10.3.10

A la India

Ella me dijo que tenía un plan. Iba a trabajar, un año, de cualquier cosa. Para poder pagarse los pasajes. Quería ir a ver a Sai Baba, a la India. No había nada más, había descubierto que la vida no tenía sentido. Necesitaba encontrarse espiritualmente, así fue como me lo dijo.
La cité a la mañana siguiente, en un bar de mi barrio. Son esos bares donde cada una de las cosas por separado está mal, pero el conjunto da un resultado agradable. Más o menos como yo, llamémoslo ‘gestalt’, si es preciso llamarlo de alguna forma.
Le pedí un café con leche con tostadas, queso y mermelada.
–Ya está –le dije–. Acá tenés tu búsqueda espiritual. Esto es todo, es el principio y el final del camino. Si no podés ser feliz con esto, aunque des la vuelta al mundo no te va a alcanzar. Todo lo que tenés para descubrir sobre vos misma te tiene que suceder en un momento así, en una situación como esta.
Ella asintió, pero sin convicción. Dudó un poco, no estaba preparada para recibir semejante pieza informativa. Era muy jovencita, necesitaba que le sucediera algo importante, un tornado que la arrojara bien lejos de la playa de su insípida existencia.
–Pero –dijo–, Sai Baba hace aparecer una cadenita. Lo vi en la tele, en un documental.
–Mirá, linda. Si querés que aparezca la cadenita, podrías tirarme un poquito de la goma. Estimo que te resultará una experiencia infinitamente menos agobiante y desde ya más formativa que viajar a la India. Manejalo vos, está todo pago, cualquier cosa me llamás.

9 comentarios:

Matías dijo...

y más económico, por cierto!
Saludos,

Maica dijo...

La próxima vez q piense en las ganas de aeropuertos que tengo me pido un café con leche y tostadas... a ver si dejan de acosarme por un rato.
Deu!

Dolores dijo...

clap clap clap

Geoffrey Firmin dijo...

Es indudable que la formación que brinda la tirada de goma es abrumadoramente superior a un viaje a la India o, en todo caso, a cualquier viaje. De hecho, deberían implementarla como materia obligatoria en la facultad. Digo, como para ahorrarse mucho trabajo.
Abrazo, querido Juan!
PD: Y no sea malo: Usted educa, hace escuela y, por lo visto, tiene ideas para la educación terciaria. ;-)

Jazmin dijo...

A veces el vacío existencial no es más que un espacio libre de problemas reales.
Unos añitos de quilombos grosos que resolver, y uno termina encontrando el sentido de la vida, el placer de lo simple y la suficiente expertice para hacerle ver la vía láctea en una tirada al señor de turno.

Didí dijo...

aca ud no cuenta si ella se negó al truco para aparecer la cadenita... y es que sai baba capaz se lo pide en un idioma milenario... y eso, junto con la permanente a lo mona jimenez de sai baba no se compara con nada.

la niña z dijo...

jaja aplausos

Me quedo con el bar-gestalt. Genial.

Yoni Bigud dijo...

No hay nada que hacer. Hay gente que siempre elige el camino más largo.

Un saludo.

J. Hundred dijo...

*matías! es uno de los pocos viajes donde lo económico no implica, necesariamente, ausencia de confort. un saludo.

*maica! si se fija, debiera poder conseguir alguna cadenita en aeropuertos, en bares, sin mayor dificultad.

*dolores! acepte usted esta módica, pero no por eso menos sentida reverencia.

*geoffrey firmin! si el objetivo de una carrera universitaria, no el único desde ya, es dar al alumno el herramental que le permita, por decirlo de alguna forma, ganarse en un futuro no muy lejano el sustento, quizás la vida, bueno, entonces la tirada de goma sin dudas debiera formar parte del plan de estudios. un saludo.

*jazmin! exquisita su definición de vacío existencial. ahora, para la práctica que nos ocupa, quizás lo de ‘ver la vía láctea’, resulte una imagen algo comprometida para todos los participantes de la tarea.

*didí! a diferencia de otras épocas, cuando llega la parte de hablar de la cadenita, las chicas que me visitan me dicen que de ninguna manera, que no es necesario. las mueve el fervor religioso, la devoción, la fe y nada más.

*la niña z! allí nos veremos, entonces, en el gestalt-bar.

*yoni bigud! la búsqueda espiritual tiene, está en su esencia, la necesidad de pegarse una vuelta de lo más recóndita, para terminar descubriendo que la calma del espíritu estaba ahí, ahí nomás, un cachito más abajo.