5.9.12

Yo quiero ser feliz


         Se despertó. Fue al baño, se lavó la cara, hizo pis. Domingo a la mañana. Volvió a la cama. Apoyó su delicado mentón sobre uno de mis hombros, como si se asomara a mí.
         –Juan, ¿dormís? –dijo con su dulce vocecita hecha un susurro. Su pelo, su maravilloso pelo derramándose sobre mí. Yo estaba con los ojos cerrados, pero no dormía. Por lo general, me costaba mucho dormirme, lo que equivale a decir que casi no dormía, o dormía de a ratos. Permanecía en la cama, tratando de no moverme, boca arriba, con los ojos cerrados, imaginando lo lindo que sería dormir. La mente se me disparaba como una montaña rusa. Trataba de no pensar, de no pensar en nada, de concentrarme en la respiración o en el dedo gordo de un pie, pero los pensamientos entraban por todas partes, agujereaban el casco de la precaria embarcación de mi ser. Cada pensamiento peor que el anterior.
         –Trato –dije–. Trato de dormir, Marucha. Pero si me estás mirando como un búho, se me hace difícil.
         –¿Cómo sabés que te estoy mirando? –me dijo–. Si estás con los ojos cerrados.
         –Porque lo siento –moví una mano por encima de su cuerpo, le pellizqué una nalga–. Siento tu mirada de rayo láser.
         –Estuve pensando –dijo ella. Se apoyó sobre el lateral de mi cuerpo.
         –Es toda una novedad –dije–. Decime.
         –No soy feliz –tuvo un hipo–. Ya está, ya te lo dije.
         –Es normal, Mara –me rasqué la nariz–. Después de cierta edad, ponele, después de los treinta años, nadie es feliz. Hacés lo que podés, con lo que tenés. Mientras ves cómo lo que tenés, que te parecía poco, también se va. Vivís.
         –Es verdad, es verdad –estornudó, o quizás no estornudó, quiso disimular el hipo–. Pero yo quiero ser feliz. Pensé en matarte. Me desperté en mitad de la noche, y pensé en ir a buscar un cuchillo de la cocina y matarte. Está claro que si no soy feliz, es por tu culpa.
         –Es una manera de verlo –dije–. Aunque no sos feliz vos, y me matás a mí. No sé, no me parece.
         –Sí, tenés razón. Por eso fui a la cocina, y después pensé en matarme yo. Agarré el cuchillo y dije ‘me mato y listo’. Me quedé parada en la cocina, con el cuchillo en la mano. Lo pensé.
         –Y sí –dije–. Aunque no sé. Matarse con un cuchillo con mango de plástico, en una cocina de un departamentito de morondanga. Como que le falta glamour, es como tirarse por la ventana de un contrafrente. Me parece un bajón.
         –Tal cual, tal cual –se sentó en la cama–. Entonces pensé en irme. Pensé en hacer un bolso y tomarme un taxi. Irme en mitad de la noche, empezar una nueva vida, lejos de vos.
         –Eso está mejor –dije, giré, me puse de costado, dándole la espalda–. Si te llegás a ir, algún día, acordate que hay plata en el último cajón de la cocina. Hay dólares, ahí, tampoco te vas a ir con lo puesto, llevate los dólares. La vida por lo general es un triste episodio, pero la vida sin un mango es triste y es un asco, al mismo tiempo. Te pueden servir, los dólares.
         –No sé qué hacer –estaba sentada con las piernas cruzadas, despeinada, jugaba con un granito que le había salido sobre la cara interna de un muslo–. Yo quiero ser feliz.
         –Sí, me dijiste –me rasqué la panza, con el revés de un pulgar, como hacía mi padre. Gargajeé.
         –Podríamos ir a desayunar –se subió, encima mío, me puso otra vez boca arriba y se subió, recostó su cabeza sobre mi pecho. Tuve una levísima erección, pero no me moví–. A un lugar que no hayamos ido nunca, a un lugar lindo. Quiero comer tostadas.
         –Ahora vamos –dije–. Claro, sí.

6 comentarios:

A.Torrante dijo...

"Scotty, beam me up" son frases que siempre me vienen a la mente al leer un texto así. Lo más cercano es la remisería, pero algunas veces tardan 30 minutos, es como que deben estar ocupados a cierta hora de la noche cuando comienzan las charlas.

PD: un consejo, no le recomiendo hacer gala de tener dólares.

Dany dijo...

El relato está lleno de pequeños detalles de las actitudes físicas que acompañan el diálogo, es como un video. Me gusta.Las salidas a esos problemas existenciales son muchas veces un buen desayuno aunque si las tostadas están sin gracia puede venir una tragedia....asi son nuestras cabecitas. Un abrazo!

Clau dijo...

:)

Juan Sebastián Olivieri dijo...

La extraña habilidad para reflejar el sinsentido de la vida en pocos y simples gestos es tu mérito.
¡Genial!

parescountoroporloscuernos dijo...

...pero eso me pasó hace unos días, Juan no será usted mi Juan, no??...no??

J. Hundred dijo...

*a. torrante! si se fija usted bien, en esta curiosa oportunidad, en esta deliciosa ocasión, aunque desde ya no es motivo de particular fastidio, mucho menos encono, bueno, entre mi texto, y las frases que a usted se le vienen a la mente, no hay casi punto de contacto. lo saludo con respeto.

*dany! yo no diría que es un relato para iniciados, pero sí para entendidos. 1abrazo.

*clau! bonita sonrisa.

*juan sebastián olivieri! el sinsentido de la vida, la abrumadora ausencia de significados. quizás su comprensión, la comprensión de su parte, me hace sentir, por lo que dura un parpadeo, un poco menos solo. yo le agradezco.

*parescountoroporloscuernos! que nos vaya bien a todos.