10.10.11

En la tormenta

Habíamos decidido irnos con Ana, a la costa, fuera de temporada. Así que fuimos. Yo necesitaba descansar, Ana necesitaba ser feliz, los dos necesitábamos escapar.
Cinco noches. Arrancamos diciendo ir a Cariló, pero nos pareció muy caro. Valeria, Ostende, terminamos alquilando un apart en Mar Azul. Lo vi por internet, me gustó, hice la reserva por teléfono, deposité la plata en la cuenta bancaria que me indicaron.
La verdad que era todo una cagada. Las fotos que había visto por internet eran mentira, no se veía el mar desde la habitación porque enfrente había una gigantesca duna, el desayuno era triste, café con leche tibio, pan viejo, mermelada que era casi agua coloreada, la heladera hacía ruido como si albergara en su interior un eruptivo alienígena.
Nos peleamos, en el auto, a la ida. Yo quería parar a desayunar en Minotauro, ella no, me paró la policía, yo quise darle cien pesos al oficial antes que me dijera buenos días, ella dijo que no teníamos nada que ocultar. Descubríamos que cuando uno viaja, se sigue siendo el mismo pero en otra parte, no es posible viajar y ser otro, te molestan las mismas cosas, te angustia lo mismo. Cambia el decorado y eso te distrae, con suerte, un poco.
Me despertó Ana, en mitad de la noche. Me sacudió. No podía querer coger, no podía ser eso, Ana había perdido, después de tres años de convivencia, el apetito. Era algo que había que hacer una vez por semana, como lavarse los dientes o secarse el pelo con una toalla, una mecánica tarea, un metódico incordio, no mucho más que eso.
–Eh, qué pasa –abrí los ojos, sabía que no iba a volver a dormirme
–Escuchá.
–Qué.
–Escuchá, ¿Escuchás?
Escuché.
–Si entraron ladrones y te van a violar –dije–, poneles esa carita de fastidio que me ponés a mí. Ni te van a tocar.
–No, pelotudo. Escuchá, la tormenta.
–La tormenta –dije yo–. Pintó romanticismo.
–No, Juan. Está granizando.
Era verdad. Pegaban las piedras contra el techo del apart. El viento hacía chocar una y otra vez alguna ventana mal cerrada. Era una tormenta del carajo.
–Sí –dije–. También está el hambre en Etiopía, y hay que salvar a los delfines. Yo pago las expensas, todo no puedo.
–¡El auto, boludo!
Entendí. Ahí entendí. Entre todas las cosas que no tenía el apart, más allá que todo tuviera la palabra ‘azul’ en el nombre (sala ‘azul’, desayuno ‘azul’, posibilidad de salir a hacer una cabalgata ‘azul’), no tenía estacionamiento techado. Se habían olvidado de poner, en el estacionamiento ‘azul’, un techo ‘azul’.
–¡Uh! –me puse un short y salí. Mi auto, un buen auto que había comprado hacía cinco años, poco uso. El auto que me había llevado y traído tantos domingos. Quería a ese auto.
Bajé. La tormenta no iba a terminar nunca. El auto, mi auto, desnudo, bajo la ira de un poderoso e inclemente Dios. Las piedras del granizo eran del tamaño de pelotitas de ping pong. No iba a quedar nada, de mi auto.
Ese absurdo viaje que sólo había servido para que Ana y yo descubriéramos que no nos soportábamos más, me iba a costar mi auto.
Al lado de mi auto, a unos tres metros de distancia, había otro auto. De un matrimonio mayor, que también estaba parando en el apart. El hombre luchaba bajo la lluvia, cubría el auto con frazadas y toallas, las frazadas eran afirmadas con ladrillos. El hombre iba y venía, tenía un plan, su mujer colaboraba, lo asistía, y en cada viaje de ida y vuelta al cuarto, la mujer secaba al hombre con un toallón, le daba un sorbo de una taza de café.
–Perdí el auto –le dije a Ana–. No va a quedar nada.
Me fui a dormir. Mi pobre auto, y yo sin la más mínima idea, como de costumbre, y sin voluntad. No había dónde refugiar el auto, no se me ocurría un pomo ni sabía hacer gran cosa. Era la historia de mi vida. Ni ideas propias, ni un plan común. La nada misma.
–Pero –dijo Ana.
–Tachame el auto –dije, cerré los ojos, y no hablé más.
La tormenta siguió toda la noche, los truenos recordándome mi fracaso. A la mañana llovía, pero menos. Ana estaba sentada en el comedor, viendo la televisión, un programa donde un japonés explicaba las ventajas de hacer reiki. Aunque si el reiki tenía alguna ventaja, bueno, al japonés no se le notaba nada.
–Pedí el desayuno porque tenía hambre –dijo, y me apuntó con el mentón hacia la mesa, las absurdas jarras donde podía leerse ‘café’, y ‘leche’, la panera con medialunas de un material (tal vez un polímero) no apto para el consumo humano.
Salí del cuarto en short. Me acerqué a mi auto sólo para verificar el daño, darle el pésame, decirle que yo también había sufrido mucho toda mi vida, una cariñosa palmada. El chapista me iba a arrancar el corazón.
Nada. Cero. Per-fec-to. Ni un rasguño. El auto, todavía húmedo, brillaba. Ni una marca, no podía ser, había estado escuchando los piedrazos, arrasando con todo lo que fuera ‘azul’ o de cualquier otro color, casi toda la noche.
–Qué raro –dije. Levanté la vista. A tres metros, el auto del hombre. Tenía agua hasta el volante. Se había inundado por completo. Al sujetar las frazadas trabando las puntas con las ventanillas, las frazadas habían chorreado toda la noche, hacia adentro del vehículo. El auto del tipo no servía más, no se iba a secar ni en mil años.
El tipo se agarraba la cabeza, negaba, después se agarraba el corazón y lo apretaba un poco, para verificar que siguiera funcionando. La mujer lo observaba desde el umbral del cuarto sin animarse a decir palabra.
Increíble. El hombre había hecho todo lo que había que hacer, y su auto no servía más. Yo no había hecho nada, me había ido a dormir, y ahí estaba mi auto. Impecable.
Volví al cuarto.
–Subí un minuto –le dije a Ana–. Vení que te voy a pegar una buena cogida, y después nos vamos a ir a desayunar a Cariló. Algo rico, no nos merecemos desayunar esta cagada.

13 comentarios:

Dany dijo...

Las tormentas fuertes son formadoras. Algunos pueden salir un poco de la mediocridad y otros volverse resentidos. Pero no duran mucho. Muy bueno, Juan. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Muy bueno! Me hace acordar al absurdo de los anteojos rotos dentro del estuche de Cortázar, a las desventuras de Fantozzi y a mi útlimo post (pase nomás!). Muy buena decisión mañanera, por fin el decorado no fue sólo una distracción =)

Zeithgeist dijo...

y bueno, cada uno ama como mejor puede lo que tenga a mano que se deje amar...

Jesi dijo...

La costa siempre miente.

Malena dijo...

No puedo dejar de pensar en esa otra pareja; la señora que tan amorosamente lo secaba y servía café durante la noche seguramente se pasó la mañana diciéndole:
- ¡¿A quién se le puede ocurrir enganchar las frazadas con en vidrio?! Tenía razón mi mamá cuando me decía que no me case con el primer estúpido que se me cruzara.


Es que ustedes acceden a la categoría de héroes o desastres según nuestro humor del día, vio.

Mirta Lepetisa dijo...

No hay que creer nada de lo que se ve en internet. Excepto mi blog, claro que es todo verídico

Anónimo dijo...

"También está el hambre en Etiopía, y hay que salvar a los delfines. Yo pago las expensas, todo no puedo". Genial xD.

Mr. Kint dijo...

Gran retrato el suyo. Torpe tentativa la de inventarse un viaje a la costa, como si algunos kilómetros en ruta fuesen a quebrar la guerra de trincheras. Hay quien pueda jugarse algunas fichas más: París de noche en otoño o en góndola bajo el puente Rialto. En fin, cada uno puede comprar tiempo de las más diversas maneras, timbear a su antojo; el caso es que Mar Azul, fuera de temporada, o Colonia en buquebus, es prácticamente un certificado de defunción de la pareja.
El agua y las pequeñas tragedias suelen poner las cosas en su lugar. (Ah, yo no sé quién es Fantozzi, puede ser el 4 de la Sampdoria, pero hacia el final presentía ese final paradójico final estilo Flanders-Homero tras la tormenta. No me haga caso)
Muy bueno. Saludos.

J. Hundred dijo...

*dany! pareciera que, lo que usted dice de las tormentas, se puede aplicar a las enfermedades, también. no hace falta abusar de la metáfora, en esta curiosa oportunidad. un abrazo.

*tecontaretodo! soy de la opinión que debemos ir al mundial con línea de cuatro, con el secreto anhelo de no pasar vergüenza (aún sabiendo perfectamente que argentina, como país, ya no tiene destino), por lo tanto podría ser: cortázar, fantozzi, yo pondría a raymond carver de 2, y nos falta un 3 metedor, alguien que no suba tanto pero que si te le acercás a menos de dos metros, te pase una epilady por los huevos. ahí voy a leerla, si no me reconoce, es porque voy con la careta del hombre araña. soy un anacoreta, un eremita, prácticamente no salgo. no me rete.

*zeithgeist! que nos vaya bien a todos.

*jd! la costa siempre miente, como usted dice. para eso vamos.

*malena! usted hace una temeraria afirmación, respecto a la valoración del género masculino, de acuerdo al humor de la fémina de turno. en lo personal, mediante un ingenioso artilugio, he logrado desbaratar la mencionada trampa. yo soy siempre un desastre, independientemente del estado de ánimo de la desdichada que me acompañe. lo que intento decirle es que se trata de una decisión personal, un plan de carrera, su opinión nada tiene que ver conmigo.

*mirta lepetisa! su blog, sin dudas, es algo importante. también he visto algunos videos pornográficos que me han dejado pensando acerca de las honduras del alma humana.

*lucy in the sky! las mujeres que manifiestan una honda preocupación por las injusticias del universo, por lo general no son capaces de levantarse de la cama un domingo a la mañana y prepararte un café (algo similar ocurre, si me permite usted el acápite, con las chicas que corren. en lugar de correr 21km por brian, no podrías, por ejemplo, correr 20km, por brian por supuesto, y hacerme una paja?). lo que le quiero decir, lo que le digo, lo que le estoy diciendo, es que no tengo nada en contra de salvar al mundo. pero vamos de a uno, es la única forma.

*mr. kint! en una oportunidad, una desdichada que tuvo el incordio de conocerme, sugirió, en una noche con algo de vapor etílico y algunos atisbos de imaginación horizontal, que quizás debiéramos hacer, nosotros, juntos, un viaje a venecia, con la secreta intención de sostener/afirmar la precariedad del vínculo que nos unía. me vi en la obligación de informarle que, si ella no suspendía a la brevedad los almendrados, las casattas, el helado en general que ingería con rigurosa periodicidad de la heladería venecia, bueno, no sólo se le dificultaría conocer venecia en un sentido tan geográfico como estricto, sino que tendría severas dificultades a la hora de arrodillarse para tirarle de la goma a un morrudo y algo indiferente gondolieri.
last, but not least: verá usted sin excesivas dificultades que, a la hora de hablar de fantozzi, mi línea argumental y la suya fueron, casi de inmediato, por el mismo carril (el del cachetazo, la torta en la cara, la pavada como refugio). lo que le estoy diciendo no es una declaración de amor, pavote, sino que me arruinó el chiste. la próxima vez, tenga más cuidado. un saludo.

Anónimo dijo...

...y de 3 lo ponemos al negro Olmedo y salimos airosos seguro. Por la careta no se preocupe, yo uso la mía todo el tiempo y siempre me descubren. Gracias por la visita, entre sin golpear nomás...

Yoni Bigud dijo...

Usted debe saber, lo sabe (y yo lo sé), que el Universo rara vez se complota de modo tal que su número salga en la ruleta. Cariló es un marco adecuado para el garche redentor, pero para el desayuno se me está quedando corto. Haga un esfuerzo imaginativo che, yo sé que usted tiene espalda para soportarlo.

Un saludo.

J. Hundred dijo...

*tecontaretodo! le confieso además, traté de dejarle un comentario, un respeto, algo de una primordial insignificancia. pero su sitio me pidió que le dijera mi twitter, mi facebook, y contestara polígrafo mediante si prefiero el dulce de membrillo o el dulce de batata. no, no es una crítica, nada más lejos de mí, simplemente no pude saltar esa tecnológica barrera, y me disculpo. una cosa más: es bueno saber, entonces, que hay equipo, aunque no sepamos muy bien a qué jugar.

*yoni bigud! dijo hundred, repito entonces: acepto críticas, también dinero. un saludo.

Anónimo dijo...

No se preocupe, su comentario llegó sano y salvo. Y le agradezco que me informe sobre esas indeseables preguntas, ignoro cómo llegaron ahí, y me molesta que mi propio sitio haga caso omiso de mi voluntad. Tecontaretodo no pide nada y no pregunta, espera a que le cuenten... eso sí, no pidan que no ande desparramando por ahí.
Gracias, lo corregiré...