La moza que me trae un café con una medialuna de manteca, es hermosa. Es tan hermosa que no puede evitarlo. Adivino sus glúteos emergiendo del pantalón negro en ese movimiento tan particular y único, los dedos de sus huesudas manos son largos, sus tobillos son finos y del color de la cerámica, el pelo negro con un flequillo ‘stone’ que roza sus cejas, apenas. Se ríe y es como un atardecer en la playa. Tetas pequeñas, culo muy firme.
–No sé quién sos, no te había visto jamás en mi vida, pero vayámonos juntos, ya. No es necesario que estés acá, no tiene sentido que trabajes, dejame que te cuide. Podés estudiar psicología o arquitectura, quizás tengas inquietud por la pintura, quizás sepas cantar. Quiero volver a casa y que abramos un vino y nos sentemos a ver cómo se hace de noche. Quiero que nos quedemos mirando por la ventana, o que vayamos a la playa y salgamos a caminar. Quiero que desayunemos juntos y verte envuelta en un toallón cuando salís de la ducha. Podemos ser felices, a veces pasa, nos corresponde, puede funcionar –dije. Sí, mirándola, muy serio, quizás los nervios me traicionaron un poco, al final, una gota de sudor surcó mi frente buscando el reparo de una ceja. Nunca me había pasado algo así, ni en la adolescencia. Era tan linda que daban ganas de llorar.
–Son siete pesos –me dijo.
–¿Eh?
–Un café, una medialuna, siete pesos.
Hay veces que un cuaderno y una birome son el único lugar para esconderse. Hay veces que no queda otro remedio que soñar.
–No sé quién sos, no te había visto jamás en mi vida, pero vayámonos juntos, ya. No es necesario que estés acá, no tiene sentido que trabajes, dejame que te cuide. Podés estudiar psicología o arquitectura, quizás tengas inquietud por la pintura, quizás sepas cantar. Quiero volver a casa y que abramos un vino y nos sentemos a ver cómo se hace de noche. Quiero que nos quedemos mirando por la ventana, o que vayamos a la playa y salgamos a caminar. Quiero que desayunemos juntos y verte envuelta en un toallón cuando salís de la ducha. Podemos ser felices, a veces pasa, nos corresponde, puede funcionar –dije. Sí, mirándola, muy serio, quizás los nervios me traicionaron un poco, al final, una gota de sudor surcó mi frente buscando el reparo de una ceja. Nunca me había pasado algo así, ni en la adolescencia. Era tan linda que daban ganas de llorar.
–Son siete pesos –me dijo.
–¿Eh?
–Un café, una medialuna, siete pesos.
Hay veces que un cuaderno y una birome son el único lugar para esconderse. Hay veces que no queda otro remedio que soñar.
6 comentarios:
quizás por identificación, quizás por empatía...me encantó! viajé por un rato y sentí la adrenalina del momento!
Cuando veo una mujer que es tan hermosa que no puede evitarlo trabajando de moza en un bar cualquiera, no puedo evitar, yo a su vez, entrever una dignidad de excepción.
Y sueño, por supesto.
Un saludo.
yo le perdonaba la propina..
*alelí! be my guest.
*yoni bigud! soñar, soñar. un saludo.
*caia!
No comparto lo de la dignidad de exepción de Yoni Bigud... a no ser que defina a que se refiere... yo me hubiera ido con el que me invitaba a jugar un rato... y probablemente al día siguiente me iba... eso es digno y exepcional tambien.. y muy intenso por cierto seguramente. Un saludo
*lara! considérese invitada. a jugar. un rato.
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