Entro en una juguetería. Compro un juguete que me hubiera gustado tener cuando era niño, un juguete que me hubiera gustado tener hace veinte o treinta años.
Salgo a la calle. Quito el envoltorio con sumo cuidado. Coloco el juguete sobre la vereda. Acto seguido, salto sobre el juguete, lo pateo, me dedico a destrozarlo con particular énfasis. Intento reducirlo a su esencia y más allá, a sus materiales intrínsecos y más allá, a sus átomos.
El proceso lleva unos cinco minutos. En ningún caso más de siete.
Vos fuiste durante años al psicólogo. No me juzgues.
Salgo a la calle. Quito el envoltorio con sumo cuidado. Coloco el juguete sobre la vereda. Acto seguido, salto sobre el juguete, lo pateo, me dedico a destrozarlo con particular énfasis. Intento reducirlo a su esencia y más allá, a sus materiales intrínsecos y más allá, a sus átomos.
El proceso lleva unos cinco minutos. En ningún caso más de siete.
Vos fuiste durante años al psicólogo. No me juzgues.
2 comentarios:
La metodología terapéutica es a todas luces muy recomendable. El problema es que yo quería un Mekano.
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