7.4.09

La prueba de la milanesa

Ella está cocinando. Está cocinando milanesas. Después de freírlas, las va apilando en una fuente, todavía puede verse el aceite burbujeante sobre la superficie que se debate a mitad de camino entre el amarillo y el marrón. Hay en el ambiente un olor característico, un olor particular.
Le digo que se desvista, la ayudo a desanudar el delantal. Le bajo la bombacha mientras ella permanece aún con las manos ocupadas por utensilios de cocina. Cierro la puerta.
Le digo que se frote con una milanesa. Le señalo la milanesa que está encima de la pila de milanesas. Es una milanesa amplia e irregular, del tamaño de un continente, del tamaño de Europa, tal vez, en un planisferio de los que se colgaban en el colegio durante las clases de geografía.
–Está caliente –me dice–. Me voy a quemar.
No importa. Le digo que no me importa, que lo intente. Ella se lo piensa un poco. Toma la milanesa con dos dedos, primero, y luego la pone sobre la palma de una mano, como si se tratara de una bandeja.
–Esperá –tiene todavía el corpiño puesto. Se lo quito–. Ahora sí.
Como si fuera una esponja, con cuidado, y con una sonrisa que refleja lo absurdo que le resulta el pedido y la escena, se pasa la milanesa por el antebrazo izquierdo, a modo de prueba.
–No está tan caliente –dice.
–Dale –digo.
Se pasa entonces la milanesa por el brazo, el hombro. Luego por el estómago y las tetas. Baja entonces a los muslos, vuelve a subir, sobre el pubis hace un movimiento circular.
–¿Cómo si me estuviera bañando?
–Sí, como si te estuvieras bañando. Muy bien –le digo.
Y entonces sigue, sin dejar de mirarme. Cambia de mano la milanesa y hace medio giro para frotarse las nalgas y detrás de las rodillas.
–El pelo –le digo.
Sube a la cabeza, el pelo y la cara, la milanesa ha perdido cierta consistencia inicial, gran parte de la costra del pan rallado, ya frito, que la cubría.
Sigue un rato más. Apoya entonces la milanesa en la mesada y me mira. Espera que suceda algo, aquello que yo haya planeado. Sexo salvaje, una profunda reflexión sobre el alma humana, no sé.
Abro la puerta de la cocina y voy a sentarme al sillón. Ella me sigue.
–¿Y ahora? ¿Cómo sigue? –tiene los brazos algo separados del cuerpo y los dedos de las manos muy abiertos. Le brilla un poco la frente.
–No sé, no tengo la menor idea –le digo–. Pegate una ducha, mirá como estás.
–¿Y qué más? –dice y da una patadita sobre el piso– ¿Qué más?
–Tirá esa milanesa –le digo–. No se me ocurre nada más.

*Al autor no se le escapa, el autor no puede ignorar, que ya ha tocado el tema de referencia, en más de una oportunidad. Utilizando el dulce de membrillo en lugar de la milanesa, el autor ha hecho barbaridades utilizando un mantecol, ha escrito incluso un fragmento, todavía inédito, donde se emplea una brótola, aunque preferiría no entrar en detalles que pudieran herir la sensibilidad de algún desprevenido lector. El punto es que no debieran sacarse conclusiones apresuradas respecto a la imaginación declinante del autor, su falta de talento en general, su decadencia y caída, en fin. Quizás al autor le parece que el tema en cuestión resulta ejemplificador y profundo, amén de entretenido. Un tema que permite asomarse, por lo que dura un instante, a lo insondable de las relaciones humanas.

11 comentarios:

Alelí dijo...

aiiii que fea sensación! con olor a fritanga y para colmo ignorada por el artista que por capricho (o andá a saber que) se le ocurrió que eso sería..interesante? nuevo? erótico? puffff además de todo eso confundida! pobre mujer!

Anónimo dijo...

No hubiera esperado otra cosa de ud.

La condesa sangrienta dijo...

Lo hemos seguido con el membrillo y lo leímos con el mantecol. No sé qué estará reservado para la brótola pero tal parece que el autor no sabe qué hacer con la tararira.

Yoni Bigud dijo...

Existen ocasiones en que las preguntas sobran. A veces, los porqués poseen una sobrecogedora capacidad de arruinar el momento.

Yo me la hubiera comido. Por esa falta de imaginación sobre la que he dado sobradas pruebas.

Un saludo.

J. Hundred dijo...

*alelí! si logra sobreponerse usted a su más que atendible complicidad de género, podrá sin dudas advertir que en el fragmento en cuestión, de los tres personajes, la milanesa quizás sea la que lleva la peor parte.

*caia! la historia es más o menos, le resumo, así. entra el señor kung fu a una casa de deportes, y pide un par de ojotas. el vendedor le muestra distintos tipos de ojotas, con más o menos suela, ojotas para enganchar el dedo gordo, tipo las hawaianas, ojotas como las que suelen usar los jugadores de fútbol, tipo adilette. el vendedor, luego, le pregunta al señor kung fu qué tipo de ojotas prefiere.
–cualquiera –dice kung fu–. son para llevar en el bolsito.
usted se preguntará por qué le cuento esto, dónde está la conexión, cuál es el motivo. es que me gusta imaginarla sonreír.

*condesa! puedo entender sin dificultades su más honda que malintencionada preocupación, su más abismal que enternecedora curiosidad.

*yoni bigud! cito a domingo faustino sarmiento, parece oportuno, cuando dijo aquello de ‘con la pija, con la pluma y la palabra’. es importante mencionar que en algunos selectos círculos soy conocido como ‘el pedagogo’. pero, por lo general, soy visto como un pelotudo más del malón. un saludo.

J. Hundred dijo...

*yoni bigud! (2) releo sus palabras y hay algo que no queda del todo claro. si se hubiera usted comido a la chica. o a la milanesa.

Rocío dijo...

Nunca más voy a comer milanesas.

J. Hundred dijo...

*rocío! pero no se ponga así.

Lara dijo...

jajajajaja! Realmente lo interesante del relato es lo exacto de la descripcion de un verdadero desencuentro de suposiciones . jajajaja! En definitiva, a veces termina mejor pero... no es un poco siempre asi? no es que las relaciones entre dos personas siempre implican un desencuentro en los deseos pero a veces no se nota y parece que todo sale bien?

J. Hundred dijo...

*lara! acomodar el eterno desencuentro para seguir, de a ratos, encontrándose. quizás de eso se trate.

Lara dijo...

y... si, es así. Aunque a veces preferiría pertenecer al grupo de quienes creen que el encuentro eterno es posible, para rápida, o lentamente segun el día y el ánimo, seguir prefiriendo la realidad ... un saludo, ya me estoy acostumbrando a intercambiar con ud.