11.4.09

Eso es lo que me pasa

Mi amigo M. ha perdido a su madre. Después de una tremenda enfermedad, después de cinco años de luchar, su madre ha muerto. Mi amigo M. está muy mal, y después de conversar con sus amigos, es perfectamente consciente que precisa ayuda. Así que decide llamar a un psiquiatra, pedir un turno, para poder tomar algún medicamento que le permita sobrellevar la profunda depresión que lo atormenta, para poder dormir, recuperarse.
Llama a su prepaga, para pedir un turno con un psiquiatra, pero le dicen que pueden darle un turno para dentro de cuarenta y cinco días.
Mi amigo M. decide apelar al ingenio. Llama entonces al número de emergencias, y dice:
–Miren, yo soy el primo de M., sé que es afiliado de ustedes. Vengo de verlo, está en su casa, lo vi con un arma, lo vi muy mal. Necesita ayuda.
Le preguntan si está con el paciente.
–No, yo vengo de verlo y me tuve que ir, pero quedé muy preocupado, por eso, como sé que tiene esta prepaga, me animé a llamarlos. Porque tengo miedo. Porque no sé qué hacer.
Le dicen que hizo bien, le piden el nombre y apellido completo de M., el teléfono y la dirección, chequean los datos. Le dicen que lo va a llamar un psiquiatra que hace las guardias de urgencia, que le pida por favor a M. que lo reciba, que lo atienda.
–No se haga problema, yo le aviso. M. lo va a atender, pero apúrense, me quedé muy preocupado –dice M.
Al rato suena el teléfono en la casa de M. Atiende M.
–Hola.
–Sí, señor, lo llamo de urgencias psiquiátricas, nos llamó su primo para decirnos que usted no está bien.
–Ah, sí. ¿Qué quiere?
–Nos gustaría asistirlo, señor. Deberíamos combinar un turno, mi consultorio está en la calle Entre Ríos al 900, tal vez el jueves a las quince y treinta.
–¿Hoy qué día es? –Dice M.
–Viernes, hoy es viernes. Son las ocho de la noche.
–Se hizo tarde –dice M.
–Quedamos para el jueves, si le parece. Soy la Doctora Viviana Spoletti.
–No –dice M–. No llego. Estoy muy triste, tengo mucha bronca, se murió mi mamá. No puedo esperar al jueves. Tengo un arma, también. No sé, algo voy a hacer.
–¡No! –dice la Doctora Viviana Spoletti–. Cálmese. Dígame dónde vive y yo paso a hacerle una visita.
–Vivo muy lejos –dice M–. Vivo en San Fernando.
–Bueno, yo tengo automóvil. Si usted me explica cómo llegar, yo calculo que en unas tres horas puedo estar ahí.
–¿Tres horas?
–Sí, tres horas. Explíqueme por favor cómo llegar. Yo estoy en el barrio de Congreso.
–¿En qué calle?
–En la calle Entre Ríos, al 900.
–¿Usted vive en su consultorio? Qué mal que anda la psiquiatría, no debe dejar un sope. Deje, usted también está remal, no venga, no hace falta.
–Explíqueme cómo llegar y voy. O mejor, podríamos encontrarnos en una estación de servicio, hay una Shell en Panamericana y …
–¿Sos tonta?
–¿Qué?
–Si sos tonta. Yo conozco esa estación de servicio. Te van a afanar, te van a violar.
La Doctora Viviana Spoletti hace silencio, un silencio que indica que no tiene deseos que la afanen, que preferiría que no la violen, que no tiene ganas de salir de su casa esa noche. Está viendo una película, una película donde actúa Meg Ryan, una película donde tal vez por primera vez Meg Ryan no hace los papeles que Meg Ryan hizo toda la vida. A la doctora le gusta el corte de pelo de Meg Ryan.
–¿Puedo tomar Tranquinal? –dice M.
–¿Qué?
–Si puedo tomar Tranquinal, para dormir. No puedo dormir. Y si no puedo dormir, al día siguiente estoy muy cansado.
–No, señor. Yo soy médico psiquiatra y debo verlo para poder hacer un diagnóstico, y así indicar una terapia rigurosa que nos permita enfrentar la patología que usted atraviesa.
–No tengo tiempo para esas boludeces –dice M–. Puedo tomar un par de Rivotril de 0.75 y un Dioxaflex. Tengo muy contracturada la espalda.
–¡Nooo! –dice la Doctora Spoletti–. Usted no debe mezclar esos medicamentos de ninguna manera.
–¿Y Valium? Valium a la noche, con un Vicodín, y a la mañana Meridian con Xanax.
–¡Nooo! –La Doctora Spoletti lanza un chillido de desesperación–. Si toma eso no se va a poder levantar de la cama.
–¿Y Prozac? ¿El Prozac hace bien?
–Señor, debo verlo para poder diagnosticar. Si le parece puedo darle un turno para el día martes. Lo espero en mi consultorio para comenzar el tratamiento.
–No necesito tratamiento, doctora, necesito saber qué medicamento tomar.
–Señor, como médico psiquiatra debo ver al paciente para poder diagnosticar.
–No –dice M–. No nos vamos a ver nunca. Voy a ver si mato a mi gato, o a un vecino, o a mí mismo. Estoy triste, eso es lo que me pasa, ése es el diagnóstico. Estoy triste, pelotuda, estoy triste y nada más.

Mi amigo M. cortó el teléfono y al rato me llamó y me contó la conversación que yo acabo de transcribir. Y yo todavía me estoy riendo, porque es genial.

7 comentarios:

La condesa sangrienta dijo...

Madre hay una sola, gracia'dio.

Yoni Bigud dijo...

Yo solo tomo yoni uoquer negro, que también mata los parásitos.

Un saludo.

Alelí dijo...

será que es domingo y que eso me pone un tanto dramática, pero es tan difícil acompañar la tristeza?

J. Hundred dijo...

*condesa!

*yoni bigud! el johnnie black, sin duda, tiene más propiedades para ser vendido en farmacity que en winery. un saludo.

*alelí! alguna vez un poeta dijo, más o menos: ‘no se trata de andar por la vida pidiendo, ni tampoco reclamando. se trata de andar por la vida, posibilitando’. avíseme un domingo, la invito a caminar de la mano.

Anónimo dijo...

No leí el post, hoy lo necesito en esa esquina. Salu2.

J. Hundred dijo...

*caia! yo creo que ahí me encuentra (para ayudar un cachito a la magia, por mínima cortesía, le faltó poner la hora).

Anónimo dijo...

no, no me olvidé, la idea es que estuviera ahí el tiempo que fuera necesario.. está dispuesto?