12.8.08

Santuario

Me llamó un par de años después de haber fracasado por última vez. La escuché alegre, con proyectos, la invité a cenar. Tomamos vino, recordamos algún episodio compartido, algún médano de alguna playa que tapó lo que fuimos. Después de cenar, advertimos que el piloto del calefón de la pasión todavía no se había apagado. La invité a mi casa, con improvisado pudor dijo que bueno, miró un inexistente reloj sobre su huesuda muñeca, dijo que claro, dijo que sí.
Pasado algún fuego, se puso de pie, al costado de la cama, con las manos en la cintura, y comenzó a insultarme, arrojó un zapato, hizo estallar una copa de vino contra el piso, gritó con el odio más puro que tenía y siguió quejándose un rato, repasando su vida, balbuceando incoherencias, mientras se vestía.
Le señalé, sin mucho entusiasmo, lo extraño de su comportamiento.
–No hace falta que terminemos la noche así.
–La comida estuvo exquisita, la conversación fantástica, y el sexo excelente -masculló-, pero el psicólogo me cobra una fortuna. Así que prefiero darme todos los gustos acá.

4 comentarios:

Yoni Bigud dijo...

Una filosofía que le habrá acarreado no pocas satisfacciones, y algún que otro sinsabor.
Los gustos hay que dárselos en vida, y de ser posible, el mismo día y en la misma habitación.

Un saludo,

Anónimo dijo...

extrañas relaciones ha tenido don JH y tendrá.. no sé por qué se extrañó del comportamiento de la susodicha, se nota que el problema, como usualmente pasa, lo tiene usté a la hora de elegir. Las relaciones pueden ser tan simples y gratificadoras.. por qué complicarlas? Saludo.

J. Hundred dijo...

*yoni bigud! no pocas satisfacciones y algún que otro sinsabor parece una combineta de lo más digna.

*caia! dale.

Anónimo dijo...

Le doy.