10.7.12

Táctica es sobre el terreno

         Tocó el timbre Moni. Raro, sábado a la mañana, temprano. Moni tenía facultad los sábados a la mañana, estudiaba filosofía, o psicología, algo que implicaba leer apuntes y reunirse con otros alumnos a discutir y a fumar. Estudiar es un pasatiempo como cualquier otro. Hay gente que corre maratones, hay gente que consume toneladas de pornografía por internet. Me parece bien, mientras no quieras contarme lo que hacés ni mostrarme mil trescientas veintiocho fotos de tu último viaje a Buzios. Hacé lo que quieras, lo que te resulte más cómodo.
         Le bajé a abrir, pero ya con campera.
         –Vamos a desayunar afuera –dije. De paso caminaba un poco. Hacía un frío del carajo.
         Fuimos a un bar. Café con leche, medialunas, manteca, mermelada. Nada puede ser tan malo.
         –Estoy embarazada –dijo Moni, dio un sorbito a su café con leche–. Ya está, ya te lo dije.
         Tiene muchas virtudes, Moni, entre ellas la juventud, y la belleza. Es una piba inteligente, divertida. Anda siempre desarreglada, con el pelo corto y sucio, sin maquillar. Usa ropa de alguien, de cualquiera, pulóveres de alguna amiga, jeans muy gastados, un gamulán de un abuelo. Le queda bárbaro, todo le queda bárbaro.
         –Bueno, te felicito –miré por la ventana, pasaban los autos–. No sabía que querías ser madre. Sos jovencita, todavía, pero es un imperativo categórico para toda mujer. Ser madre te mejora como persona, te lo digo porque yo fui madre muchas veces.
         –No, bobo –me miró, Moni, con esos ojazos color miel. Se había estado comiendo las uñas, había llorado–. Estoy embarazada de vos. Es tuyo, digo.
         –Epa –dije. Lo importante era no mostrar susto, ni fastidio desde ya. Mordí una medialuna cargada de manteca, rebosante de mermelada, imbatible combinación–. No me lo esperaba.
         –Lo acabo de confirmar –se pasó una mano por la frente–. Por eso vine. ¿Estás contento? No sé, decime algo.
         –Eeeh… Estoy contento, claro que estoy contento –miré a la calle. Podía salir corriendo, tirar cincuenta pesos y salir corriendo. Ir hasta Retiro, tomarme un micro a Miramar. Mi abuelo Benjamín había dejado un departamento en Miramar, chiquito, bien ubicado. Desaparecer. Quedarme en Miramar un par de años. Caminar por la playa todas las mañanas, escribir algunos poemas, dejarme la barba–. Pero no es tan sencillo, yo también tengo que decirte algo.
         –¿Qué? –Golpeó la mesa, Moni, con un puño cerrado. Voló una cucharita– ¿No decís que me querés? ¿Me vas a pedir que aborte? Sos un asco de persona, un asco.
         –No, pará –serio, muy serio, pero de ninguna manera enojado–. Tengo un problema, una enfermedad, algo cromosomático. Una vez me hice un análisis, y saltó eso.
         –¡Qué! ¡A ver, qué!
         –Algo, si tengo un hijo, son altísimas las probabilidades que tenga algún problemita de aprendizaje, un leve retardo. Un noventa y siete por ciento de probabilidades, eso fue lo que dio el estudio, lo que me dijeron.
         Cambió su cara. Retrocedió y se pegó contra el respaldo de la silla. Cruzó los brazos.
         –Pero no importa, Moni –había que seguir, terminar la maniobra, lancé las últimas dos o tres trompadas que me quedaban–. Yo te quiero, y si estás embarazada es una señal. Venite a vivir conmigo, tengamos el bebé. Luchemos juntos, por nuestro amor.
         Se hizo una pausa. Ella tuvo un acceso, algo como hipo, seguido de un sollozo. Se sonó los mocos con una servilleta de papel.
         –Bueno, no –dijo–. Es mentira.
         –¿Qué?
         –Es mentira, lo del bebé, no te enojes. Necesitaba saber si me querés. Pensé que te estabas viendo con otra chica.
         –Pero cómo podés joder con semejante tema, pichona –llamé al mozo–. No se hace eso, es muy feo lo que hiciste.
         –Sí, ya lo sé, te pido perdón. Pero tenía que ver qué me decías.
         –Feo, muy feo –pagué–. Una actitud de mierda.
         –Ya sé. Te pido perdón. ¿Me perdonás?
         –No sé, hablemos en otro momento. Ahora quiero estar solo.
         –Pero Juan.
         Salí del bar y me fui a buscar el auto. Me habían invitado a un asado en el Tigre. El Tutu iba a hacer, además de la carne, salchicha parrillera, provoleta, batatas al plomo. Morrones asados.

9 comentarios:

A.Torrante dijo...

¿A cuántas cuadras del mar queda el depto? ¿Tiene vista al mar? ¿Para la segunda quincena de Febrero a cuánto me lo dejaría? En cuanto al asado, cualquier tipo que pone verduras/hortalizas o tubérculos sobre una parrilla es caniche-Ya sé, "Que nos vaya bien a todos"!

Rob K dijo...

Bajo esa actitud de crápula se esconde un tipo sensible. Pero qué bien se esconde.

Dany dijo...

Hay que tener mucha habilidad para dar vuelta esa conversación con cara de poker y tragando medialunas. Impermeable!
Un abrazo.

Juan Sebastián Olivieri dijo...

"...Te pido perdón. ¿Me perdonás?
–No sé, hablemos en otro momento..."

El que sabe, sabe.

J. Hundred dijo...

*a. torrante! que nos vaya bien a todos.

*rob k! yo diría que de tan sensible, prácticamente estoy en carne viva.

*dany! no es ninguna habilidad, se llama defensa propia. 1abrazo.

*juan sebastián olivieri! como dijo el filósofo finisecular, poeta, bebedor de punt e mes y amigo, pedro pablo latagui: entre pizzeros no nos vamos a pedir el ticket.

Zeithgeist dijo...

"Quedarme en Miramar un par de años. Caminar por la playa todas las mañanas, escribir algunos poemas, dejarme la barba–"

Por qué a todos se nos ocurre lo mismo cuando pensamos en escapismo? (salvo la barba en mi caso, claro, pero puedo no depilarme y es mas o menos igual).
Qué hay de fascinante en el mar que todos enfilamos pa aya al menos en pensamiento cuando queremos rajarnos a la mierda??

J. Hundred dijo...

*zeithgeist! quizás sea por la trillada línea argumental. aquello que, ante la majestuosa inmensidad del mar, uno alcanza a comprender, no con la mente, de ninguna manera con la mente sino de una intuitiva manera, la pequeñez de la propia existencia, y eso trae aparejado el distintivo carácter de ínfimo de todo aquello que a uno lo atormenta. también puede ser que uno tenga demasiado contrafrente en sangre, que lo que desee sea ventilarse las bolitas (la vulva, en su caso. disculpe mi científica digresión, pero ventilación de vulva debiera ser una materia basal en cualquier tratamiento de la disciplina denominada ‘psicoanálisis’).

Mr. Kint dijo...

Impecable, desde que bajó con la campera y un "vamos a" supe que usted llevaba el control de la situación.

Hundred sabe por sabio, pero más sabe por viejo; entiende la disciplina pero más conoce el paño, hace del campo de batalla su tatami.
Ni en la renguera del perro, dicen.
Abrazo y saludos.

J. Hundred dijo...

*mr. kint! es muy importante, quizás primordial, cuando una chica te dice ‘tenemos que hablar’, que sea fuera de tu domicilio. quiero decir, del propio. porque si la charla transcurre fuera de tu domicilio, lo único que te pueden romper son las pelotas. un abrazo para usted.