19.3.10

Peligroso criminal

Voy caminando por la calle, no tengo apuro. Voy al trabajo, a una oficina, en el centro. Nada mágico va a suceder, y eso, al principio, te pone un poco triste. Después, a los dos o tres años, brota un extraño sopor. Como un matrimonio que se sabe incapaz de sorprender, ni al otro ni a sí mismo. Hay cosas peores, así me han dicho. Se puede ver en cualquier película, para eso está el cine.
Oigo un par de frenazos, seguidos de sirenas. O al revés. Son dos patrullas de policía. Uno de los autos, en una arriesgada maniobra, sube a la vereda y cruza el vehículo. Delante mío.
–¡Ahí está! ¡Ahí está! –Bajan tres uniformados del automóvil que se cruzó, otros dos del auto que quedó en la calle, interrumpiendo el tránsito, esos van de civil. Hay escopetas en alto, revólveres, uno de los policías arroja sus gafas de sol, rayban de burda imitación con vidrios de un triste y acuoso verde, sobre la vereda. Se oyen, a lo lejos, bocinazos.
–¡Dale! –grita otro hombre, bastante excedido de peso.
Yo miro tratando de comprender la escena, a quién persiguen. Y es entonces cuando soy derribado por un perfecto tackle, desde atrás. Caigo sobre la vereda, se me vuela el libro que llevaba en una mano, mi cabeza golpea contra el neumático delantero izquierdo de un vehículo estacionado. Estoy confundido.
–¡Manos sobre la cabeza, policía! –Escucho el grito, pero otro policía está encima mío, yo estoy boca abajo, y me están esposando las manos detrás de la cintura. A pesar del susto, sé que no se puede tener las manos sobre la cabeza y detrás de la cintura al mismo tiempo. Debo estar en doscientas pulsaciones por minuto.
–¡No te muevas porque te mato! –grita otro, que evidentemente ha visto pocas series de televisión, ha olvidado leerme mis derechos.
–¡Lo tenemos! –Alguien habla por la radio de uno de los autos. Me han quitado la billetera, sacan mi documento–. El sujeto se llama Hundred, Juan Hundred.
Recibo una tremenda patada de costado, en un hombro. Sé que ese hombro me va a doler.
–Te agarramos, basura.
–¿Qué? –A lo lejos, oigo la voz del gordo que habla por el transmisor–. Pero qué Juramento, si dijeron Sarmiento. ¡Hablá bien, boludo!
Hay una discusión entre tres policías, dos de uniforme, uno de civil. Hablan más bajo. Se oyen insultos. Siento que me quitan las esposas. Alguien me ayuda a incorporarme. Me sale sangre de la boca, creo que al caer se me partió un diente.
–Perdón, señor Hundred –el policía mira el piso, a mis pies, avergonzado. Me devuelve la billetera–. Nos equivocamos.
–Podemos llevarlo a un hospital –dice otro, que se oculta un poco detrás de la espalda del primero–, para que le vean ese corte.
Descubro que tengo un corte sobre una ceja, también.
–Nos equivocamos –el hombre de los falsos rayban, se los ha vuelto a poner, ha guardado su revólver en la cintura, me mira–. Si usted quiere presentar una queja, lo entendemos. Estamos buscando a un peligroso criminal, y nos pasaron mal el dato de la calle.
–No pasa nada, no se preocupen –recupero mi libro, doy un par de pasos para ver si me funcionan las piernas, asiento varias veces como un imbécil, palpo con la lengua el borde del diente al que le falta un pedazo, creo que me pishé–. En cualquier disciplina es igual. Uno va al médico y el tipo hace lo mismo, va probando.

12 comentarios:

Jazmin dijo...

No puedo dejar de festejar el sarcasmo del que hace gala cada vez. Me divierte mucho.
Pobre hombre, le debe haber dolido bastante una vez pasado el rush adrenalínico.
Me bancaría la piña, supongo. Pero el "Te agarramos, basura"... qué feo.
Ve? Por eso no soy criminal. Ni voy al médico.

Viejex dijo...

Que curioso, al leer esto recordé cuando estudiaba criptografia y hablaban de ataques (a los sistemas de encriptación para obtener la clave y poder desencriptar un mensaje) por el simple método de prueba y error llamándolos ataques "por fuerza bruta".

Federico Gauffin dijo...

¿Desgracia con suerte? ¡Ni siquiera eso!

Lara dijo...

En este país, y en esta semana... este relato me da escalofríos. Al menos no lo mataron. Un saludo cordial.

Matías dijo...

Uff. la sacaste barata!

Mr. Kint dijo...

Pensé que se trataba de cieguitos...

Roedor dijo...

En disciplinas con algún rigor lógico, eso se llama demostración por el absurdo.

Mr. Kint dijo...

Me hizo recordar la supuesta historia de mi ciudad donde un sujeto tuvo un problema con "las fuerzas del orden" en los setentas por tener un libro llamado "La cuba electrolítica"

Roedor dijo...

Lo de "La cuba electrolítica" me parece que es una leyenda urbana. Se comentaba que le había pasado a alguien en el colegio donde iba yo en la secundaria.

De todos modos, quizás la literalidad nos estè matando a todos, ¿no?

J. Hundred dijo...

*jazmin! usted lo llama sarcasmo, yo lo llamo defensa propia.

*viejex! una cosa es la piedra rosetta, y otra cosa es mi prima rosita.

*federico gauffin! como dice el refrán: una de cal, y otra de viva.

*lara! escalofríos, piel de gallina, pase, póngase cómoda, deje su ropa al lado de la mía.

*matías! sí, sólo perdí la dignidad.

*la cantante plant! dónde trabaja, dónde vive, usted quién es.

*roedor!

Viejex dijo...

Hundred, no debería justificar mi comentario a un peligroso criminal como usted, pero suelo hacer lo que no se debe: Asocié lo descrito en su artículo a la expresión "ataque por fuerza bruta" en el sentido literal de la misma, sumado a que su sarcasmo final hace mención a una de las partes del método de prueba y error...no fue tan descolgado, me parece.

Mis respetos a su prima Rosita.


P/D: Lo de la cuba electrolítica lo escuché en la facultad de ingeniería de la UBA de labios de un profesor de química como algo sucedido en la misma facultad. Me parece mas verosímil en ese ámbito, ya que las facultades durante la dictadura estaban intervenidas por las fuerzas del orden.

Roedor dijo...

El colegio donde fui también dependía de la UBA y también estaba administrado por forajidos en la época de la dictadura (inclusive desde antes). Pero le doy la derecha, con perdón.

John100, sus alocuciones hacia mi nick y luego el vacío completo me parecen pura poesía.