31.3.09

Color esperanza

Después de los treinta años, te habrás golpeado la cabeza contra el techo. El techo, tan metafórico como real, es el techo de tus posibilidades. Si estás casado es probable que te divorcies, y si estás divorciado es probable que te cases otra vez. Se trata de enfrentar los momentos donde la soledad te lastima los tímpanos y pensás que todo lo que necesitás es encontrar la compañía adecuada, o simplemente compañía para terminar huyendo al poco tiempo boqueando como un pez que se desespera por llegar al remanso del agua y poder respirar, un poco, otra vez. Te parecerá que la génesis de todos tus problemas es el trabajo que te atormenta, y que si tan solo no tuvieras que ir a ese maldito trabajo entonces sí podrías finalmente hacer lo que por tanto tiempo soñaste. Pero si te quedaras sin trabajo por tres meses, empezarías a planear cualquier trabajo absurdo, desde domador de delfines a fabricante de alfajores de maizena, porque no sabés qué corneta hacer con tu alma. Y está el aspecto lúdico, claro, las ganas de aprender teatro o tocar el piano o volverte un avezado jugador de ajedrez. Pero es tarde, lo sabés. ¡Y viajes! Claro, viajes, hasta que te das cuenta que las últimas mil trescientas veinticuatro fotos que sacaste son una repelotudez, y que un monasterio es un monasterio donde los que aspiraban a conversar con Dios tienen que lavarse los dientes y comer un puñado de arroz día tras día, esperando el rayo de luz que nunca llega. Y descubrís que la arena de San Clemente y la arena de Egipto es más o menos la misma cosa. Y boludos hay en todas partes, y gente que te quiere vender una alfombra, claro que sí. Y te volvés. Y puede que te encuentres con la chica que fue tu novia durante quinto grado de la escuela primaria, y no puedas creer lo que ves. Y puede que te emociones cuando alguno de tus hijos actúe en la fiesta de fin de año, o no.
Y después te empieza a molestar tremendamente la rodilla izquierda, o no ves bien de un ojo, o el colesterol se te voló a 33. Después se pone peor, y en la tele dan siempre las mismas series.

13 comentarios:

Yoni Bigud dijo...

Y... sí.

Un saludo.

La condesa sangrienta dijo...

Uno se da cuenta de esas cosas después de los 30, pero cuando se toma el tiempo de escribirlas...tiene más de 40.

J. Hundred dijo...

*yoni bigud! un saludo.

*condesa! lo mío era, seguramente, como de costumbre, una generalización burda, absurda, y alguna otra palabra terminada en ‘urda’ que no se me viene a la cabeza en este momento. tampoco era para ponerse así.

Rocío dijo...

La soledad me lastima los tímpanos y también las cuerdas vocales.

J. Hundred dijo...

*rocío! la soledad lastima de impensadas maneras. la compañía, para el daño, es mucho más previsible. se trata quizás de elegir entre lo malo y lo peor. yo por lo general digo que estoy solo y mal acompañado. el tema es rechivo, me estoy tratando de hacer el lindo con usted, no me haga caso.

Rocío dijo...

A mi me gustaría conocer la arena de San Clemente. La de Egipto no sé. Creo que no.

Y tengo ganas de aprender teatro, y de tocar el piano, pero al piano lo tengo embalado en una caja acá al lado de la cama porque me estoy por mudar y tengo todo en cajas y paquetes, y no voy a sacar el piano ahora porque me dieron ganas de tocar, ya sabemos que mañana se me pasan las ganas y el piano queda ahí, solo, juntando tierrita.

J. Hundred dijo...

*rocío! saber tocar el piano es una de las pocas cosas que en verdad envidio.

Unknown dijo...

mmmm..O lo mío es muy común o usted me anduvo espiando. Excelente post.
Llegué aquí desde los Sin-logismos de Bugman y me quedé un rato.
Felicitaciones por el blog.
Un saludo.

juanhundred dijo...

*moonport! no sabemos qué nos pasa, y eso es lo que nos pasa, dijo ortega y gasset, alguno de los tres. bugman es, qué duda cabe, el verdadero buda del blog. le agradezco su gentileza.

Anónimo dijo...

Chocarse la cabeza contra el techo de las posibilidades alguna vez supuestas, te obliga a reformular las posibilidades...para volver a chocarte, esta vez sabiendo que ese era el destino de la nueva suposición, y así sucesivamente... aunque cada vez menos doloroso el fracaso porque de antemano lo esperabas, y te amigas con él, y aprendés a vivir sin pretender el éxito tan deseado por uno alguna vez...

Lara dijo...

Chocarse la cabeza contra el techo de las posibilidades alguna vez supuestas, te obliga a reformular las posibilidades...para volver a chocarte, esta vez sabiendo que ese era el destino de la nueva suposición, y así sucesivamente... aunque cada vez menos doloroso el fracaso porque de antemano lo esperabas, y te amigas con él, y aprendés a vivir sin pretender el éxito tan deseado por uno alguna vez...

J. Hundred dijo...

*lara! la justeza de su descripción exuda idoneidad. fracasar sin rencor, dijo el poeta alguna vez. ah, el poeta soy yo, no sé si le dije.

Lara dijo...

fracasar sin rencor... por supuesto... el rencor sería no hacerse cargo de la responsabilidad del fracaso, o peor aún... creer que era evitable.