12.4.08

Será un placer

La mujer ya está desnuda, sobre la cama, recostada, o de pie. Ya ha sucedido, ha tenido lugar, lo que podríamos llamar ‘la fase previa’. La fase de calentamiento. La mujer está lúbrica, las pupilas algo dilatadas, con la respiración no agitada, pero la frecuencia de la misma algo por encima de lo normal. Su estado es de predisposición para la práctica amatoria, para la cópula, para fornicar.
Entonces usted debe decir ‘vamos a hacer algo’. O ‘tengo ganas de hacer algo’. O ‘quiero que hagas algo’. Alguna variante por el estilo, algo acorde con su forma de expresarse, con su personalidad.
La mujer, en su estado de predisposición previamente descripto, asentirá. Un leve gesto de cabeza, de afirmación, esperando que usted solicite lo que la mujer, ya ducha en las lides del amor, sabe que le solicitarán, porque le fue solicitado ya demasiadas veces como para sentirse sorprendida. Son prácticas más o menos habituales, concesiones, si se me permite el término, que un participante hace para el placer del otro, en busca de la propia satisfacción, de la propia recompensa, y el placer del otro se amalgama con el propio placer, a veces pasa, y cuando pasa es todavía mejor.
Es entonces cuando usted, desnudo también, debe ir a la cocina, abrir la heladera, y volver con un pedazo de dulce de membrillo, de un kilogramo de peso, comprado previamente.
–Frotate con el dulce –debe usted decir. Es una solicitud y una orden.
La mujer, entonces, se sorprenderá. Esto es algo, se lo aseguro, que no le fue solicitado previamente. La mujer, por su estado de predisposición, por su curiosidad natural, accederá. Tibiamente, primero, con algunas dudas. Usted debe indicarle que haga los movimientos que haría si se estuviera bañando, sólo que el pan de jabón ha sido reemplazado por el dulce de membrillo. Debe usted pedirle que se concentre, particularmente, en frotarse las partes: las tetas, el pubis, la hendidura de las nalgas, en fin. Los movimientos son circulares, o como la mujer prefiera. Tal vez, el sentirse observada la excite. Tal vez elija cantar.
Pasados unos minutos, y por el contacto con la dermis y el calor generado, el dulce perderá consistencia, y se dificultará continuar con la maniobra. Es entonces cuando la mujer, cumplido el requerimiento, pintada de dulce de membrillo, lo mirará a usted, esperando que comience la función que usted, dado que usted fue el que formuló el pedido, la función que usted, decía, tiene preparada.
–Cuidado, ni se te ocurra tocarme. Estás hecha un pegote –debe usted decir.
Porque rechazar también es un placer, y eso es algo que todos sabíamos desde un comienzo. ¿No?

5 comentarios:

La condesa sangrienta dijo...

Opiniones

Un hombre deseaba violentamente a una mujer,
a unas cuantas personas no les parecía bien,
un hombre deseaba locamente volar,
a unas cuantas personas les parecía mal,
un hombre deseaba ardientemente la Revolución
y contra la opinión de la gendarmería
trepó sobre muros secos de lo debido,
abrió el pecho y sacándose
los alrededores de su corazón,
agitaba violentamente a una mujer,
volaba locamente por el techo del mundo
y los pueblos ardían, las banderas.


Juan Gelman en "Gotán"

Buen fin de semana, excelente post que merece una opinión autorizada.

Anónimo dijo...

Casi, seguramente, que te extraño.

Anónimo dijo...

Señorita anonima, para extrañar al Sr Juan Hundred saque el número azul y espere en aquella salita junto a las otras 92894 señoritas untadas en membrillo.
Tome asiento y espere su turno,
como yo y ni se le ocurra colarse, pero tome, yo saqué dos números, por si acaso. Tome el mio asi no espera tanto que a mi, de seguro. me espera una aguantadera eterna. A lo mejor usted tiene más suerte y la atiende.

J. Hundred dijo...

*condesa! su bigote y el de gelman tienen para mí un mismo nivel de autoridad. gracias.

*anónima. creo que yo también.

*

Alelí dijo...

ups...