20.9.12

Qué te pasa


         Habíamos ido a la casa de Toti. El Toti se había ido a vivir a Acassuso, con la novia, y nos habían invitado a un asado. Debíamos ser unos catorce, cuatro o cinco parejas, algún familiar, algunos solos. Domingo al mediodía, asado que prometía durar hasta la noche. Pilas de carne, achuras, batatas al plomo. Compramos vino a rabiar. Martín trajo como diez botellas de Fernet.
         Fue llegando la gente. Hacía frío pero había solcito, sillas de plástico desparramadas por el jardín. Un terreno bien grande, un par de árboles que debían tener como cien años, álamos, el perro de Toti, Hugo, yendo y viniendo, moviendo la cola, feliz de la vida.
         Estaba tomando un Fernet y quizás por eso tardé en darme cuenta lo que estaba sucediendo. La novia del Toti, Fabiana, fue a abrirle a una pareja que acababa de llegar. Se metieron ladrones, en un segundo. Eran tres, y quedó uno más afuera. Chicos jovencitos, uno con jeans y las zapatillas con los cordones sin atar, los otros con equipos de gimnasia y gorritas con visera. Uno sacó una escopeta que llevaba debajo de un camperón de esos largos que suelen usar a veces los directores técnicos de fútbol, los otros dos tenían pistolas.
         Al entrar, le dieron un culatazo a la mamá de Toti, que estaba preparando ensaladas en la cocina. La mujer se había desmayado y sangraba feo de un oído. Todo mal.
         La hago corta. Nos sentaron a todos sobre el pasto. Nos hicieron sacar los zapatos. Metieron todo lo que teníamos en un bolso de tela verde, billeteras, celulares, relojes, dinero. El de la escopeta nos apuntaba y cada tanto miraba a alguno que se había cansado de tener los brazos en alto, y chistaba.
         Matías trató de hablar con uno y se comió una trompada sin preámbulos. ‘No me hablés’, le dijo el pibe. ‘Ni me hablés, gato’.
         Uno agarró las llaves de los autos. Salió y volvió. Eligieron una camioneta. Querían cargar las computadoras, el microondas, los televisores, el lavarropas, también. Uno, que debía ser el más chico, de lentes con vidrios espejados, moqueaba todo el tiempo y se limpiaba la nariz con un antebrazo. Se lo veía demasiado inquieto, muy drogado. Parecía como si la .45 le quedara grande en la mano.
         –Bueno –dijo el chiquito–. Ahora voy a elegir a alguna de las nenas para que me la chupe. Y mientras me voy a sacar fotitos con el celular, para tener de recuerdo –se rió, estaba contento. Con la mano libre se apretó la garompa.
         –Pará –dije. No, no soy valiente, sencillamente vi lo que iba a suceder, y supe que no iba a poder soportarlo– ¿Te volviste loco? Un asalto es una cosa, pero si tocás a una de las pibas termina todo para la mierda.
         Me puse de pie, pero no avancé. Abrí un poco los brazos, como si me preparara para atajar un penal.
         –Bueno, bueno –el pibe me apuntó a la cara–. Tenés razón, loquito. Además son todas bien feas, eh. Entonces traigan a la vieja de la cocina. ¡Traeme la plancha, Willy! Vamos a quemar a la vieja hasta que nos digan dónde tienen más guita escondida. En esta casa tiene que haber más guita. Fijate dónde enchufamos la plancha. Le voy a quemar los pies, primero. Después la cara. Vas a ver cómo aparece la plata.
         –Flaco, qué te pasa –me pasé una mano por la cabeza, me puse en cuclillas, arranqué un mechón de pasto y lo mastiqué. No me preguntes por qué, la desesperación– ¿Qué carajo te pasa, se puede saber? Ya te llevaste todo, la guita, las computadoras. Cómo carajo podés quemar a una persona con una plancha. No vas a poder dormir nunca más.
         Imaginé los gritos de la mamá del Toti y cerré los ojos, muy fuerte. Imaginé que me disparaban y tuve una sensación en el centro del pecho, como una corriente de aire. Una sensación muy fea, muy rara.
         –Está bien –dijo el pibe–. Ya sé. Te voy a cortar un dedo. Llamamos a tu familia y le decimos que te tenemos secuestrado. Les llevamos tu dedo y pedimos que nos paguen ya, el rescate, lo que tengan, porque si no te matamos de una. Algo debés valer, vos. ¿Vivís cerca?
         –No –le dije, apreté los puños–. No me vas a cortar el dedo, no le vas a cortar el dedo a nadie. No está bien, eso no se hace.
         Pensé que si el pibe levantaba el arma o avanzaba un paso yo iba a correr tirando trompadas hacia delante, hasta  caer muerto. En eso consistía la totalidad de mi precario plan. No me podía dejar cortar un dedo, me dolían las manos de sólo pensarlo.
         Entró el de afuera,  y habló con el de la escopeta. Ya tenía la camioneta cargada con el motor encendido. Discutieron algo.
         –Uh, loco –el pibe me miró y se rascó la cabeza, por encima de la gorrita–. Parecés mi vieja, siempre lo mismo. Cualquier cosa que yo quería hacer, no me dejaba.
         Ahí nomás  se fueron.

10 comentarios:

A.Torrante dijo...

Un "Que nos vaya bien a todos" parece casi un pedido utópico, pero sería bienvenido, así se me va el gusto amargo. Espero que al menos le haya servido de catarsis escribirlo.

J. Hundred dijo...

*a. torrante! alguna vez la escuché cantar a laurie anderson, palabras de william burroughs, aquello de ‘language is a virus from outer space’. lo que le quiero decir es que escribir no es algo que uno hace, no tiene mucho que ver con la voluntad. como la lluvia, como el amor, sucede.

A.Torrante dijo...

I beg to differ, debe ser de las pocas cosas que uno hace con voluntad, sobre todo cuando se escribe bien. Ahora si quiere podemos analizar el Shit Happens pero en otro contexto.

Dany dijo...

El final me sacó la angustia que venía acumulando.
Pero no me venga con eso de "si sucede, conviene".
Abrazo!

J. Hundred dijo...

*a. torrante!

*dany! parece, dicen los que saben, que aquello de ‘lo que sucede, conviene’ vendría a ser como una ley de carácter universal. ahora, que lo que sucede por lo general no me conviene a mí, que le debe estar conviniendo a algún otro, y que eso quizás signifique que me encuentro en una suerte de galáctica desarmonía, tampoco tengo ninguna dificultad en admitirlo. 1abrazo.

Mr. Kint dijo...

Me pasó, hace no mucho, y esto es cierto, que viví una situación de este tipo. Había ido a visitar a mis viejos, a la noche salí con unos amigos, me gustaría decir que fui a ponerla, pero no, visité viejos amigos. Eran cerca de las dos cuando abrí el portón de casa y me extrañó no ver el auto de mis padres; llamaba por celular mientras entraba y nadie atendía. No me olvido más cuando se cerró el portón y salieron tres tipos de adentro de la casa, los tres armados. Uno se me sube al auto y me pone el arma en el torax y me dice "bajate". Lo demás es lo de siempre: me comí varias manos al grito de "no me mirés", y me presionaban el fierro en la nuca al grito de "tu viejo se está desangrando, decime dónde está la guita".
Quizás no me quiero acordar mucho pero recuerdo que me dio una tranquilidad cuando vi a mi viejo tirado en el piso pero vivo, y me ataron los pies con el cable un secador de pelo y las manos con una corbata.
Ahí le dije en voz baja a mi viejo: "tranquilo, si sobreviviste a semejantes hijos de putas, no te va a tocar palmar con un tipo que me ata las manos con una Hermes".
Que le esté contando la historia es sinónimo de que todo terminó "no tan mal", así que a agradecer aunque a usted tenga que tragarse tan olvidable anécdota.
Saludos y abrazo.

J. Hundred dijo...

*mr. kint! vayamos a lo importante, usted sabe que yo soy un humanista. dígame por favor cómo quedó esa pobre corbata. 1saludo.

FerCas dijo...

Como historia... super cautivante... lo terrible es la realidad de la misma...
Por lo gral, suelo salir de este blog con una sonrisa, por la picardia de sus palabras, creo q hoy me voy angustiada... y hasta tengo un poco de miedo... voy a verificar que deje cerrada la puerta...
Saludos!!

J. Hundred dijo...

*fercas! que durar sea mejor que arder, cantaba el señor cerati. no, ya sé, no tiene nada que ver con lo que usted comenta. pero justo escuché la canción y la frase me impactó, a alguien se lo tenía que contar. la saludo.

el Satán dijo...

Me parece que mirás muchas películas danesas de Susan Bier y Anders Thomas Jenses, léase: "Corazones abiertos", "Hermanos". Un relato constantemente dramático al borde del infarto que por suerte al final ese sentimiento termina y se va para poder descansar. Como una descarga eléctrica dolorosa que por fin termina, como un cólico renal que por suerte desaparece, como un cáncer y un final con morfina.
Muy bueno.