Yo no sé qué pasa últimamente, pero no importa dónde vaya, dónde me siente, alguien se sienta en la mesa de al lado. Y ese alguien que se sienta en la mesa de al lado, siempre hace algo que me molesta. Habla, o me mira, o respira de una manera incorrecta, de una manera inadecuada.
Y es ese alguien, sentado siempre en la mesa de al lado, el que me arruina el mágico momento de estar sentado mirando por la ventana.
Así que después de pensar el tema con inusual rigor, encontré un curso de acción a seguir. Cuando entro a un bar, en lugar de escoger azarosamente una mesa para mí, me concentro, pongo mis mayores esfuerzos en detectar cuál será la mesa de al lado.
Entonces me siento en la mesa original, la mesa que hubiera elegido para mí. Viene el mozo y pido algo, cualquier cosa, lo de siempre, lo habitual según el caso. El mozo toma el pedido con su costra de indiferencia rayana en el desprecio, y cuando está por irse, lo detengo.
–Y traiga también un licuado de banana con leche y un tostado de jamón y queso, para la mesa de al lado –y señalo la mesa donde quiero la última parte del pedido, la mesa de al lado.
El mozo, acostumbrado a ver la locura en estado puro: hombres que llevan en el maletín un hámster y comparten con el bicho una porción de torta de ricota, mujeres que roban sobrecitos de azúcar y van al baño a espolvorearse con azúcar el escote, escribanos que sueñan con ser putas y putas que sueñan con ser escribanos, esas cosas, el mozo, entonces, obedece con un encogimiento de hombros.
Pero la cosa se pone peor. Porque descubro que en la mesa de al lado alguien ha pedido, al rato, cuando miro, cuando presto atención, exquisitos manjares y por alguna razón no los prueba, no se mueve, permanece en silencio, oculto, observándome, estudiándome, y yo ni siquiera consigo imaginar su rostro, mientras el sujeto se divierte al ver que me fastidia sin que yo pueda hacer nada para evitarlo.
Y es ese alguien, sentado siempre en la mesa de al lado, el que me arruina el mágico momento de estar sentado mirando por la ventana.
Así que después de pensar el tema con inusual rigor, encontré un curso de acción a seguir. Cuando entro a un bar, en lugar de escoger azarosamente una mesa para mí, me concentro, pongo mis mayores esfuerzos en detectar cuál será la mesa de al lado.
Entonces me siento en la mesa original, la mesa que hubiera elegido para mí. Viene el mozo y pido algo, cualquier cosa, lo de siempre, lo habitual según el caso. El mozo toma el pedido con su costra de indiferencia rayana en el desprecio, y cuando está por irse, lo detengo.
–Y traiga también un licuado de banana con leche y un tostado de jamón y queso, para la mesa de al lado –y señalo la mesa donde quiero la última parte del pedido, la mesa de al lado.
El mozo, acostumbrado a ver la locura en estado puro: hombres que llevan en el maletín un hámster y comparten con el bicho una porción de torta de ricota, mujeres que roban sobrecitos de azúcar y van al baño a espolvorearse con azúcar el escote, escribanos que sueñan con ser putas y putas que sueñan con ser escribanos, esas cosas, el mozo, entonces, obedece con un encogimiento de hombros.
Pero la cosa se pone peor. Porque descubro que en la mesa de al lado alguien ha pedido, al rato, cuando miro, cuando presto atención, exquisitos manjares y por alguna razón no los prueba, no se mueve, permanece en silencio, oculto, observándome, estudiándome, y yo ni siquiera consigo imaginar su rostro, mientras el sujeto se divierte al ver que me fastidia sin que yo pueda hacer nada para evitarlo.
5 comentarios:
Lo peor, lo inevitable y fastidioso es que siempre habrá una mesa de al lado. Ocupada, para mayor desgracia.
Abrazo!
Me hizo acordar a Geri's game. Palmadita en la cabeza.
*geoffrey firmin. siempre habrá una mesa de al lado, lo dijo usted, lo dije yo.
*caia. claro, geri’s game. la escena donde samantha farjat se acerca al camello kabubi, se pone de rodillas sobre las ardientes arenas del sahara y le dice ‘espero en verdad que tus dos jorobas sean tanques de repuesto’.
No precisamente esa escena, pero si a usté lo inspira, adelante. Y bue.. no dije que fuera simple de entender. Golpecito en la nariz, y joróbese.
Kabubi? Los gemelos fantásticos, carozo y narizota, Trapito, He man, sea monkeys,
Que increíble que escribas asi, tan lindo, por la forma en la que escribís pensé que eras más joven
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