3.1.07

Curso acelerado de maldad

He construido un peculiar artilugio. Es una base de madera rectangular, de veinte centímetros por diez centímetros. La base tiene incrustada, en el centro, una varilla de hierro de un centímetro de diámetro, y treinta centímetros de largo. La varilla de hierro termina en un anillo, también de hierro, de dos punto cinco centímetros de diámetro, colocado de manera perpendicular a la base.
Aquí comienza la parte interesante.
Se espera un día de calor, un día donde la temperatura no baje de los treinta grados centígrados.
Se debe tener localizado un parque, una plaza. Cerca de la plaza debe haber una heladería. Esto no reviste mayor dificultad; cerca de las plazas suele haber heladerías.
Se compra un helado, un cucurucho, de chocolate y dulce de leche granizado, por ejemplo, o chocolate con almendras y limón, o chocolate amargo y frutilla, en fin. Se concurre, de inmediato, al parque. Se sienta uno en un banco. A los pies se coloca una pequeña toalla, de ser posible de color rojo, y sobre la toalla se coloca el artilugio que he descripto en el párrafo precedente. En el anillo, se coloca el cucurucho rebosante de helado.
Y nada más. No hay que hacer nada más. Se sienta uno en medio del calor embrutecedor, a ver cómo el helado se derrite. Los niños que juegan se pondrán a contemplar el helado, embobados. Los perros intentarán aproximarse, pero usted los espantará de una patada. Alguna madre sofocada se relamerá el labio superior.
El experimento no tendrá una duración superior a los diez minutos. Habrá un extraño silencio, mientras todos observan cómo se derrite el helado. Se oirá algún murmullo, algún chistido reprobatorio. Puede que un perro lance un lastimero aullido.
Pasados los diez minutos, usted envolverá el helado, ya hecho líquido, y el cucurucho, en la toalla (asegúrese de romper el cucurucho en la maniobra), y la arrojará en el tacho de residuos más cercano.
Partirá entonces a paso vivo y con destino incierto, con el artilugio ya mencionado.

3 comentarios:

Natalia dijo...

yo no quiero que me asesine un androide, pero a la mujer que pretendía incinerarse con leche y un encendedor la entiendo.

te iba a decir algo más. uhm. si yo me topara con el monumento a la porción de pizza, se lo dedicaría a la calabresa, sin dudas.

y otra cosa, hace poco entró una cucaracha voladora a mi cuarto, y este post me hizo acordar a ella. no sé por qué.

en fin, no me acuerdo qué te iba a decir.

Anónimo dijo...

hay maneras más fáciles y más económicas, por ejemplo, decirle a la chica que tengas enfrente, o peor, a la más vulnerable de todas las que tengas enfrente, que el pantalón que tiene puesto le marca la celulitis mucho más que de costumbre.

J. Hundred dijo...

*n! celebro su visita. es que el 2007 está perdido, y no quería dejar pasar la oportunidad de celebrar algo. mi olvido de la calabresa es imperdonable; esas rodajas de longaniza que te hacen explotar el corazón al ritmo de una particular alegría. punto para usted. y yo sé lo que ud. me iba a decir, pero no se lo voy a decir. quién soy yo para interrumpirle un olvido.
anónimo. dicen los que saben que a la hora de la maldad, debe estar presente la sutileza. en un mundo lleno de gente capaz de decir 'nada es perfecto', yo prestaría atención a quien pueda decir 'la perfección no es de este mundo'.