando con displicencia y fastidio. Ella insiste, esperando un pedido que no llega.
Se irá con Gerardo, volverá otro día a buscar cosas que olvidó, se encamará con Beto como acostumbraba, volverá con Gerardo y una nueva ilusión; él seguirá mirando tele como de costumbre.
(perdón por la intromisión Juan, pero un final abierto nos da ciertos permisos no?)
¿Puedo ser amigo de beto?
Beto es muy Oliveira. O lo será en breve.
Beto es misleading.
*condesa! que la complicidad de género no le tape el bosque.
*emeefe! usted comprende la capacidad de beto, y eso es algo que yo le agradezco. le digo más, mi próximo libro de poemas se llamará ‘en el nombre de beto’.
*geoffrey firmin! lo de no incomodar a nadie con el propio dolor, como usted dice, es de una elegancia superlativa. sin ánimo de aburrirlo, le menciono una ínfima anécdota. no mucho tiempo atrás yo me veía con una señorita. la susodicha, no era en extremo dificultoso darse cuenta, no disfrutaba mucho mi compañía, ni le agradaba mi forma de pensar, ni le parecía placentero fornicar conmigo, en fin. pero le parecía fascinante dejarme. dejarme le parecía genial. dejarme la fortalecía, le hacía bien. al punto que comenzó a dejarme una y otra vez. el tema es que ella me contactaba, programaba un encuentro, con la única finalidad de dejarme. comenzó a dejarme unas tres veces por semana. escenas donde lloraba un poco, ponía un gesto adusto, repasaba un catálogo de motivos que pueden ser fácilmente consultados en cualquier telenovela venezolana, intentaba de alguna forma luchar, debatirse, para luego mostrarme cómo éramos superados por las circunstancias que la obligaban a partir. a veces me dejaba por escrito, a veces me dejaba por teléfono, a veces me dejaba en la calle, a veces en un bar, por lo general en mi domicilio. y cuando la veían llegar, cuando yo bajaba a abrir la puerta, ya el portero me miraba, escobillón en mano, como diciendo ‘te vienen a dejar otra vez, carozo’. y a mí me daba no sé qué explicarle que ya me había dejado la primera vez, que no se puede dejar a alguien de manera acumulativa, y que me costaba mucho mostrarme consternado o triste o desesperado o reflexivo o lo que quiera que se esperara de mí, con semejante frecuencia.
y es aún hoy que me llama, cada tanto, ya recibida o casada, algo así, y me pregunta si nos podemos ver, un ratito nomás, porque necesita dejarme, porque nunca volvió a encontrar nada que la haga sentir así.
*condesa! yo creo que ni ellos son tan románticos, ni usted es tan cínica, ni yo soy tan feo. como en una sesión de espiritismo, démonos todos las manos, aprovechemos el final abierto, y pensemos, por lo que pueda durar un instante, en beto.
*bugman! yo no sé si usted puede ser amigo de beto. lo que sé es que si algún día se encuentran, si se toman una cerveza, daría alguno de mis mejores sueños infantiles por estar ahí sentado y escuchar.
*roedor! tal vez beto sea misleading en defensa propia. señoras y señores, cuando roedor pica la pelota, por lo general conviene dejar lo que uno está haciendo, y mirar la jugada.
No es pa'tanto, John100.
El hecho de que Beto sea misleading en defensa propia no quita el hecho de que sea misleading.
Oliveira escondía sus inseguridades detrás de una máscara de cinismo y desinterés.
Beto no se llama Horacio, pero es bastante parecido.
Ah, yo quiero contar mi historia!
Una vez una chica con la que estaba saliendo hacía unas semanas me dijo que me dejaba porque habia conocido una especie de secta (obviamente ella no la llamaba asi) y ellos le dirian en el futuro con quien debería estar y casarse. Me dí cuenta que era un caso grave y comprendí que lo mejor era aceptar. Le dije "que te vaya bien, tené cuidado, adiós" y sentado en la plaza de la República (la del Obelisco), con absoluta serenidad, la ví alejarse para no verla nunca más.
*roedor! creo que fue el llanero solitario quien decía ‘no siempre se oculta un oliveira detrás de una máscara’.
*emeefe! nunca, que yo recuerde, la plaza de la república estuvo tan bien utilizada. no sé si su actitud era merecedora de una reverencia, pero al menos me parece digna de no ser afanado por los habituales concurrentes, en señal de consideración y respeto.
Ta´bien... nos tomamos de la mano en ronda, cerramos los ojos y cuando venga Beto, que golpee 3 veces bajo la mesa.
Publicar un comentario