18.10.08

Contemplando el ave

El ave se mantenía suspendida con las alas desplegadas, y por un momento pareció que flotaba, indolente, en lo alto, circunvalando una nube. Todos nosotros mirábamos desde el bote, pero costaba mantenerse así, por el sol, que parecía ejercer un curioso efecto sobre el plumaje del ave, nimbándola de un dorado desconocido, otorgándole un tornasolado de un lila todavía no inventado.
Entonces el ave, que había permanecido inmóvil, como si se hubiera desenganchado del cable que la sostenía, inició un vuelo de flecha, una caída libre a una velocidad impensada, hasta impactar contra la superficie del mar, para emerger inmediatamente después, sin que ninguno de nosotros hubiera alcanzado a finalizar su correspondiente interjección del más puro estupor, para emerger entonces, decía, con un pequeño pez, un plateado y corcoveante tesoro enganchado de su diestro pico, y perderse ahora sí, huir hacia la isla.
Un matrimonio de turistas austriacos, algo mayores, vestidos con atuendos que sólo un austriaco creería que se deben llevar en vacaciones, aplaudió la maniobra. Una mujer oriental, entendiendo por oriental rasgos faciales no occidentales, ojitos achinados si es preciso enchastrarse en el detalle, alcanzó a disparar su cámara fotográfica unas diecinueve veces, eternizando la secuencia. Alguien dijo ‘¡bravo!’
Circunspecto, encendí un cigarrillo y me alejé hacia un costado de la embarcación, sumido en profundas cavilaciones.
Las veces que había llevado a cabo idénticas maniobras en el ámbito laboral, había sido objeto de las acusaciones más variadas.

2 comentarios:

La condesa sangrienta dijo...

-Y, sí... vió? lo que en algunas especies se celebra, en otras se condena -dijo la Abeja Reina mientras veía cómo los 15 zánganos con los que había copulado, caían heridos de muerte sin su aparato genital.

J. Hundred dijo...

*condesa! espero que no se atragante con el, ejem… ejemplo. en cualquier caso, su presencia es siempre refrescante. como si le pasaran a uno un mentho lyptus por el alma.