5.10.11

Misíl

Si se me permite el tecnicismo, tengo un pedo. Quiero decir, gas. Desayuno fuerte, bien temprano, y es probable que no vuelva a casa hasta la nochecita. Me voy al centro, a laburar, por lo general no almuerzo. Vida de ciudad.
A la media hora, después de desayunar, sé que me podría tirar un pedo. Pero no es un pedo urgente, imperioso, incontenible. Sé que está ahí, puede esperar.
Te vas al centro, a laburar, o a hacer un trámite, en uno de esos modernos edificios que tienen treinta y siete pisos y doscientas ochenta y cuatro oficinas. Ascensores automáticos capaces de transportar hasta once personas. Entrás.
Ahí llega el momento. Desayunaste dos porciones de fugazzeta fría, un café con leche, un huevo duro, y un alfajor. O mate, un vaso de mirinda, y una empanada de carne de hace tres días. O un té, un tercio de milanesa de pollo, y dos mandarinas.
El ascensor se llena. Ejecutivos de sedosas corbatas, chicas con bombachas importadas tipeando absurdos mensajitos en sus táctiles pantallas, un señor mayor con lentes sin marco, una señora con un simpático trajecito color marfil.
Y te cagás. Lo soltás, finalmente, ese pedo generado durante el desayuno, tan tuyo, tan intenso, tan particular. Es un slip, apenas, o un prrr muy oscuro, muy ronco. Una inaudible vibración, nada más.
Contás, hasta dos, después de cagarte como un chancho cimarrón, como un indómito jabalí. Contás hasta dos y preguntás algo, cualquier cosa, con absoluta naturalidad, a la persona que tengas al lado, a quien te preste algo de atención, al público en general.
Preguntás si el estudio del Doctor Garófalo está en la oficina 633, o si el ciento treinta y dos para sobre Alem, o a cuántas cuadras estamos de la calle Paraguay.
Y mientras vos ya hiciste la pregunta, justo, llega el olor. La clave está en jugar con ese ínfimo delay, similar al que existe entre el rayo y el trueno (William Faulkner escribió alguna vez ‘el sonido y la furia’, pero, según entiendo, tampoco se refería exactamente a esto). Llega el olor entonces, repugnante, fétido, una hedionda frazada de la mierda más pura que todo lo cubre, lo inunda, un arma química y letal.
Como vos ya hiciste la pregunta, alguien te está contestando, y bueno, vos quedás excluido, relegado, vos estás prestando atención con una mezcla de imbecilidad y sencillez. Tu pregunta, tu acción, llegó antes que el olor. Eso te otorga inmunidad.
Es probable que la persona que te está contestando ya haya respirado una bocanada de aire, la gente, aunque parezca paradójico y por lo general, necesita respirar. Verás cómo experimenta una profunda perturbación, se sonroja, parpadea varias veces o tose, tiene un acceso de tos, se tira del pelo, consulta un imaginario reloj, se pasa una mano por la frente, se angustia. Porque ha llegado el olor justo cuando ella (o él) habla y entonces, por una cuestión digamos automática, el resto de los presentes asocia el pútrido olor que los invade con la voz cantante. Es un mecanismo de la mente, el olor, la náusea, golpea el cerebro al mismo tiempo que la voz de tu interlocutor y se transforman en uno. El olor y la voz. El pedo tiene dueño, es evidente, y quien está hablando, que sabe que no se tiró ningún pedo pero a la vez por un instante es preso del mismo razonamiento, se pone mal.
Justo en ese momento el ascensor se abre, en cualquier piso. Vos te bajás.

14 comentarios:

Alelí dijo...

estoy llorando de risa!

impecable.

nunca antes había pensado sobre el delay como pieza fundamental de la estrategia.

yaz! dijo...

me he reido tanto que me termine ahogando con el mate,menos mal que solo desayune mate y facturas,sino la ahogada seria lo de menos.
mis mas sinceros saludos

Anónimo dijo...

Comienzas la historia en primera persona y terminas dando una especie de consejo, de estrategia para poder tirarse un pedo en un ascensor. Terrible.
Y no, la gente asocia el pedo, el olor, con quien interrumpe el silencio, la tranquilidad en un ascensor. habiendo dicho eso, el autor de dicho fato habria sido descubierto.

Dany dijo...

Yo con esas combinaciones de desayuno que planteás, si hago eso, directamente me cago encima.
Abrazo!

Anónimo dijo...

Coincido con Dany... en realidad me pegó más la descripción del desayuno que la del pútrido episodio. Lo del mate con "mirinda" no lo puedo creeeer... :D
Porque en realidad un pedo terrible se lo tira cualquiera, pero quién se anima a entrarle al mate con mirinda?

Anónimo dijo...

Malditos pedorros inmunes que hacen quedar mal a gente inocente. Te vas a ir al infierno te vas a ir.

Yoni Bigud dijo...

Todo método científico requiere de la prueba y el error. Me pregunto, yo, si mucho que decir, cuántos pedos habrán sido necesarios para lograr ese fucionamiento.

En mi hogar nos peleamos por la autoría. Síntoma, sin duda, de una sanidad no demasiado corriente.


Un saludo.

Malena dijo...

Ojo que dicho así parece fácil, pero hay que saber manejar la ansiedad y no arrojar el gas antes de tiempo. Hay que dejarlo macerar, permitir que el gas de la mirinda haga su efecto esfervecente, pero tampoco esperar demasiado y que la carne abombada de la empanada actúe (la mancha en el pantalón nos delataría indefectiblemente).
Reitero: parece fácil, pero es casi un arte.

Mr. Kint dijo...

Su estrategia es perfectamente válida para cierto tipo de personas. Para otras no. Por ejemplo, aquellas con facilidad para ruborizarse no podrían hacerlo: al mínimo embate en forma de pregunta inquisidora, el tinte en la cara no haría más que proclamar la paternidad del gas. O piense en aquellas con dificultad para controlar el nivel de decibeles del asunto. Ni hablar de aquellos que están en las antípodas del tránsito lento, digamos, que cuentan con un autopista de seis o siete carriles.
Bue, no quería ponerme escatológico, pero usted lanzó la piedra y quizás también algo más.
Saludos, un abrazo.

J. Hundred dijo...

*alelí! su risa justifica este precario espacio.

*yaz!! si usted me hubiera dicho que la hice cagarse encima, hubiera sido una (algo inusual, por cierto) condecoración para mí. 1saludo.

*anónimo! que nos vaya bien a todos.

*dany! existe un libro del superior kurt vonnegut titulado ‘el desayuno de los campeones’. el libro no es bueno, el autor es genial, y no es fácil ser yo, esas cosas quise decir. 1abrazo.

*tecontaretodo! estimada, como le estaba diciendo a su admirado dany. ser yo, llegar a ser tan genial como yo, escribir un par de líneas de semejante brillantez, no es tan sencillo. cuando aprendas a caminar sobre papel de arroz sin dejar huellas, habrás aprendido, le decía el venerable maestro po a un jovencísimo wanchankein en la preciada serie ‘kung fu’. y es muy probable que david carradine se rajara un rotundo pedo, con el único ánimo de fastidiar al ciego, de hacerlo olisquear el aire como si temiera el ingreso al templo de un animal rotundo y primitivo.

*lucy in the sky! estoy en el microcentro, en un ascensor lleno de gente, y usted me dice que me voy a ir al infierno? ya estoy, bonita. ya fui y vine varias veces, hice la gran sueiro.

*yoni bigud! usted ha dicho, como de costumbre, una grandísima verdad. practice, practice, practice. un saludo.

*malena! disculpe la redundancia del concepto. pero hay tantas cosas, la gente me ve meterme el dedo en la nariz, o pedir un café con leche, o escribir un fragmento, y dice ‘si lo hace este pelotudo, es evidente, lo puede hacer cualquiera’. y después se topan con aquello de, si me permite usted la contundencia de un ejemplo, lo que sucede con el tema knocking on the heaven’s door’. en la versión dylan, oí decir alguna vez: el tema que todos cantan, pero que nadie canta, como él lo canta. lo mismo se aplica para el caso que nos ocupa, aunque el caso que nos ocupa sea, ejem, cagarse.

*mr. kint! usted, con su habitual superioridad de criterio y espíritu, me señala en pocas palabras que me he equivocado, en las palabras, en el tema, tan menor por cierto. mi módica intención era devolverle, al mundo en general, algo de lo que recibo en mi particular, cotidiano e intransferible via crucis. en cualquier caso, usted me dice que soy un pelotudo, pero me lo dice con respeto, con cariño quizás. un saludo para usted, un abrazo para usted.

Anónimo dijo...

Yo también laburé en el Microcentro. Así que no discuto y retiro lo dicho. Aunque "maldito pedorro inmune" es un insulto fuera de lo común. Eso no lo retiro.

Anónimo dijo...

Yo llevaría el ejercicio al extremo. En el momento de la respuesta le diría a la persona que hace uso de la palabra: le pido mil disculpas si le hice perder la concentración; no se aflija; le puede ocurrir a cualquiera.

Unknown dijo...

Hola, soy profesor de lengua y literatura. Te cuento que lleve "el misil" que salió publicado en OBLOGO, a una de mis clases y a mis alumnos les gusto mucho, fue una muy buena clase

J. Hundred dijo...

*lucy in the sky!

*anónimo!

*goos torres! permítame citar al señor cerati, cuando cantaba aquellos logradísimos versos: tarda en llegar, y al final, y al final, hay recompensa. le agradezco, lo saludo.