16.9.06

Tres de tres

Entro al bar. Me siento. Pido.
–Un café, una medialuna de manteca, y un vaso de agua, por favor.
Vuelve el mozo, transcurridos unos tres minutos.
Coloca sobre la mesa un cortado, una medialuna de grasa, y un vaso con jugo de naranja, a todas luces adulterado.
Le digo que me cobre. Cerrada la transacción, me pongo de pie y me encamino hacia la puerta. El pedido ha quedado sobre la mesa, intacto.
–¡Señor! –al parecer, el mozo tiene algo para decirme–. No consumió nada– dice, y señala con la bandeja la mesa de la cual acabo de levantarme.
–No, no consumí nada –digo–. Es que usted se ha equivocado en la totalidad del pedido. Su error ha rozado la perfección. Permítame felicitarlo.

3 comentarios:

stel dijo...

en más de una ocasión me hubiera gustado hacer lo que hizo usted, pero no, me quedé sentada y me tomé el pedido erróneo... supongo que la sed acabó ganando, no se.
besines,

Anónimo dijo...

ahhh, mire Juan, la verdad, no hace poco me enteré que yo misma había sido un error de mis padres, aunque no sólo de uno, sino de ambos.
en este caso, debo ser yo quien los felicite.
En ese caso, un no-error me hubiera resultado fatal.

J. Hundred dijo...

')tal vez lo mejor sea que siempre gane la sed, stel.
'')existe gente que lo mejor que tiene para dar son sus errores. quizás sea ud. uno de esos casos.
''')gracias.