20.6.11

El sonido de ciento sesenta y tres mil quinientos dieciocho hamburguesas

Hay temporadas donde me gusta ducharme a la mañana, hay temporadas donde me gusta ducharme a la noche. Hay temporadas donde no me quiero bañar, necesito una capa de mugre sobre la piel. Dicen por ahí, escuché alguna vez, que la salud es el silencio de los órganos, hay que escuchar al cuerpo. Si el cuerpo te pide cocaína, y vos le das yogur con cereales, bueno, el cuerpo se pone mal.
El asunto es que no son ni las ocho de la mañana, y el cuerpo me pide una ducha, incluso antes de desayunar un par de mates, cosa rara en mí. Tuve una noche de sexo y whisky, con intermitencias. Me huelo los dedos de una mano, tengo olor a fugazzeta, y a flujo vaginal del fuerte. Hubo pizza anoche, entonces, también. Una buena noche.
Abro la ducha. Pero antes, es automático, sin pensar, encendí una radio que hay en el comedor. Y cuando estoy por entrar a la ducha, escucho, de la radio, una noticia. Algo sobre el fin del mundo, o el precio del mechón de pelo de canguro, algo que capta mi atención.
Decido entonces cerrar la ducha y escuchar la noticia, esperar, para ducharme, tres minutos. Las prioridades y su anárquica lógica, no hay nada para analizar.
Cierro la ducha. Sucede entonces algo extraño, singular. Porque al cerrar la ducha, lo que debiera suceder, es escuchar la voz del locutor, la noticia sobre el hambre en Etiopía, sobre un islandés que esculpió una teta de hielo de tres metros de altura, con mayor intensidad.
Pero no. Lo que escucho, en lugar de la voz del locutor, en lugar de la noticia, es un sonido, un sonido que se hace más y más fuerte. Es el sonido de ciento sesenta y tres mil quinientos dieciocho hamburguesas burbujeando sobre una plancha, como si de pronto me hubiera metido en la cocina de un McDonald’s.
Sigo el ruido, que no para de crecer. Doy unos pocos pasos, hacia la cocina. Vivo en un pequeño departamento, en un barrio que quizás sea conveniente no mencionar.
Me acerco a la cocina. Explotó el calefón, bah, no el calefón, un flexible que va del calefón a la pared. Cae un chorro, del grosor de la garompa de un burro, un chorro de hirviente agua, con inusitada potencia.
El chorro de agua cae y cae y sigue cayendo. Pega contra la mesada, y es tal su fuerza, que rebota contra la otra pared de la cocina, contra los azulejos de un tristón y pálido amarillo. De ahí, por la ley de gravedad, al piso. Ya debe haber unos buenos tres centímetros de agua cubriendo el piso de la cocina, su totalidad.
El agua caliente me cubre los pies. Estoy desnudo, viendo cómo cae agua, cómo sigue cayendo, cómo se va todo a la mismísima mierda porque se rompió una tuerca, porque cedió una válvula. Porque algo, que aguantaba algo, ya no lo aguanta.
Me quedo muy quieto, es mi vida lo que estoy viendo, hay algo ahí que está sucediendo, la contundencia de lo fáctico, algo que me va a costar entender, no digo aceptar.

9 comentarios:

JamesDead dijo...

Me pasó exactamente lo mismo hace un par de años, solo que sin la noche previa de pizza, sexo y whisky, o sea me pasó otra cosa totalmente distinta, pero tambien se me revento el calefon.

Ann dijo...

Fue la fuerza de tu mente para no bañarte y así seguir con olor a pizza de bacalao.

Alelí dijo...

como sea si ese olor es lo último que te llevás al menos es un final feliz.

Palabras al viento... dijo...

Pues, yo creo que hay que hacer lo que tu cuerpo te pide.
Saludos.

LaLa dijo...

cuando explota el calefón, no hay mejor cosa que admirar ese bello paisaje (de desastre), no se porque me hizo acordar al final del club de la pelea.
Ah.. a mi también me explotó el calefón, si así, posta, saltó la perilla de la explosión y me pego en las tetas, casi muero de susto, si, si también, casi muero cuando vi la factura que me cobro el plomero para arreglarlo.
beso de boina roja de lana.
LaLita

Mr. Kint dijo...

Venía a decir algo, una pavada, lo de siempre. Iba a decir que me había pasado algo similar (una caldera en mi caso y mi reacción fue la de cerrar la puerta de la cocina y huir, esperando regresar algún día y que esté todo resuelto -no sé si eso dice algo de mi manera de enfrentar algunos problemas-), pero veo que otros ya vinieron y dijeron más o menos lo mismo. Y por más que me esfuerce en decir algo bello, no puedo competir contra una perilla colapsando en un par de firmes gomas.
En fin, venía como un jugador de fulbo en pretemporada: para sumar; decir algo que por lo general no le importa a nadie, pero además me voy confirmando que poseo una falta de originalidad terrible.
Un saludo para usted.

J. Hundred dijo...

*tiago! dice usted algo de lo más atinado. porque la mayoría de las veces que te pasa lo mismo que a alguien, lo que te pasa es algo totalmente diferente.

*ann! que nos vaya bien a todos.

*alelí! su comentario, en esta particular y no por eso menos irrelevante oportunidad, es de lo más desafortunado. más o menos como mi fragmento.

*palabras al viento…! se atribuye haber escuchado decir, en relación al tema knockin’ on heaven’s door, cantado por bob dylan, aquello de ‘el tema que todos cantan, pero que nadie canta como él canta’. así que yo me permito sugerirle algo tantas veces dicho, pero que nadie dice como yo lo digo, sacado de contexto todo lo que sea posible: vos dale.

*lala! la imagen que usted nos acerca, la perilla del calefón rebotando contra sus tetas, tranquilamente podría ganar el concurso de poesía organizado por la cooperadora del colegio ‘nuestra señora de la shagar’, en burzaco, en ituzaingó.

*mr. verbal kint! usted me obliga a citarme a mí mismo, un auténtico hundred 2004.
http://juanhundred.blogspot.com/2004/09/crnicas-deportivas.html#comments
1saludo.

Dany dijo...

Desnudo y con el agua descontrolada subiéndole a los pies. Y la sensación de que algo que aguantaba ya no aguanta. Fin de ciclo, parece. Al menos hasta la próxima noche de sexo....o pizza.

Sarah dijo...

Del frio que tengo podria decirse que estoy desnuda.
Estoy desnuda y tengo hambre Juan Hundred :c