En el bar, tomo el pocillo de café y me vuelco el contenido, con cuidadosa lentitud, sobre la pechera de la camisa. Abro un sobrecito de azúcar y me lo espolvoreo con ampulosidad por encima de la cabeza. Consigo engancharme una medialuna mordida detrás de mi oreja izquierda.
El mozo se me acerca y me pregunta si me siento bien.
–No –le digo–. Claro que no.
El mozo se me acerca y me pregunta si me siento bien.
–No –le digo–. Claro que no.
3 comentarios:
No crea en el buen corazón del mozo. A él sólo le preocupa que no se trague la propina.
*tiene usted razón, querida condesa, como tantas otras veces. lo que se conoce como el viejo truco de ‘te sentís bien?’, y ñácate! te dejo en repelotas.
www.comotantasotrasveces.com.ar
Por más desengaños, dirigirse a
estecinismomeestamatando@gmail.com
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