23.5.10

El camino del saber

El curso había terminado. Los alumnos se saludaban, se iban a tomar una cerveza, a seguir con sus carreras, por qué no con sus vidas. Quedaba el pizarrón y un ramillete de sillas desordenadas.
El profesor ya había dado las notas, y dicho algunas palabras de cierre. Un ochenta por ciento de aprobados, un veinte por ciento entre reprobados y gente que dejaba el curso, servía para mantenerse dentro de los promedios que exigía la facultad. Un curso de cincuenta y siete personas, diez enojados, dos con tos, en fin.
El profesor encendió un cigarrillo y puso los pies sobre el escritorio. Miró por la única ventana del aula, que daba a un árbol tan desnudo como indiferente. Era otoño.
–Profesor –dijo la chica–. Le quería agradecer por todo lo que aprendimos en su curso –asintió dos veces, el profesor se sintió obligado a asentir, también, una vez–. Aunque, en lo que a mí respecta, no puedo decidir todavía si soy post lacaniana, o neo gestáltica. Respeto a Freud, desde ya, pero no puedo comulgar con su exceso de antropomorfismo, mientras que siento una pulsión, la necesidad de escapar del paradigma aristotélico-tomista que me comprime como un corsé.
El profesor pitó. Una larga pitada, el humo rascando en su interior como una cuchara. Fumar era una de las pocas cosas que todavía le causaban placer.
–Si bien siento que ponerlo en palabras es darle vida –prosiguió la alumna–, no puedo situar a la semiótica en el pedestal de las ciencias. El hecho que la salud sea el silencio de los órganos atenta contra la mayéutica y la neurolingüística. Para resumir, profesor, usted me ha abierto la cabeza, y eso es lo que quería agradecerle, por mostrarme el vasto mar de las ciencias sociales en el cual estoy dispuesta a nadar hasta ahogarme.
–Podrías dar una vueltita, por favor –el profesor se acomodó los lentes sobre el puente de la nariz–. Un pequeño giro, nada más.
Sonriente, confundida, la alumna hizo el giro. Usaba sandalias y el profesor contempló por un instante los pies desnudos. La alumna lo miró, expectante, ávida de escuchar la semblanza, la moraleja, el punto que el profesor deseaba marcar para que ella siguiera adelante en el camino del saber.
–La verdad que estás relinda –dijo el profesor–. No deberías tener mayores problemas.

10 comentarios:

La Agartija dijo...

Bueno, yo suelo afirmar que si hubiese sido, o me hubiese sentido linda no hubiera tenido que leer tanto libro, ni agudizar mi ingenio para lograr migajas de atencion. Todo hubiese caido a mis pies sin tener que trabajar tanto para ir a buscarlo.
Me encantaria por un rato sentirme una diosa, de esas que todos se dan vuelta para mirar. Aunque tambien reconozco que en momentos duros, solo el cultivo de mi cabeza me ha sacado adelante...porque cuando estoy sola...nadie me mira...ni aunque fuese linda me miraria nadie cuando estoy sola. Aunque tal vez...si fuese linda...no estaria sola, jaja.

Coffee dijo...

No puedo evitar imaginármelo como el profesor de *BEEP!* de la universidad. No me extrañaría que haya hecho algo similar, el hijo de *KAPOW!*.

Saludos al señor Hundred.

Anónimo dijo...

Muy bueno, realmente muy bueno.
El dicho popular explicado a la perfeccion.

J. Hundred dijo...

*la agartija! en el charco de la impiadosa fealdad que la abruma, pareciera que lo estético es anécdota.

*coffee! el señor hundred los saluda a beep, a kapow, a usted.

*leandro molins! le agradezco la cortesía.

Yoni Bigud dijo...

Y bueno, es sabido que las lindas nadan en otras aguas. Piletas chiquitas, de esas que apenas cubren por encima de las rodillas. Mientras uno lucha con remolinos y bestias del océano.

Un saludo.

chica pastiche dijo...

me recuerda a la primera vez que fui al siquiatra.
"estoy mal" - le dije - "estoy deprimida"

me miró acomodándose los lentes, y me dijo: "pero si estás bárbara, qué problemas podés tener vos?"

es verídico.

chica pastiche dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Matías dijo...

un dandy..

Mr. Kint dijo...

Supongo que en las distintas disciplinas que conforman la gran carrera de la vida las lindas arrancan con una considerable ventaja. Buenos pechos, tantos metros, buenas piernas, otros tantos, radiante sonrisa y mirada profunda, pongasé ud. un poquito más allá. Algunas combinaciones duplican ventaja.
De todas maneras, pienso que esta carrera es más bien de resistencia. Una maratón, digamos. Y al final de la historieta las cosas se equiparan, ya estamos todos cansados, desgastados, viejos, las enormes distancias del principio se tornan relativas y aquella que se liquidó todo su resto en un sprint inicial se la ve pidiendo oxígeno al costado del camino.
Sin embargo, sí, es evidente, las ventajas inicales están y bienvenidas para las que lo aprovechan. No hay handicap para el resto.

J. Hundred dijo...

*yoni bigud! si fuera por los remolinos y las bestias del océano con las que he luchado, pues deberían darme el jacques cousteau de platino. un saludo.

*chica pastiche! había una telenovela, si no me equivoco, que se llamaba ‘los ricos también lloran’. habría que agregar, siguiendo la línea argumental, que los lindos también sufren. por otra parte, aquel prohombre de la democracia, quizás el mayor estadista que tuvo este descascarado país, dijo alguna vez en un spot de campaña, allá lejos y hace tiempo: ‘por los chicos ricos que tienen tristeza, por el pan en todas las mesas’.

*chica pastiche! usted, cuando elimina una entrada, educa, instruye, muestra un camino.

*matias! digamos que sí.

*mr. verbal kint! lo que nadie leyó nunca sobre la fábula de la tortuga y la liebre, lo que nadie se preguntó nunca acerca de la fábula de la tortuga y la liebre, lo único interesante de la fábula de la tortuga y la liebre, es lo que hace la liebre cada vez que para.