15.10.11

Te juro que no

Hace calor. Buenos Aires, con calor, pierde prácticamente toda la gracia, y de por sí ya mucha no le queda, así que imaginate. Tuve una reunión, una posible venta que al final no era tan posible ni tan venta, lo normal. Estoy en el barrio de Belgrano, es lunes, no, martes, son las tres y media de la tarde.
Veo una heladería, de las buenas. No quiero caminar hasta el subte y volver al centro. Estoy triste, más triste que de costumbre, y estoy cansado, más cansado que de costumbre. Prefiero entrar a la heladería, tomar un helado.
Poca gente, en la heladería. Gente linda, más linda que en mi barrio, la belleza es una gran cosa. Una parejita joven, dos mujeres charlando, un señor leyendo un diario italiano, un diario italiano escrito en italiano, así como la cuento. Si te fijás bien, si prestás atención, hasta corre algo de brisa. Esa calle tiene buenos árboles, el clima es relajado.
Saco un ticket, pido mi helado, me siento junto a la ventana. Quizás la realidad no sea tan hostil, quizás el mundo no sea tan malo.
Entra una mujer. Una mujer embarazada. Muy embarazada, siete meses o más. Es joven, no más de treinta años, y es muy bonita. Hay un tipo de mujeres que al embarazarse estallan, literalmente, se derraman, sus cuerpos abandonan los contornos y no volverán a ser las mismas, ni parecidas, nunca más. Pero otras mujeres no, conservan las formas, se engrosan un poco los culos, las patitas siguen ahí, crecen las tetas, y salen unas panzas, unas panzas redondas como pelotas. Pero esas mujeres saben que después de parir recuperarán sus formas, conservarán algo de sus atributos. Quizás porque ser madres no las define, o porque están hechas de otro material que les permite durar, no lo sé, la genética no suele dar explicaciones. Mi mujer se transformó en un hipopótamo, un chancho cimarrón quejosa y amarga. Pero eso ocurrió hace bastante tiempo, estoy divorciado.
La mujer usa unos jeans bastante ajustados, una musculosa negra, y un pulovercito con botones. Tiene buenísimas tetas de generosos pezones, fresco el rostro. No puedo evitar mirarla cuando entra. A poco de parir, y está bárbara. Sin maquillaje, pelito castaño recogido. Finos rasgos de una belleza que ya prácticamente no se ve, una belleza que se debe haber dejado de fabricar.
–¡Hijo de puta! ¡Mierda! –Me sorprenden un poco, los gritos. Algo pasa. Sigo con mi helado, mirando por la ventana.
–¡Acá estoy, acá me tenés! ¡Matame si querés, o reconocé al chico! –giro la cabeza. Los gritos son fuertes, han ganado en intensidad. La mujer está de pie, frente a mí, me apunta con un dedo mientras con la otra mano se sostiene la panza.
–¿Eh? –Se me cae la cucharita de la sorpresa. La cucharita con dulce de leche granizado, sobre uno de mis zapatos.
–¡Reconocé al chico, asqueroso! ¡Vos me prometiste, cuando me obligabas a coger sin forro, me decías que me quede tranquila, que ibas a estar conmigo siempre! ¡Siempre! –Cae de rodillas, la mujer, llora, el llanto la vence. Uno de los empleados de la heladería la ayuda a incorporarse. Alguien le ofrece un vaso de agua.
–Pero no, yo no –digo. Miro el recipiente de mi helado, cómo el helado se va derritiendo, transformándose en líquido, perdiendo la gracia.
–¡Qué basura sos, por Dios! –ella bebe un poco de agua, traga, le han traído una silla, pero permanece de pie–. ¡Me dejás embarazada y ahora decís que no querés saber nada! ¡Encima me amenazás! ¡Que vas a contratar a alguien para que me haga abortar de un par de trompadas en la panza! Sos lo peor, lo más bajo.
Ahora sí se sienta. Llora. Se seca las lágrimas con un antebrazo.
–Pero no, te juro que no –digo, pero estoy diciendo cualquier cosa. No conozco a la mujer, no sé qué decir. Se ha juntado algo de gente a nuestro alrededor. Me odian, saben que soy culpable. El universo entero sabe que soy culpable, del asesinato de Kennedy, de los terremotos, de las catástrofes aéreas. Están esperando un gesto, nada más, una señal, para saltarme encima y molerme a patadas.
–Flaco, mejor andate –es el cajero, el que me habla. No es que me aprecie, no hay en él una pizca de empatía hacia mi persona. Pero sabe que está a punto de desatarse la violencia, y prefiere preservar el local.
–Sí, andate –dice un pibe, jovencito, se le marcan los bíceps, tiene la fuerza, cree haber encontrado una noble causa donde canalizar algo de su desbordante energía. La causa es romperme la cara para que su novia lo quiera un poco más, para que el mundo mejore. La única manera que el mundo mejore, es que tipos como yo dejemos de estar. Usa una barbita candado, el pelo con gel, pobre.
Dejo el helado, me voy. Cuando estoy saliendo, alguien me tira algo, un servilletero que me da de pleno en la espalda. Escucho puteadas. Alguien, otro alguien, desde atrás, me escupe.
Apuro el paso. Estoy agitado, y asustado también. Decido caminar hasta Cabildo y tomar el subte.
A la cuadra y media escucho una voz.
–¡Che, che! ¡Pará! –es la voz de la mujer, otra vez. Me detengo, pero miro hacia dónde correr, es preciso escapar.
–Disculpame –le digo–. Pero estás equivocada. No te vi jamás en mi vida.
–Sí, ya sé.
–¿Eh?
–Que ya sé –prende un cigarrillo, pita, sonríe–. Lo que pasa es que en un rato me tengo que encontrar con el verdadero padre de la criatura –se toca la panza–, y me pareció que lo mejor era practicar la escena antes. Así no me olvido todo lo que tengo para decirle.
Me cuesta comprender, quizás entendí mal.
–No es con vos, quedate tranquilo –me da un beso en la mejilla, me acaricia, apenas, un hombro–. Andá, no pasa nada.

12 comentarios:

Dany dijo...

La escena está tan bien descripta que por un momento sentí como si todo me estuviese sucediendo. Estos de barba candado y pelo con gel dispuestos a ser los vengadores de todas las injusticias me preocupan.
Hay que andar con cuidado (y con más cuidado que en barrios poco iluminados) por los lugares donde abundan parroquianos dispuestos a linchar a cualquiera que se presente para descargar sus frustraciones. Muy bueno. Un abrazo.

yaz! dijo...

quizas lo unico que queria eran un par de palabras bonitas de su parte para dejar de creer que el mundo es realmente un hijo de puta que no se merece el fruto de su vientre.
o quizas no y todo lo que queria era ensayar.
la verdad no se,hay veces,la mayoria,que usted me desconcierta.
mis mas sinceros saludos.

Anónimo dijo...

JAJAJAJAJAJ Loca de mierda, ¿No podía ensayar frente al espejo?

Anónimo dijo...

1-Frase notable:
"Usa una barbita candado, el pelo con gel, pobre."
De paso le comento que tengo un allegado que elaboró una teoría sociológica muy refinada acerca de los portadores de barba candado.
2-Tiene suerte:
"El universo entero sabe que soy culpable, del asesinato de Kennedy, de los terremotos, de las catástrofes aéreas."
Si se llegan a enterar que anda en el fato de las armas químicas, tomando mate con mirinda en el desayuno, lo linchan ahí mismo.
3-Ármese una banda punk:
Y bautícela "Uy que día de mierda" (Capusotto dixit)
En fin, me reí muchísimo... y me hacía falta =)

gamar dijo...

es que el embarazo las pone algo locas.
No se les pasa después.
Y algunas lo sufren desde antes.
Muy bueno señor.

sergio dijo...

la practica hace al maestro. Y si con vos practican te hace mierda.

Saludos!!

Zeithgeist dijo...

que practica para meterse en escena eh? Y pensar q algunos idiotas de hollywood solo se acuerdan de su perrito atropellado cuando tienen q llorar. PSSSSS

Mr. Kint dijo...

No hace falta más que dar un tour por los comentarios de su sitio para darse cuenta que con textos como estos usted consigue despertar la conmiseración, la lástima y por qué no el enternecimiento de alguna señorita que le ande sobrando cariño.
Pero con tipos de los más indignos, como yo, bue, mucho le falta para convencernos que no ha sido usted el culpable, aquel que le llenó de plasticola la cartuchera (perdón por la expresión) a tan agraciada señorita, el responsable del germinador lechazo.
"A confesión de parte, relevo de prueba" dirá usted, pero poco me muevo yo en los terrenos de las tramoyas jurídicas. Para el hatajo de ruines que lo apreciamos, usted sigue siendo culpable hasta que demuestre lo contrario.
Saludos.

Yoni Bigud dijo...

Excelente, eximia descripción. Valoro mucho eso. Me refiero a su arte. Usted sabe mucho en ese campo.

Sin embargo me quiero detener en un detalle nimio. Nimio como todo detalle. En fin... hablo de los pezones generosos. Usted no podía conocer esa generosidad. De ninguna manera. A no ser que la mina, finísima por cierto, hubiera entrado en pelotas a la heladería.

Y no. No entró en pelotas. Usted lo habría dicho con esa gracia natural que posee. En el arte de la descripción, a eso me refiero. No lo conozco personalmente, y no me fijo en esas cosas.

Creo que vio esos pezones. Así, sin más. Y si los vio, coronó la maniobra. Lo que me lleva a pensar que inventó la última escena del relato.

Hágase cargo ahora que todavía no es tarde. De cualquier modo hoy sobran los mecanismos compulsivos, sólidamente apoyados por la ciencia.

Un saludo.

J. Hundred dijo...

*dany! los tipos que se dejan la barbita candado y se peinan con gel, las chicas que se hacen un tatuaje o se ponen un piercing, las personas (de ambos sexos) que sacan fotos de una porción de pizza en ‘el cuartito’, todo con tal de parecer interesantes. a ver si nos entendemos de una vez: si querés ser interesante, tirame un poquito de la goma. si no, andá a salvar a las ballenas, a los delfines, correte una maratón, matate, hacé un curso. 1abrazo.

*yaz!! lo que le sucede a usted, conmigo, el desconcierto, es una etapa. después viene el desprecio, el rutilante odio, el repudio. más allá, mucho más lejos, el descubrir que soy tan genial. no tema.

*lucy in the sky! la gente, por lo general, prefiere ensayar sus monerías conmigo. es algo que me sucede desde que puedo recordar, desde siempre.

*tecontaretodo! dicen por ahí, la frase, muy superior a cualquier cosa que yo haya escrito, aquello de ‘el fracaso justifica lo anterior’. en mi caso particular, yo, que por lo general no sé muy bien por qué escribo, me vengo a encontrar con su risa, y ahora está todo mucho más claro.

*gamar! hay un pequeño poema, unos versos de saer, que dicen, más o menos, así:

en alguien que se moría
mi propia muerte no vi,
pero en fiebre y geometría
se me fue pasando el día,
y ahora me velan a mí.

no, ya sé, el poema no tiene nada que ver con su comentario. pero este es mi espacio, y hago lo que quiero.

*sergio! que nos vaya bien a todos.

*zeithgeist! dijo el venerable ciego, yo repito, y mientras repito instruyo, educo, transmito: Dios es más generoso que los hombres y los medirá con otra medida.

*mr. kint! estimado, en las curiosas oportunidades que he tenido la desdichada pulsión de escopetear adentro, he tenido la delicadeza de dejar, casi al mismo tiempo, una semblanza, un cifrado mensaje, un pensamiento que justificara el volitivo accionar. ‘uy’, dije una vez. un saludo para usted.

*yoni bigud! si busca usted la definición de ‘generosidad’, en algún diccionario, quizás obtenga algo como: nobleza o grandeza de carácter. podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos, que además de pertenecer a la corriente de los carismáticos, me encuentro, sin dudas, en la fila de los intuitivos. pero usted, mediante una artera maniobra, lo único que quiere es, bueno, que yo le cuente. por otra parte, habrá visto usted alguna serie norteamericana, cualquiera, esas de abogados, donde en algún momento, el acusado, se ampara, creo, en la quinta enmienda. aquello de ‘nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo’. un saludo.

Julieta Capristo dijo...

Clap, clap, clap. Aplausos.
¡Muy buen relato!

J. Hundred dijo...

*juliette! no me aplaudían, más o menos, que yo recuerde, desde que tenía once años. tuve que subir a decir un poema, en un acto del colegio, porque se enfermó el que tenía que decirlo, al poema, y yo tenía buena memoria (en esa época).

la dársena, los muelles,
el riachuelo que baja por antiguas barracas,
y a orilla de los rieles, el río de la plata.

el poema, algo aburrido por cierto, así terminaba. lo dije de un tirón y la gente aplaudió. creo que después me dieron un par de turrones ‘namur’, como premio por haber cumplido la misión. sufrí mucho de pibe, ahora que lo pienso. pero que te aplaudan, aunque sea un poquito, está muy bien, yo se lo agradezco.