5.3.12

Ella vino a ver

Ella me vino a ver.
Me dijo que estaba embarazada.
Le dije que la felicitaba, que la maternidad era una extraordinaria experiencia que mejoraba a las mujeres, les daba un sentido a sus por lo general erráticas existencias. Dar vida es quizás el más milagroso de los actos, agregué.
Me dijo que al parecer yo no había comprendido, no había entendido bien. Ella estaba embarazada, de mí. De yo. No sé cómo lo dijo con exactitud, pero lo dijo.
Le dije que era una situación por demás inverosímil. Le dije que no podía ser.
Habíamos cogido una o dos veces, hacía más o menos un mes. No sólo me había colocado, con monótono cuidado, el correspondiente preservativo, sino que además, eso no lo dije, mi espermático caudal había disminuido, en los últimos tiempos, de manera más que sensible. Eyaculaba yo una mísera gota de un líquido muy similar al agua, sin consistencia ni opacidad ni mucho menos espesura. Era yo, me había transformado, en un atribulado ser, preocupado por la vejez y la falta de dinero. Temeroso, triste, gordo también.
Le dije que yo no estaba en condiciones, ni físicas, ni mucho menos anímicas, de dejar embarazada ni a una perra salchicha. Había perdido, como se pierde un juego de llaves o una foto, esa capacidad, ese poder.
Ella me dijo que no le importaba nada de lo que yo le dijera. Estaba embarazada, íbamos a tener un hijo. Ella me preguntó qué íbamos a hacer.
Lo pensé un par de minutos, me serví un whisky. Miré por la ventana de la cocina, parecía que todo el fin de semana no iba a parar de llover.
Le dije que se pusiera en cuclillas, eso íbamos a hacer. Que se pusiera en cuclillas, y respirara hondo, bien hondo, relajándose.
Le dije que cerrara los ojos, también.
Le dije que le iba a dar una patada, con todas mis fuerzas, en el abdomen. Le iba a dar un patadón con unos zapatos que me habían traído de Italia, unos zapatos Salvatore Ferragamo de piel de pecarí con puntera de metal, ideales para la ocasión, y ella iba a perder al chico, casi de inmediato. Era un segundo, nada más, después nos podíamos ir a tomar algo, a comer.
Ella me insultó un rato largo. Me dijo las peores cosas, cosas que yo había escuchado alguna vez sobre mi persona pero no todas juntas, con tanto énfasis. Me dijo que yo era una basura humana y que me sucedería lo peor, que cuando muriera iba a ser necesario contratar un par de extras para que llevaran las manijas de mi ataúd, cosas así.
Me dijo, después, antes de dar un portazo, que era mentira, lo del chico, que no estaba embarazada, pero que ella quería ver cómo respondía yo, cuál era mi reacción, qué le decía.
Me dijo que no quería saber más nada conmigo, no quería tener que volver a verme. Y se fue.
Lo interesante de este simpático episodio, es que muchas veces el, por decirlo de algún modo, ocasional espectador, puede quedar abrumado con la rústica crueldad de la acción directa. Se suele ser algo más condescendiente, en lo relativo a la maldad, con el particular encanto de lo sutil.

6 comentarios:

A.Torrante dijo...

Y me quedé pensando por qué una perra salchicha habiendo alternativas más potables, una golden de pelo lacio, una gran danesa liberal, una ovejera alemana severa...Y luego releí los porqué del no embarazo y entendí...

Dany dijo...

Igual creo que hay una simétrica devolución de la propuesta. Esos fines de semana lluviosos pueden no dar cabida a las sutilezas. Abrazo!

Anónimo dijo...

Lo único que no creo es que se hayan cuidado... sutilezas y detalles

Saludos!!!

J. Hundred dijo...

*a. torrante! hay una perra salchicha, creo que del vecino del séptimo b, que me tira mucha onda. no consigo recordar, ni siquiera en la adolescencia, haber sido observado con tanto interés por ninguna chica. lo quería decir.

*dany! desde hace algún tiempo, los fines de semana lluviosos, por lo general me vienen a buscar y tengo que repartir algo de magia. a veces tengo miedo que se me seque la napa, el manantial. 1abrazo.

*ines table! oiga, sorprenden un poco sus palabras. habla usted como si hubiera estado ahí, como si yo, ejem, por decirlo de algún modo, la hubiera salpicado. 1saludo.

Anónimo dijo...

ah bueno! le queda propulsión al menos...salud

Mr. Kint dijo...

Suele hallarse en la constitución primaria del carácter de la mujer, quizás hasta en su más embrionaria progenie genética (desde Eva para acá), medir a su ocasional compañero con la más retorcidas circunstancias para examinarlo o para probar vaya a saber qué cosa.
Bien sabe usted la efectividad de una tosca truculencia para salirse de esas situaciones embarazosas.
abrazo y saludos