La mujer me explica que debo leer el soneto # 116 de Shakespeare para de esa forma comprender porqué se va, porqué me abandona.
Leo, entonces, el soneto en cuestión, intento leerlo una segunda vez, con idéntico resultado, a saber: no entiendo un pomo.
Así que a la hora de la cena, en lo que probablemente sea nuestra última cena, al terminar de comer mis agnolottis de ricotta y nuez, con mucho pesto, largo un descomunal eructo en pleno rostro de la mujer. Digo en pleno rostro porque he tenido la precaución de aproximarme un poco, como quien va a hacer una confesión, y ella, viendo mi actitud, se ha acercado, un poco también, lo cual me ha permitido, por decirlo de alguna forma, con admirable precisión y manejo de los tiempos, enfocar la columna del eructo a la altura del puente de su nariz. Digo descomunal, porque el eructo, dotado de un particular énfasis, ha surgido de mis entrañas, tal vez por un año y medio contenido, con la sonoridad, la guturalidad, la vehemencia del rugido de un león adulto en la sabana africana, apuntando a una luna del más precioso marfil.
La potencia del eructo, su musicalidad y fetidez, la han tomado, tal vez, algo desprevenida, al punto de hacerle perder el control del tenedor, que cayó al piso sin excesivo estrépito.
Ahora sí, con este nuevo motivo recién comprado, le digo que la entiendo, que le deseo lo mejor, que tal vez ella tenga razón, que no nos hagamos daño, que las cosas, todas las cosas, se terminan.
Leo, entonces, el soneto en cuestión, intento leerlo una segunda vez, con idéntico resultado, a saber: no entiendo un pomo.
Así que a la hora de la cena, en lo que probablemente sea nuestra última cena, al terminar de comer mis agnolottis de ricotta y nuez, con mucho pesto, largo un descomunal eructo en pleno rostro de la mujer. Digo en pleno rostro porque he tenido la precaución de aproximarme un poco, como quien va a hacer una confesión, y ella, viendo mi actitud, se ha acercado, un poco también, lo cual me ha permitido, por decirlo de alguna forma, con admirable precisión y manejo de los tiempos, enfocar la columna del eructo a la altura del puente de su nariz. Digo descomunal, porque el eructo, dotado de un particular énfasis, ha surgido de mis entrañas, tal vez por un año y medio contenido, con la sonoridad, la guturalidad, la vehemencia del rugido de un león adulto en la sabana africana, apuntando a una luna del más precioso marfil.
La potencia del eructo, su musicalidad y fetidez, la han tomado, tal vez, algo desprevenida, al punto de hacerle perder el control del tenedor, que cayó al piso sin excesivo estrépito.
Ahora sí, con este nuevo motivo recién comprado, le digo que la entiendo, que le deseo lo mejor, que tal vez ella tenga razón, que no nos hagamos daño, que las cosas, todas las cosas, se terminan.
6 comentarios:
Todavía me duele la poronga a causa de su patada de bienvenida, así que no estoy en condiciones de opinar nada. Su táctica surtió efecto.
Sin embargo le aclaro que yo no me siento ni más inteligente, ni más astuto ni más ingenioso que usted. Simplemente lo soy.
Un saludo,
No es amor el amor que cambia cuando un eructo exhala.
Ni es amor el que varía cuando algo huele mal en Dinamarca
Digamos que ambos emplearon la misma estrategia. La Condesa anda leyendo a don Yekspir, veo.
zyx: A donde fueres, haz lo que vieres..!
Y no... el pesto no es para cualquiera.
Pero lo que más me gustó fue tener que escribir "paluidro" para poder publicar este post.
¿A cuánto el kilo de paluidros, don?
*yoni bigud! como dice el refrán: cría cuervos y te tomarán la fanta.
*condesa! es usted, qué duda cabe, la reserva poética de estos cansados huesos. y se lo digo a pesar de encontrarme, últimamente, mucho más cerca de la reserva ecológica, por tristes motivos que no vale la pena ni mencionar.
*roedor! el paluidro es para permitirle una pausa, una paluídrica pausa, y entonces quizás, al reflexionar, piense usted si en verdad tiene algo para decirme. sin embargo, fíjese con qué facilidad logra sobreponerse al ínfimo incordio, a la nimia dificultad, que de ninguna manera le impide, entonces, insistir, continuar, por decirlo de algún modo. llama la atención, entonces otra vez, su inusual energía para saltar todos los paluidros que sean necesarios, y, bueno, llegar a manifestarse de la forma que lo hace.
para finalizar, roedor, para resumir, yo le diría lo que en más de una oportunidad le he dicho a inconcebibles féminas: si querés recibir la exquisita dádiva, el mágico regalo, la anhelada presea de charlar conmigo, bancate un cachito este paluidro.
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