10.1.07

Un hisopo para Esopo

Me pide dinero. Me dice ‘necesito dinero’.
Le digo que no, que no voy a darle dinero. Pero me ofrezco a darle un consejo, un consejo de vida.
No contesta; me mira.
Le digo que puedo hacerlo reír. Puedo contarle algo verdaderamente gracioso; algo que lo empuje a la expansividad de la carcajada.
No me contesta; me mira.
Le digo que puedo contarle un relato apasionante, plagado de personajes asombrosos, donde las tramas se entrecruzan, y uno siente que ha sido transportado a una realidad mejorada, o al menos distinta, un remanso, un bálsamo para el alma, un viaje mágico que lo ha llevado lejos de su propia cotidianeidad, de su propia vida.
Se pone de pie. Me arroja el contenido de un vaso en el rostro. Deja caer el vaso al piso. El vaso se hace añicos. Mi cara me dice que el contenido era (todavía es, todavía no se ha secado) la bebida gaseosa conocida como tónica.
No tengo nada más para agregar a lo acontecido. Así ocurrió; así lo recuerdo, como lo he contado. Hacía frío.
Vaya entonces mi relato para esas dulces almas que confían ciegamente en el poder de las palabras.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo, en invierno confío ciegamente en el poder de un submarino, disculpe vio...
Por eso de que a las palabras se las lleva el viento